El sueño de una tica y un alemán que surgió en Nueva York y se cumplió en Costa Rica

Hans Pfister y Andrea Bonilla se hicieron amigos cuando estudiaban en Estados Unidos hace 30 años. Esa amistad los iba a reencontrar en Costa Rica, donde su empresa de hotelería sostenible, Cayuga Collection, ha sobrevivido a huracanes y una pandemia

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Cuando el alemán Hans Pfister y la costarricense Andrea Bonilla se conocieron en la universidad, hace 26 años, nunca imaginaron que juntos terminarían atravesando huracanes, saludando a celebridades mundiales, recibiendo premios y que superarían una pandemia... todo en Costa Rica.

Todo comenzó a inicios de la década de 1990, cuando Andrea viajó a Estados Unidos para estudiar Administración Hotelera en la Cornell University, en Ithaca, Nueva York. Al ser extranjera, no conocía a muchas personas, pero la comunidad internacional de estudiantes era muy grande y un día coincidió con el alemán Hans, quien le llevaba un año y medio de ventaja en la misma carrera.

Ambos se llevaban muy bien y en muy poco tiempo se hicieron amigos; además, sus ideas de negocio sostenible se complementaban. Sin embargo, cuando terminaron sus carreras tomaron caminos diferentes: Hans regresó a Alemania y Andrea primero fue a África a trabajar y posteriormente comenzó a ejercer su profesión en Costa Rica.

Pero Hans llegaría a Costa Rica a inicios de los 2000 para instalarse en el país de forma permanente.

Esa vez su reencuentro con Andrea no sería solo para recordar anécdotas de la universidad o ponerse al día con su vida, sino que se trataba de conversaciones laborales, de las posibilidades de emprender juntos un camino que era desconocido, un tanto loco, pero que les ilusionaba por igual.

“Tuvimos la oportunidad de escoger si seguíamos juntos o si cada uno se iba por su lado otra vez y tomamos la decisión de lanzarnos juntos. Y en realidad fue una muy buena decisión, nosotros dijimos: ‘No, no. Vámonos juntos’ y así empezamos la empresa, como de un día al otro. Y empezamos a crecer juntos”, relata Hans.

La idea que los amigos tenían era crear una empresa de administración hotelera y ofrecer servicio a hoteles pequeños, es decir, que dejaran en sus manos el área administrativa en su totalidad.

Eso sí, los hoteles tenían que ser tipo boutique y sostenibles, o al menos estar dispuestos a convertirse en proyectos de ese tipo, amigables con el ambiente.

“Queríamos agarrar hoteles que no le interesaran a las empresas grandes, porque los hoteles en nuestra mira eran hoteles pequeños, en lugares alejados, con un enfoque en sostenibilidad y que fueran de lujo. Entonces, era un trabajo bien difícil, pero nos gustó el reto, el cambio que podríamos producir a nivel ambiental, pero especialmente social y así empezamos”, narra Hans.

Este 2023 se cumplen 20 años desde que comenzaron a trabajar juntos y crearon Cayuga Collection. Hoy tienen a su cargo cuatro hoteles en Costa Rica y expandieron su negocio a Panamá, donde suman uno más.

Costa Rica, mi casa

Detrás de la decisión de Hans de instalarse en Costa Rica hay un motivo muy poderoso: el amor.

Entre risas, recuerda el día que dos muchachas (una tica y una sueca) tocaron a la puerta de su apartamento en Nueva York buscando una supuesta fiesta de Halloween que se realizaría allí. Lo cierto es que esa noche Hans solo estaba en “una pequeña reunión” con sus amigos, entre los que estaba Andrea, pues sus papás estaban de visita y no planeó ninguna fiesta de disfraces.

Las dos jóvenes que llegaron hasta su casa iban vestidas de bebés, y cada una cargaba un biberón lleno de cerveza y se enteraron por el amigo de un amigo de Hans de “la fiesta” que en realidad no era fiesta.

Ese día Cupido hizo de las suyas, pues Hans quedó flechado por una de las jóvenes que llegó hasta la puerta de su casa disfrazada. Se trata de Jessica Libby, una costarricense que también se encontraba estudiando en Nueva York. Sin embargo, el alemán nunca había visto a la tica antes, pues ella se estaba formando como comunicadora.

En ese momento él se propuso conquistarla y Andrea fue su cómplice.

“Yo le pedía ayuda para hablar en español”, dice Hans; mientras Andrea se ríe y añade: “yo le decía: a usted nadie le ha enseñado a hablar pachuco, solo el español que le enseñaban en la clase”.

Las clases de Andrea surtieron efecto y hoy Hans y Jessica suman 26 años de matrimonio, tres hijos, un perro y un gato.

Aunque en un inicio la pareja se fue a vivir a Alemania, poco tiempo después tomó la decisión de instalarse de forma permanente en Costa Rica.

“Yo siempre he tenido como una pasión por Latinoamérica y quería aprender español desde temprana edad, pero no se me dio la oportunidad en el pueblo en el que crecí. Entonces cuando tenía 14 o 15 años empecé a leer la traducción de libros de Isabel Allende y Gabriel García Márquez, porque siempre tenía como esa conexión. Yo estuve en Estados Unidos y en Asia, pero no era lo mío y luego conocí a mi esposa y espero vivir en Costa Rica muchos años más”, afirma.

Sostenibilidad y lujo

Cuando Hans y Andrea tomaron la decisión de crear un proyecto juntos coincidían en que querían que fuera enfocado en sostenibilidad. No obstante, confiesan que hablar de estos temas en la década de 1990 e incluso a principios de los 2000 no era algo “muy de moda”.

Este fue uno de los grandes retos al inicio, pues los materiales y productos que se utilizaban en los hoteles no eran precisamente los más amigables con el ambiente.

“Ahora hay más más proveedores, hay más accesibilidad, más conciencia, pero hace 20 años, no. Nos tomó como 15 años crear esa conciencia y posicionarnos como tal. Pero enfocarnos en hotelería sostenible, desde el puro principio, nos ha permitido ver el desarrollo y ha sido muy bonito, porque mucha gente comenzó a copiar el modelo... hasta los más grandes”, afirman.

Pero, ¿qué significa esto?

Que deben ser hoteles que, por ejemplo, cuenten con paneles solares, o plantas de tratamiento, o jabón biodegradable. Además, que los alimentos sean orgánicos o al menos locales, al igual que los menús.

“Jamás una persona va a encontrar salmón o un cordero de Nueva Zelanda en los menús, porque la idea es que sean proteínas locales para también trabajar con pescadores. Y aunque no hemos eliminado la carne de res, hemos bajado muchísimo la oferta por un tema de impacto al calentamiento global, porque aunque no somos extremistas, sí nos tomamos muy en serio lo de la sostenibilidad. Tratamos de siempre buscar una manera de ir inspirando, porque al final uno predica con el ejemplo”, agrega Hans.

De acuerdo con Andrea, los vecinos de las zonas en las que trabajan, que incluyen provincias como Puntarenas, Guanacaste y Limón, “aprecian que vengamos a cuidar y que vengamos a enseñarles” sobre sostenibilidad.

Además, antes de aceptar administrar un hotel, hacen una serie de evaluaciones, pues ya les ha pasado que “no hay una congruencia”.

“Si no compartimos los valores, eso no funciona... y somos muy estrictos con esto porque cuando ves un poquito más profundo, te das cuenta que tal vez algunos no están tan realmente comprometidos y es más porque es la moda; pero nosotros llevamos esto de la sostenibilidad en la sangre, de verdad lo creemos y no es una tendencia ni tampoco una herramienta de mercadeo”, afirman.

Aseguran que en la decoración, por ejemplo, no les interesa traer “puertas de Marruecos, estatuas de Bali, ni nada de eso”, porque provoca que el lugar se vea “artificial”.

En los últimos 20 años, han reciclado cientos de toneladas. También, han evitado el uso de 640.000 botellas de plástico, que equivale a unas 15 toneladas y han evitado el consumo de miles de pajillas plásticas (utilizan pajillas de bambú).

Este tipo de iniciativas les ha permitido ganar varios premios internacionales como el National Geographic World Legacy Award,en el 2017; y un año más tarde, en el 2018, el Tourism for Tomorrow Award, por el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC).

Entre los hoteles con los que trabajan se encuentran Kurá, en Uvita, Puntarenas; Arenas del mar y Selva Tropical, en Manuel Antonio; Senda en Monteverde y Pasha, en Santa Teresa, Cóbano.

Y pese a que sus conceptos son “de lujo”, para Hans y Andrea este significado va más allá al del que quizá las personas creen.

“La gente piensa que el lujo es traer cosas de lejos para nosotros. El lujo es lo más cerca posible, es tener un guía local, un gerente local y no un gerente traído de otro lugar del mundo que está un par de años aquí y después se va. Este es un modelo que inventamos aquí en Costa Rica y es que por el tema de la sostenibilidad es muy difícil encontrarlo en otros países. El hecho de que muchos otros empresarios estén de acuerdo en este modelo también es muy interesante”, detallan.

Muchas experiencias

Pero no todo ha sido bonito para Hans y Andrea, quienes un día pensaron en cerrar su empresa: el 31 de marzo del 2020.

“Fue un momento en el que de verdad dijimos: ‘¿ahora qué?, ¿por qué escogimos esto?, ¿cómo se hace hotelería con hoteles cerrados y con aeropuerto cerrado?, entonces sí, tuvimos esa incertidumbre. Tuvimos que finiquitar algunos contratos, tuvimos que despedir empleados, algunos hoteles se vendieron, pero decidimos creer en el futuro, era lo que nos quedaba, no era el fin del mundo y dijimos: ‘vamos a salir de esto’, e invertimos el tiempo en mantener los hoteles lo más bonitos posible”, aseguran.

Y es que esta no era la primera vez que se debían enfrentar a una situación que simplemente no podían controlar. Los administradores recuerdan que en más de una ocasión los fenómenos naturales han hecho de las suyas y los han dejado al borde de la desesperación.

Por ejemplo, una de las “más fuertes” fue durante el huracán Katrina, en el 2005.

“Llovió tanto aquí por la cola del huracán que un día a las 5 a. m. se cayó media colina frente al restaurante, incluyendo el techo. Y recuerdo que otro huracán pasó por el hotel de Manuel Antonio y botó 50 árboles. Entonces a uno no le queda más que decir: ‘Ok, limpiamos y vamos para adelante otra vez”, dice Hans.

Sin embargo, no todas las experiencias han sido tan malas, pues también han podido conocer a varias celebridades que visitan el país y por casualidad ellos se las encuentran en el hotel.

Uno de ellos fue el piloto de Fórmula 1, Michael Schumacher, con quien Hans hizo una caminata nocturna y quien jugó fútbol con los colaboradores del hotel; así como el músico Jack Johnson.

“Me acuerdo que yo estaba en el hotel con mi papá y mi mamá cuando llegó Jack Johnson y mi papá tocaba guitarra y yo le decía: ‘papi, prestémosle la guitarra a Jack Johnson’ y él me decía: ‘la guitarra es como la mujer, no se presta’. Él no sabía ni quién era pero al final, después de varias súplicas le prestó la guitarra y ver a Jack Johnson en el lobby tocando fue muy bonito”, narra Andrea.

Y si bien esas son experiencias únicas y que agradecen tener por su trabajo, Andrea y Hans lo que más disfrutan es sentarse a recordar anécdotas con una botella de vino a la par. En esos momentos es cuando recuerdan que sus historias de sus vivencias son más que suficientes para “una serie de Netflix”, o al menos para escribir un libro.

“Yo creo que uno de las de los factores de nuestro éxito es nuestra relación... somos tan diferentes y venimos de culturas que también son tan diferentes que nos complementan. Pero también nos tenemos mucha confianza y además hemos disfrutado y eso ha sido importante. Siempre terminamos riéndonos, aunque sea con una botella de vino en la mano”, concluyen.