El serio juego de convertirse en dibujo

En el país, siguen siendo más populares los personajes de ‘animé’, pero los aficionados al ‘cosplay’ también han empezado a encarnar a héroes de los cómics y los juegos de video.

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Esto no es teatro, pero tiene algo de actuación. Esto no es alta costura, pero también tiene algo de diseño de modas. Esto es jugar a ser otro, es cosplay : la afición por mimetizarse en lo físico y en lo psicológico con un personaje de ficción.

Cuando se le pregunta a Leslie Salas, una cosplayer de 26 años, cómo se enamoró de esta tendencia, ella responde que casi todos a quienes se les pregunte contestarán lo mismo: se acercaron a una exhibición o a un concurso, y para la siguiente ocasión, ya participaban.

El cosplay es contagioso, y así lo confirma uno de los organizadores del Festival Kamen en el país, Jorge Céspedes, quien da fe de cómo, en 10 años de organizar concursos, la tendencia se multiplica. En el último concurso se inscribieron casi 200 personas.

Los cosplayers asumen compromisos serios con su personaje. Ellos mismos suelen crear sus vestuarios, lo que en muchos casos, involucra el aprendizaje de costura, zapatería, maquillaje y creación de utilería.

La palabra viene de la contracción de las palabras costume play , o juego de disfraces; pero ya vamos viendo que este es un juego muy serio.

Japonés

Los primeros cosplays que se vieron en el país vinieron con la celebración de la Semana Japonesa, por la embajada de aquel país. Era el año 1999 y se podían ver unos 10 cosplayers , cuenta Céspedes.

El crecimiento de la tendencia se empezó a ver después del 2003. Céspedes cree que los personajes más reproducidos en cosplay en el país son los japoneses, de las series de animé ; les siguen los héroes de cómics estadounidenses y, en última instancia, están los personajes de juegos de video.

Leslie Salas, quien es diseñadora gráfica, ha encarnado, entre otros, a Superchica y a la Ms. Marvel de la tradición de los cómics estadounidenses; y a Ciel Phantomhive y Mawaru Penguindrum, por el lado de los animé .

La cosplayer escoge a personajes que conoce y que, en términos generales, se adapten bien a su físico. “Algunos no tienen mi color de piel, como Ms. Marvel o Superchica, pero eso no tiene mucha importancia: si el personaje me gusta mucho, solo lo hago”, dice Leslie, quien ha hecho unos 10 personajes distintos.

En el caso de Andrea Ortega, otra cosplayer , ella ha recreado a unos 30 personajes desde el 2008. “A mi familia le gusta, le parece que esto es algo diferente: es un pasatiempo sano, en el que usted cose y pinta”, cuenta Andrea, una estudiante de diseño publicitario de 22 años, quien trabaja en un call center .

Dura labor

Como en el caso de Andrea, que aprendió costura de manera autodidacta, así también se las tienen que arreglar otros cosplayers , como Bryan Duarte. Él ahora sabe coser e incluso maneja rudimentos de zapatería.

“Para mi primer traje, yo no tenía experiencia; busqué a una señora que me ayudara y su primera respuesta fue: ‘eso no se puede’. Tuvimos que trabajar en conjunto y costó un poco, pero el resultado fue bueno”, cuenta Bryan, quien tiene 27 años y ganó en la categoría masculina en el primer concurso en el que participó, en el 2010.

Bryan dice que para dejar un traje bien acabado se pueden gastar unos ¢150.000, mas él ha llegado a gastar el equivalente a un aguinaldo en uno de sus disfraces.

Añade Jorge Céspedes que el promedio de edades de los participantes en estas actividades ronda entre 18 y 36 años, aunque también participan muchos niños, e incluso personas de 50.

En el caso de los concursos, se atiene a la normativa internacional: el disfraz debe tener por lo menos un 70% de confección a mano.

El cosplay es una muestra de diseño y artesanía. Eso sí: trae consigo una explosión de cultura pop.