Especial 70 años de tragedias: Huracán Otto, 2016

El país entero se sumergió en el suspenso de lo que estaba por llegar; pero nadie previó la gravedad de los daños

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No es bueno ni sano revivir tragedias, sin embargo, dentro de notas fúnebres algo siempre destaca. La ayuda a los demás; la solidaridad, que no está de más recordar que mientras todo flota en un mar de angustia es tal vez un gesto amable lo que cambie el panorama de la realidad; y lo que también salve vidas.

El martes 22 de noviembre la tapa de La Nación anunciaba que la tormenta Otto se tornaría en huracán a 440 kilómetros de Limón.

Advertían que los vientos llegarían a los 95 kilómetros por hora; y que las olas podrían medir dos metros.

Debido a las fuertes lluvias provocadas por Otto, 17 comunidades de en la zona sur quedaron aisladas. Mientras tanto, en el valle central se respiraba impotencia.

El periodista Carlos Arguedas reportó que en esa región vacas, cerdos y búfalos, deambulaban porque los dueños no les daban de comer. Las pulperías se quedaron sin víveres; y entonces Costa Rica actúo.

Desde rincones inesperados, instituciones publicas y privadas se unieron al llamado para enviar productos básico. El viernes 25, Otto se convirtió en el primer huracán en cruzar el país.

“Las mayores consecuencias del fenómeno se empezaron a registrar la noche del jueves, cuando unos 50.000 abonados eléctricos se quedaron sin el servicio. Las autoridades reportaron que había 5.757 personas ubicada en albergues”, declaró La Nación.

A pesar de la ayuda, el furor de los vientos, el lodo y las lluvias sepultaron a nueve personas en Bagaces y Upala.

Manos que dan

Desde pantallas de televisor, del celular, o por radio fue evidente que Costa Rica se apuntó a dar lo mejor de sí; y ayudó.

Por aire, aeronaves y tripulación especializada del Gobierno de Panamá aterrizaron en Upala para ayudar a los afectados.

Voluntarios, policías, estudiantes, vecinos, amigos, y familiares de todas partes del país donaron su tiempo y esfuerzo para llevarle comida y otros productos a los afectados, con tal de alivianar la tragedia y de asegurarse que nadie durmiera sin haber comido. Finalmente, lo que nos dejó Otto, como lo dijo La Nación, "fue un montón de héroes anónimos".