Javier Delgado: Cartaguito casi campeón

En el pasado torneo de verano, Cartaginés lo hizo todo, menos campeonizar. "Faltó lo más importante", reconoce de forma lapidaria el hombre que dirigió la orquesta, el capitán del barco, el sheriff del pueblo. Cuando dice la frase, su rostro se tiñe de luto, pese a que lo quiere disimular proyectando una imagen de crecimiento –ese que dan las derrotas–, de lección aprendida. Mas no engaña a nadie, irradia resignación.

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Fue una avalancha. Al inicio, todos veían a Cartaguito como una broma, luego se convirtió en el equipo simpático que le ponía color al torneo, hasta que finalmente se transformó en la amenazante Papa Mecánica .

Fue un efecto dominó. El clamor por el club comenzó en la vieja ciudad colonial, de las brumas resucitaron los más apáticos aficionados, mientras que los fiebres de siempre celebraban como ya habían olvidado hacerlo. A los días, y conforme pasaban los partidos, la resurrección azul se había extendido por todo el Valle Central... Manudos y morados apoyaban al centenario club; la fiebre se expandió a las costas y a las montañas, la epidemia hizo que casi todo el país clamara: “¡Cartaguito campeón!”.

Fue una osadía. Los brumosos apostaron por alcanzar la copa tras 72 años de sequía y 17 de estar ausentes en finales, con tres maldiciones a cuestas y la presión del “no se puede”, del “es imposible”.

Fue la gloria. Cartaginés acarició el título, ganó con dos goles de ventaja el primer partido de la final. Estaba cerca, muy cerca…

Fue un espejismo. En penales se dictó sentencia: una nueva derrota para engrosar la colección... No se concretó el campeonato; no se rompió la maldición.

Fue tristeza .

En el pasado torneo de verano, Cartaginés lo hizo todo, menos campeonizar: rompió récords, tuvo al portero más valioso y al mejor entrenador, sacó de competencia a Alajuelense y a Saprissa, puso a Tiquicia a soñar, a rezar y a llorar. Todo menos ser campeón.

“Sí, faltó lo más importante”, reconoce de forma lapidaria el hombre que dirigió la orquesta, el capitán del barco, el sheriff del pueblo. Cuando dice la frase, su rostro se tiñe de luto, pese a que lo quiere disimular proyectando una imagen de crecimiento –ese que dan las derrotas–, de lección aprendida. Mas no engaña a nadie, irradia resignación.

De él trata este artículo, no de Cartaginés.

El fenómeno que se generó en torno al equipo de la Vieja Metrópoli fue a causa de él. Podrá hablarse del papel de los jugadores, de la afición y de la directiva; podrán decirse muchas cosas, pero lo cierto es que, antes de la llegada del Sheriff, el conjunto brumoso no era protagonista, ni siquiera era tomado en serio. Su arribo al banquillo blanquiazul fue el factor determinante para que Cartaguito fuera “casi campeón”. Él ordenó la casa, puso disciplina en el camerino, estrategia en los juegos e inspiración en la bruma.

¿Valió la pena realmente, tanto trabajo y sacrificio para quedarse, al final de cuentas, con el fracaso del segundo lugar?

Él sostiene que sí, asegura que no fue un espejismo, que se logró revivir la pasión por el equipo y despertar la sed de triunfo de los jugadores; que se logró luchar contra la adversidad, generar sonrisas y esperanza. Pero, pese al discurso de motivador de vida, tiene muy claro que no hubo un final feliz.

El ‘Sheriff’

Javier Delgado Prado : casado, 45 años, tres hijos, exjugador, comentarista y estudiante de periodismo; su cédula no empieza con tres, no es de cepa cartaginesa; comienza con un uno, es muy josefino, oriundo de barrio Cuba; actual vecino de Santa Bárbara de Heredia es serio, enojón y enemigo declarado de los vicios y excesos. Cuando jugaba con Alajuelense, con quien fue ocho veces campeón, lo apodaban el Sheriff por la autoridad que imponía en la cancha, por su disciplina; como director técnico mantiene esa actitud.

“Soy igual fuera de la cancha. En mi faceta personal, la disciplina y el orden son lo que me ha permitido llegar a donde estoy ahora. Se lo debo a mi madre, que mi inculcó buenos valores, y a mi esposa, que siempre me ha dado balance… ”

– ¿Dónde está ahora?– le pregunto.

– Me siento pleno, bendecido, con muchas cosas por hacer. Mi vida ha dado un cambio vertiginoso. Gracias a mi carrera futbolística pude superar la pobreza. comprarle una casa a mi mamá...

Cuando niño, el Sheriff vivía en una cuartería; al principio, su familia alquilaba una habitación, luego, cuando las cosas mejoraron, tenían dos. “Era como un pasadizo en donde los cuartos estaban a los lados. En el fondo quedaba la pila y el baño, que compartíamos con las otras familias. Nunca tuve cuarto propio, ni cama. Hasta el día antes de que me casé, dormí con mi mamá, no por mamitis, sino porque no había dónde más”.

La conversación se desarrolla en su casa, que es como cualquier otra, a excepción de un cuarto donde tiene fotografías y afiches de su trayectoria futbolística.

Ese es el muro de los momentos felices que le ha dejado el balompié. El Cartaginés tiene su campito en la pared pese a que no hubo cereza en el pastel.

“Lo de Cartago fue más allá de lo futbolístico. Fue un fenómeno social, nunca había vivido algo así… esa necesidad de soñar de la afición, el entusiasmo del país entero… Íbamos a escuelas y veíamos a niños pequeñitos con la camiseta puesta, gritando: ‘¡Vive, vive, Cartago vive!’, un desahogo después de mucho tiempo de estar reprimido”.

–¿Y cómo se sentía usted con todo eso?

–Con una gran responsabilidad… El día que perdimos... ver a la gente llorando. Fue doloroso, estuvimos muy cerca de dar una alegría gigantesca a una gente que ha esperado muchos años.

–Entonces, ¿todo fue en vano?

–No; hubo llantos de tristeza, pero también de orgullo. Cultivamos ilusión y esfuerzo, el equipo luchó hasta el final. Nunca bajamos los brazos. La gente notó todo eso, lo reconoce; logramos inspirar.

Para dar sustento a sus palabras, Javier recuerda la manera en que el equipo fue recibido en Cartago tras la derrota de 3 a 1 contra Herediano en el Rosabal Cordero, un marcador que dejó la pizarra del global en un 3 a 3. Al final, el Team florense venció en penales. Efectivamente los ‘cartagos’, lejos de cualquier ‘cartagada’, vitorearon y aplaudieron al club. Le rindieron todos los honores.

–¿Se ha preguntado qué hubiera pasado si… si hubiera hecho algo diferente, una alineación distinta, un esquema diferente?

– El hubiera no existe, no me detengo a pensar en lo que pude haber hecho y no hice. Lo que fue lo tomo como una enseñanza, aprendizaje para mejorar. Si tuviera ese pensamiento estaría amargado por no haber podido ir a un Mundial, y no, seguimos trabajando, sin dramas ni lamentos.

Delgado es de ese grupo de buenos futbolistas que se quedó sin ir a una Copa del Mundo, para la de Italia 90, apenas comenzaba su carrera, mientras que para Japón y Corea 2002, ya iba de salida, por lo que, en ningún caso, fue convocado. Su oportunidad de oro fue Francia 98 . Fue titular en el equipo que disputó la eliminatoria, pero, a raíz de un empate ante El Salvador, la Tricolor se quedó en el camino.

Consciente de las segundas oportunidades que da el fútbol, anhela asistir a un Mundial como director técnico, no importa de cuál selección. Reconoce que dirigir a Guatemala es una posibilidad, dado que los chapines lo conocen (Delgado obtuvo el título de campeón con el Municipal en el 2011).

El camino que resta

La proeza hecha por la Papa Mecánica en el verano parece muy difícil de repetirse en el actual torneo de invierno. Cartaginés clasificó a semifinales dejando dudas y pellizcando puntos. La serie le tocó contra su archirrival, el Herediano , que en el primer juego, lo derrotó 0 a 2 en el propio Fello Meza.

Aún queda un partido, aunque este será en la ciudad de las flores, la proeza parece casi imposible y el “no se puede” vuelve a retumbar, esta vez con timbre fulminante.

El Sheriff reconoce que un poco de la algarabía del torneo anterior pudo haber generado cierta resaca en ciertos jugadores, mas asegura que el equipo está en pie de lucha.

“Cada torneo es diferente. Ya en este, todos nos veían como una amenaza desde el inicio, la competencia se hizo más dura”, aclara, y sostiene que ha hecho un duro trabajo para mantener el espíritu guerrero del grupo.

–¿Y que tal si ese título de campeón que estuvo tan cerca, fue una única oportunidad, de esas que cuando se desperdician nunca se vuelvan a presentar?

– Eso solo lo sabremos con el tiempo.