Empezar de nuevo

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Hará unos seis años. Doña Carmen, una maestra de escuela, empezó a padecer de una enfermedad en sus ojos. Vinieron trasplantes de córneas, ires y venires a hospitales, clínicas y médicos. Al final de aquel viacrucis, resultó convertida en una persona de baja visión.

Ella, que cuando caminaba por las calles de San José y se encontraba con personas no videntes, pensaba en los riesgos que corrían, era ahora parte de ese mundo. ¿Y cómo vivir de otra forma? Como ella, gente que ha perdido su visión de pronto y personas que han nacido ciegas o sordas, deben “empezar una vida” acompañadas por el Instituto Hellen Keller.

Es el caso de Marlon Orozco Araya, quien está aprendiendo a leer y escribir con su condición de leve retardo y baja visión. Expertos como Lissete Calvo –profesora con baja visión– enseñan a Amanda Cuaresma a desplazarse con el bastón. En este sitio, se echa mano de máquinas especiales para escribir por tacto y se aprende una nueva forma de caminar con la ayuda de un bastón.

El trabajo en equipo es parte de lo que se predica y se practica en este mundo nuevo: las sesiones compartidas en el Instituto Hellen Keller dejan claro que esas comuniones afirman el aprendizaje y las emociones. Escaleras, salas y salones, cada espacio del Hellen Keller se constituye en una especie de laboratorio donde se practica lo que después se saldrá a ejercer en las calles, entre la gente, en las unidades de transporte público y en los hogares.

Fotografías: Adriana Araya / Texto: Ana María Parra A.