El regreso a la carne de un vegetariano

Renunciar a los productos animales es una decisión dura. Hay quienes fueron vegetarianos y luego regresaron. La aventura fue fértil: los hizo más sabios.

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Priscilla quería una morcilla. Tras un año de mantener una dieta vegetariana, ella le pidió a su esposo Wálter que le asara una. A pesar de que los nutricionistas recomiendan llevar una dieta de transición para quien quiera volver a comer carne (empezar por carnes blancas, por ejemplo), a Priscilla Aguirre le sentó de maravilla la sangre cocida.

“No sé si yo sentía que necesitaba el hierro porque, después de todo, las lentejas tienen mucho. La cosa es que yo pensaba en la morcilla y salivaba”, cuenta.

Quien haya ido a la pradera verde del vegetarianismo se da cuenta de que no todo es miel sobre hojuelas (y sobre todo para los veganos, de línea dura, que no comen miel). Seguir una dieta verde requiere un esfuerzo valeroso en un mundo que mete carne hasta en las ensaladas. Hay quienes lo hicieron y se mantuvieron, pero en algún punto del camino dijeron “hasta aquí”. Estos son los exvegetarianos.

De esta gente no se puede decir que sea vegetariana arrepentida. Quien regresa de aquellos frescos prados no llega a vivir en una eterna parrillada. Por el contrario, un exvegetariano suele regresar con hábitos más flexibles, como quien llega a casa después de una larga estadía en un país extranjero: con un panorama más amplio y un paladar más inteligente.

Vida en verde

La decisión de abandonar una dieta de vegetales no siempre viene acompañada por la traición a una causa. Está claro que hay un núcleo de gente vegetariana cuya opción de vida procura el bienestar animal. Sin embargo, también hay quienes cortan con el carnicero por razones de salud.

Este fue el caso de Luis Protti, un chef quien en el 2007 dejó de comer carne, y durante dos años empezó a caminar del vegetarianismo hacia el veganismo, cuya dieta prohíbe cualquier alimento con proteína animal, como el queso, los huevos y la miel. Luis cuenta que cuando tomó la decisión de abandonar los productos de origen animal, no se sentía bien de salud ni anímicamente.

“Además, por aquel entonces empezó toda una movida de información sobre la mala calidad de la producción de carne; esas razones pesaron para que yo empezara con la comida vegetariana”, cuenta el chef.

Aquella fue la misma motivación que operó en Priscilla Aguirre, una artista de 41 años de edad. Un médico naturista le recomendó que dejara el pollo y el cerdo para tratarse las alergias y algunos malestares estomacales. Sin embargo, ella decidió apostar el todo por el todo y eliminar cualquier tipo de carne de su alimentación.

Finalmente, sus males no desaparecieron por su dieta, pero Priscilla sí sintió que la ayudó a hacer una “limpia” de su organismo.

La diseñadora cuenta que aquellos fueron meses muy difíciles. Solía investigar mucho sobre las propiedades de las “leches” o “carnes” hechas con productos vegetales, pero el exceso de información más bien empezó a confundirla, pues también habría encontrado perjuicios que estarían asociados a estos alimentos.

“Fui donde otro doctor y me recomendó que dejara de leer tanta cosa, porque si seguía así iba a terminar sin comer nada. Entonces fue cuando volví a comer carne y mi familia me lo agradeció mucho”, dice Priscilla.

Jimena Larraguivel tuvo una vivencia distinta. Su renuncia a la carne fue motivada por el sufrimiento animal; pero su activismo no paraba ahí, sino que durante su época universitaria mantuvo un estilo de vida ecológico y anticonsumista: “En esa época, no solo dejé de comer animales, tampoco tomaba gaseosa, no comía nada en empaque tetrabrick ..., fue una época de sacrificio fuerte”.

Jimena, una comunicadora de 33 años de edad, fue flexibilizando sus hábitos alimentarios después de terminar la universidad. “En la U tenía más oportunidad de prepararme la comida, pero cuando empecé a trabajar empecé a sentir que no me estaba alimentando bien”.

Comenzó a comer mariscos y pescado, y luego siguió con el pollo. “Después, una vez salí a comer con mi novio –que ahora es mi marido–, y él ordenó un filete con salsa de hongos. Le pedí un pedacito, pero yo me quería comer todo el filete. Recuerdo que me dio cero cargo de conciencia, ni un poquito”.

Andrea Touma, por el contrario, sigue creyendo en el veganismo como una forma de aminorar el sufrimiento animal. Ella es una publicista de 34 años, y cuando vio el documental contra el maltrato animal Earthlings , supo que no podría consumir carne nunca más.

Por ello le fue tan difícil volver a hacerlo.

Tras dos años de vida vegetariana, sintió que no le quedaban opciones para balancear una dieta saludable con un trabajo demandante que le dejaba poco tiempo para preparar sus comidas.

“Yo creo en el bienestar animal, pero todo el sistema funciona de manera carnívora, y ser vegetariana es luchar siempre contra la corriente”, relata.

No tan carnívoros

La renuncia a la carne también trae ganancias, porque obliga a las personas a experimentar y descubrir.

Luis Protti rompió su dieta vegetariana en Perú. Aquello fue a finales del 2008 y, como cocinero, le era imposible viajar a este país y no probar su variedad de carnes y mariscos.

“Lo primero que comí fue un ceviche, preparado en el momento en un ‘chinchorro’ en Lima; un ‘chinchorro’ maravilloso”, recuerda.

Actualmente, Luis es asesor culinario para el centro de yoga Blue Spirit, en Nossara, Guanacaste, donde el 90% del menú es vegetariano. Él considera que su experiencia con este tipo de dieta ha enriquecido profesionalmente su cocina.

“Yo pasé por eso, y sé qué necesita un vegetariano, cuáles son sus carencias, lo complejo que es llenarles ese vacío”, reflexiona.

La artista Priscilla Aguirre también piensa que regresó del vegetarianismo con una cuchara más rica. “Con este proceso conocí muchos ingredientes; la cocina en mi casa ahora tiene muchas variantes: pestos y platos más elaborados, con verduras y granos”.

En cuanto a las preocupaciones por la calidad de la carne, Luis Protti dice que se abastece con un carnicero de confianza, él mismo cocina el 90% de la carne que se come y, el resto, la consume de mano de cocineros amigos que tienen el mismo cuidado “de la carne tratada con cariño”.

“Me percaté de que hay formas de consumir lácteos y carnes de forma saludable, y cuyos procesos son apropiados con el medio ambiente”.

Andrea Touma dice que trata de comer carne pocas veces por semana, muy poca carne roja y más “pollito a la plancha y pescado”.

Este es el tipo de dieta que promueve Mark Bittman, el escritor principal en gastronomía de The Times Magazine . Él reconoce que para los veganos y vegetarianos de hueso verde no hay tal cosa como un vegetariano por ratitos.

Sin embargo, en un artículo publicado en The New York Times , insiste en que se debería aspirar a convertirse en un “flexitariano” (o vegetariano flexible).

El escritor recuerda que algunas sociedades de cazadores y recolectores no veían el consumo de carne como una rutina, sino como una ocasión de fiesta.

“Muchos platillos que contienen productos animales pueden ser hechos sin ellos, y originalmente han sido hechos sin ellos, sobre todo por su carestía. El problema para la mayoría de gente en los países desarrollados no es la falta de oportunidades para comer productos animales, sino su superabundancia”, dice.

¿Qué más da no comer carne hoy? ¿Qué más da no comerla tampoco mañana? La necesidad de sustituir puede abrir sus horizontes.

Los omnívoros podríamos aprender de quienes fueron y volvieron del vegetarianismo. Hay vida después de la hamburguesa y, según cuentan, podría ser más sabrosa.