Epsy Campbell: la "escandalosa" del barrio

La primera vicepresidenta negra de Costa Rica creció en San José, en el seno de una familia numerosa que con frecuencia se reunía para debatir temas sociales, como los roles de la mujer en el hogar o el racismo sistematizado. Desde pequeña toca instrumentos musicales; practicó "casi todos los deportes", ama cocinar, y canta bien. Pero Epsy, hasta el 1° de abril, era solamente conocida por su otra cara, la de una política que defiende con uñas y dientes sus verdades.

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Son las 4 de la tarde y Epsy Campbell Barr está terminando de ponerse el delantal frente al espejo en su vestidor. En su cocina –blanca, con sobre de granito, rodeada por ventanales, que dejan ver al fondo árboles altos que se mueven con el viento– hay un equipo de filmación.

En el comedor, siete amigos la esperan.

Epsy baja las gradas y llega a la sala. Camina hacia la cocina, y saluda a todos con un abrazo. Incluyendo a las personas detrás de cámaras. Llevan un año trabajando juntos; todos se quieren. Cada semana Campbell presenta su programa de cocina, donde invita a un grupo de personas para discutir sobre política, cultura, o farándula. La vicepresidenta de Costa Rica les cocina. Esa tarde el platillo principal incluía un salmón chileno acompañado por una salsa fría a base de melocotón, y al lado, se sirvió una ensalada con plantas que Epsy cultiva en su huerta.

Durante toda la velada se toma vino, se ríe. Se enojan y se contentan. Por lo general, las discusiones llegan a un lugar de resolución. Ninguna palabra se desaprovecha. La dinámica fluye. La comida se acaba. Cada quien para su casa.

Corte.

Se acabó la fantasía.

La verdad es que Epsy Campbell, de 54 años de edad, no tiene un programa de cocina, pero le encantaría tenerlo. Campbell, la primera mujer afrodescendiente vicepresidenta en un país de Latinoamérica, desde el 1° de abril de 2018, con el Partido Acción Ciudadana (PAC), sueña despierta cuando habla de esta idea en la sala de su casa, en Heredia. Su cargo lo jurará el próximo 8 de mayo.

“Siempre he dicho que voy a hacer un negocio que se va a convertir en programa. El negocio es que la gente venga y mientras yo cocino estamos hablando temas de política, de la farándula, sociales, culturales, científicos. Cada vez que vienen amigos a la casa les digo: ‘bueno ustedes saben que ahorita no estoy cobrando...’ Disfrutamos la idea de lo que algún día puede ser”.

Ahora se ríe de su ocurrencia. Hace muchos años atrás, la dos veces diputada del PAC –en el período 2002-2006 y 2014-2018– hubiese negado rotundamente la idea de cocinarle a los demás.

Por mucho tiempo le huyó a la idea de normalizar los roles domésticos como una responsabilidad solamente de la mujer. “Pero un día cualquiera, tal vez cuando mis hijas ya estaban más grandes, tal vez cuando ya no era una obligación, empecé a entender que me gustaba cocinar. Limpiar no. Decirte que es una cosa que disfruto, no. Pero encontré en la cocina una forma de también ser creativa. Cuando puedo invito a gente y cocino. Claro, duro toda la vida, porque como hablo tanto”.

"Casas de quinta"

Cuando cumplió 8 años , Epsy viajó por primera vez a Limón. A diferencia de lo que muchos creen, dice, ella nació y creció en San José.

De acuerdo con su hermana mayor Narda, la familia fue por mucho tiempo “los únicos negros en muchos lugares”. Son siete hermanos en total, cinco son mujeres.

Primero vivieron en San Francisco de Dos Ríos. “Ahí nació Epsy”. Luego se mudaron como por 15 años a Desamparados, “a unas casas del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU). Les solían decir “casas de quinta”, recordó Narda.

No todos asistieron a la misma escuela. Quienes no cursaron en el Conservatorio de Castella, recibían clases de música o de arte por afuera. Para Luis Campbell siempre fue importante que sus hijos mantuvieran latente la vena artística.

Epsy, quien estudió la primaria en la Escuela Ricardo Jiménez Oreamuno, en San José, cerca de Plaza Cleto González Víquez, tomó clases de flauta traversa por aparte, y luego de saxofón.

“De niña hice muchas cosas porque era muy activa, y tuve la fortuna de tener papás que me apoyaron. Estudié música, estuve en las girls scout, practiqué todos los deportes que alguien se pueda imaginar, sóftbol, atletismo, voleibol. Efectivamente me parecía que una tenía mucho qué hacer.

Estuve en la Casa del Artista mientras estudiaba en la escuela y colegio. Mi familia nunca nos restringió a nosotras las mujeres”, dice con seguridad.

Ahora, luego de los resultados de la contienda –que culminó con Carlos Alvarado como presidente electo con un 60,79% de los votos emitidos– y que el teléfono no deja de sonarle, acepta sentirse abrumada con tanta atención de los medios nacionales e internacionales.

Cuando Campbell tomó la decisión de incursionar en la política, esta realidad que enfrenta ahora jamás se la esperó.

En parte, porque para la ahora vicepresidenta, entrar en el mundo político no fue una decisión que tomó a la ligera. Según su hermana Narda, aquello fue “cambiar de bando”.

En el 2000 Campbell comenzó a militar con el partido que representa. Antes de eso, se dedicó , más que todo, a escuchar al pueblo.

“Aspirar a ser diputada fue una decisión importante. Significó permanecer o cambiar de bando”, dice Narda. “Para ella fue pasar de trabajar con organizaciones no gubernamentales a estar en el gobierno. Representó ser parte de una institución que criticaba. Fue difícil porque ya era reconocida en la sociedad civil como líder. Sin embargo, supo que desde esa otra silla podía cambiar algo”.

Límpida labor

Campbell comenzó trabajando como maestra de primaria en una escuela en Limón, pero no se sintió cómoda. “No me gustó, entonces me fui a otro espacio”, recuerda. Vivió en esta provincia por 10 años, cuando se mudó con el padre de sus hijas, de quien está divorciada.

“Una vez intenté, y me gané un examen para trabajar en el Instituto Nacional de Seguros (INS), hace añísimos, y luego de pensar que me iba a hacer burócrata, me parecía la cosa más aburrida. Y pensaba quien entra a una institución, se pensiona ahí. Y yo que estaba empezando mi vida laboral, eso me parecía casi que una sentencia. Así que salí a hacer otras cosas”.

Inquieta de costumbre, Campbell, quien lleva el nombre de su abuela materna a quien nunca conoció, comenzó a organizar festivales culturales, trabajó en turismo, y haciendo eventos especiales.

“Cosas que me generaran más posibilidad de movilidad”.

Pronto se vinculó con temas relacionados al activismo, la investigación, y luego problemáticas ambientales.

“Luego en temas de mujeres; después trabajé con mujeres afrodescendientes. Luego en temas más amplios como inclusión social, y por eso también, en un momento determinado, tuve que tomar la decisión, porque había pasado entre una carrera y otra, de decidir que era lo que quería estudiar”.

Y en busca de una “perspectiva general” eligió Economía. Se graduó de la Universidad Latina en 1998. “La Sociología me parecía que me daba solo una parte muy limitada, pero la economía me daba algunas herramientas para solucionar, o al menos pensar en políticas que solucionaran temas relacionados con el diario quehacer de la sociedad”.

Así comenzó una exitosa carrera junto a organizaciones –en su mayoría– internacionales. Nunca aspirando a una curul en la Asamblea Legislativa, o con alguna intención política.

Jamás imaginó hacer historia.

Campbell, además de ser vicepresidenta, fue coordinadora de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas (1997-2001) y del Foro de Mujeres para la Integración Centroamericana (1996-2001), e integrante de la Alianza de Pueblos Afrodescendientes de América Latina y el Caribe. Y es actual integrante –y fundadora– del Centro de Mujeres Afrocostarricenses y del foro Parlamento Negro de las Américas.

“Yo llegué a la política por mi vida anterior, no es que yo quería ser política. En mi cabeza yo de niña nunca pensé que ese iba a ser un lugar. Porque yo conozco ahora a muchos jóvenes que dicen, ‘yo quiero ser presidenta’, ‘yo quiero ser diputado’. Esas cosas yo nunca me las imaginé de joven. Pero sin embargo, llegué a la política por ese trabajo previo, y esa necesidad o compromiso conmigo misma de tratar de hacer cosas por la sociedad en que yo vivía”.

Luego de tan larga trayectoria, y con el histórico paso que dio en el complejo universo de la política, hoy asegura que es una mujer que “pese a los obstáculos, siempre incursioné en aquellos temas en donde sentía alguna satisfacción de hacer lo que estaba haciendo”.

Orgullo Campbell

“Por fortuna”, asegura, en su familia las mujeres son más. Bromea con que de vez en cuando algún extraño se asombra cuando se entera de que también tiene dos hermanos. Creció en un hogar en donde cuestionar estaba permitido. Y en donde, ser negro, no era ni nunca fue, una limitación.

“Esta lógica, la consciencia de que una desde pequeña es una niña, porque tiene otras hermanas que son niñas, porque evidentemente hay unos desafíos que una como niña se coloca, ha marcado mi vida. Yo creo que desde siempre he estado consciente de que soy mujer. Y eso ha sido importante. Y realmente esa consciencia no solo me empoderó, a mí me gustaba mucho ser mujer. Nunca me lamenté de esa identidad que me cruzaba en todo el sentido de la palabra”.

Epsy, presidenta del PAC de 2005 hasta 2009, y candidata a la vicepresidencia en 2006, creció en un entorno social algo hostil, pero su familia siempre estuvo presente para recordarle la virtud en el color de su piel, y en todo su ser.

“La gente no hablaba de racismo, pero lo sufrimos. Hasta de los mismos negros de Limón, porque nos decían que nosotros éramos de San José”, dijo su hermana Narda, quien recuerda que cuando cursó primaria, en los años setenta, los niños solían gritarle en el pabellón, y a ella asustada, solo se le ocurría llorar.

“Mi papá siempre nos dijo que nunca nos sintiéramos menos. Camine recta, vea a los ojos, siéntase orgullosa. Ser negra le va a abrir puertas y cerrar otras. Para nosotras fue una bandera”.

Recuerda que su hermana siempre fue participativa, y las mujeres del hogar, desde niñas fueron reconocidas por ser “escandalosas, y defensoras de lo que considerábamos la verdad”.

Epsy así aprendió el disfrute de discutir y desordenar lo establecido.

“Muchos de los debates de niña que tenía en la casa tuvieron que ver con las cosas que hacían mis hermanos, y con lo que nos tocaba hacer a nosotras. ¿Porqué a las mujeres nos tocaba hacer unas cosas, y porque a ellos otras? Siempre hubo esa consciencia de que si bien no nos restringían, a una siempre la ponen a hacer labores domésticas de manera más automática que a mis hermanos, pese a que creo que en mi casa todos aprendimos a cocinar”.

La política

La semana pasada Campbell pudo salir a caminar 21 kilómetros. Esto fue una pequeña conquista para la vicepresidenta, quien “abrumada” con una “campaña electoral tan emocional” necesita dosis diarias de aire fresco. Por esto, en parte, vive lejos de la ciudad donde creció, y se refugia en la montaña.

Entre largos silencios, y rosados atardeceres. Campbell lleva en sí un legado familiar que definió, según ella, su carácter. “Yo creo que mi papá me vio, y pensó: ‘ella se tiene que llamar así’. Seguro me vio desde pequeña el temperamento”.

La nombraron como su abuela, porque según Epsy, ella fue “una mujer muy fuerte, valiente de palabra”.

Don Luis acertó. Campbell no teme hablar con la verdad. Llamó la atención de las prensa y del pueblo, por su desempeño en los plenarios de la Asamblea Legislativa, donde dejó verse como quien no come cuento. Siempre con argumentos y cordura, discutió las verdades que allí se manejan.

A diferencia de muchos políticos sentados a su alrededor, a Epsy no le interesó ser una más entre ellos. Pero no le importa. Asegura, “a veces te quieren, a veces no”.

“Tengo poca capacidad de generar malos rencores con la gente. Tiene su lado malo y bueno. Pienso que la cosa buena que tiene es que no ando jalando amarguras ni resentimientos. Eso me da paz inmensa. Siento el dolor en el momento y eso me ha liberado de mucho”.

Y así, libre ha podido poner la mente en lo que importa, en el discurso, y en sincerar todas sus voces.

“Yo la verdad es que he tratado de ser honesta conmigo misma y con la gente. Y no acomodarme. Digamos yo trato, y eso es una tarea que tengo todos los días, de tener una coherencia entre lo que estoy planteando, lo que estoy diciendo, y lo que estoy haciendo”.

Su presencia es innegable. Pasos fuertes, espalda recta, mirada en alto, como le enseñó su papá.

En su casa sí hay una huerta, pero tiene sembradas plantas medicinales. El patio trasero es amplio. Llegan mariposas y colibríes. Al fondo tiene una banca donde suele sentarse, cuando puede, a reflexionar junto a su esposo Berny Venegas, un empresario fundador de Natufruit, empresa enfocada en la producción de pulpas y bebidas naturales.

Venegas fue subjefe de campaña de Epsy en 2013, durante la convención interna del PAC. Sentados en la sala de su hogar, mientras la exdiputada atiende unas llamadas, Venegas la mira y me asegura que su esposa podría ser hasta Secretaria General de la Organización de las Naciones Unidas.

Hasta presidenta, le respondo.

La virtud de la empatía

“En un momento de mi vida, cuando era más joven, yo renegaba todas las labores domésticas, y cualquier cosa relacionada con el trabajo reproductivo de la casa. Que no esperen que sea yo la que limpie, la que cocine. A pesar de que muchas de las cosas las tenía que hacer porque tenía dos criaturas, pero siempre pensaba que eso era una limitación adicional que teníamos las mujeres”.

Campbell tiene dos hijas. Ambas son madres de niños pequeños. Esto hace de nuestra vicepresidenta, también una abuela.

La abuela Campbell que por fortuna sus nietos sí conocerán a través de la historia. Desde la victoria del 1° de abril, Epsy ha encabezado titulares que le ponen la piel de gallina.

“La histórica elección de Epsy Campbell, la primera afrodescendiente vicepresidenta en América Latina”, escribió Univision. Su nombre ha salido impreso en periódicos de toda la región. El Washington Post, también cubrió la histórica elección de la política.

Además, mujeres sobresalientes como Michelle Bachelet, expresidenta de Chile, quien la felicitó a través de un video que subió a sus redes sociales.

Y el jueves 5, la filósofa y activista afrodescendiente Angela Davis, quien se presentó ante más de 900 personas en el Teatro Popular Melico Salazar para dar la Lección Inaugural de la Universidad de Costa Rica (UCR), la celebró y aclamó el nombramiento.

Claro, que llegar adonde Campbell está no sucedió en un abrir y cerrar de ojos.

Desde siempre asumió la responsabilidad de su estudio y su rol de madre, y no comprometió ninguno de los dos.

“Tuve que terminar la universidad, y hacer muchas cosas de mamá trabajando. Desde muy temprano, cuando mi hija tenía unos meses, yo comencé a trabajar y hasta ahora. Vinculándome a diferentes temas. Siempre he sido una persona que acerca lo que le gusta para ganarse la vida. He sido una mujer afortunada”, asegura.

Se embarazó a los 20 años de su primera hija Tanisha, quien participó de esta entrevista. “Mi papá trabajaba en el exterior. Entonces –luego del nacimiento de mi hermana– el entorno inmediato siempre fue solamente nosotras tres. Cuando ella estaba trabajando, nuestros abuelos paternos nos cuidaban. Eso sí, todas las noches ella iba por nosotras. Eso nos dio mucha seguridad”.

Tanisha, psicóloga de profesión, y probablemente la persona que mejor conoce a Epsy, “porque hemos compartido toda una vida juntas”, dice que cuando quedó embarazada, y comenzó a dudar de su futuro, recordó a su madre. “Pensé en todo lo que ella ha logrado, y me reconfortó”.

Una de las cualidades más importantes de Campbell es la empatía que forjó con mujeres a través de los años y experiencias. Que al recordar algunas de ellas se le estruja todo y la mirada se le vuelve vidriosa.

“Conocí hace no tanto, una mujer que tenía 29 años, su hijo mayor tenía 16, tenía 5 hijos, 3 de los cuales se los había quitado el Patronato Nacional de la Infancia. Su hijo mayor era del padrastro, y ella estaba haciendo todos los esfuerzos para terminar la escuela. Solo me preguntaba, con tanto cómo es que no se ha ido huyendo de ese espacio tan pequeño, de manera que en efecto ahí es cuando una no puede asumir totalmente el compromiso de decirle a esa persona, con nombre y apellido, que está al frente tuyo, que una realmente la puede ayudar, porque no hay certeza de poder hacerlo”.

La revolución del cambio

El gran reclamo que tiene la pareja de Epsy, Berny Venegas, es que la vicepresidenta nunca se toma el tiempo para visitar un condominio que él tiene en Tamarindo. “Va dos veces al año. Y una de esas es cuando se hospeda porque anda de gira”, cuenta entre risas.

Pero es que Campbell no tiene mucho tiempo para el ocio. Las energías las pone, constantemente, en la transformación. Su padre siempre se preocupó por cuidar la parte artística en la formación de su hija, pero también en inculcar una visión humanística en todo.

Ayudar a las mujeres, representar su lucha, hablar de ellas desde todos los ámbitos que las involucran, y las minimiza. Buscar los problemas y encontrar las soluciones, todo esto le concierne y más. Campbell, admiradora del mensaje de Bob Marley, y otras figuras que lucharon por la igualdad y la justicia social, cree más que nunca, en la revolución.

“Creo que tenemos una buena expectativa del futuro, porque hay muchachos y muchachas de clase media que están dispuestos a hacer algo por el espacio donde viven. Las revoluciones más grandes, las hacen las personas que tienen resueltas las cosas más elementales. Las personas que pueden contribuir a hacer grandes transformaciones son aquellas con niveles de consciencia de lo que tienen, y de lo que quieren”, asegura.

“Yo pienso que la socialización que hemos recibido las mujeres –hay mucha gente que la critica–, pero yo pienso que tiene una cosa que es muy buena, que de alguna manera, la mayoría de las mujeres hacemos un esfuerzo mayor por ponernos en los pies de las otras personas. Eso es una característica mucho más femenina que masculina. La mayoría de nosotras estamos dispuestas a escuchar a otra cuando la está pasando mal, y de acompañarla”, asegura.

Todas las mañanas, Campbell, luego de hacer un poco ejercicio, busca el equilibrio en su vida. Eso es lo primordial. Comprendió que para ser un ser humano exitoso también debe tener presente “la realización de una misma”.

“Eso está bien”, dice. “Todas las personas tenemos la tarea de ser felices y de hacer lo suficiente para lograrlo, pero además de eso uno debería de tener la sensibilidad humana. De ver con los ojos de la humanidad, con los ojos del amor, con los ojos de la compasión, aunque suene cursi. Esas son cosas que yo pienso que cambiaría la relación entre las personas”.

Pero no se piensa tanto. Por eso ni siquiera durante la temporada de elecciones trató de vender su imagen como una mujer afrodescendiente. Sus méritos trascienden el color de su piel o su genero. Pero también, determinan su carácter y destrezas.

“En los temas políticos y públicos, yo pienso que la feminización de la política quiere decir que más mujeres participen, y que más hombres se sensibilicen a temas que antes no estaban sensibilizados. Esto transforma la forma de hacer las cosas. Yo estoy totalmente convencida que una parte de lo que una tiene que hacer, es tener más corazón”.