El modelo de una piñera fuera de serie

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Entrar en la propiedad de la piñera La Flor Agroindustria, en Río Cuarto de Grecia (Alajuela) es como ingresar a una pequeña reserva natural. Hay un sendero rodeado de árboles nativos, dos lagos con caimanes de la zona y espacios verdes que se abren hasta llegar a la casona que, antiguamente, albergó lo que primero fue una finca ganadera: La Flor.

Ya después aparecen ante la vista las extensas plantaciones de MD2, una de las variedades de piña más apetecidas por los mercados extranjeros, especialmente el europeo.

La Flor Agroindustria es una empresa 100% propiedad de costarricenses, considerada por la Cámara Nacional de Productores y Exportadores de Piña (Canapep) como un modelo a seguir para el resto de cultivos del país. Es la primera empresa piñera carbono neutro en el mundo, líder en la zona de campañas de reforestación y protección de mantos acuíferos, con una nutrida colección de certificaciones por sus buenas prácticas agrícolas.

De las 1.000 hectáreas propiedad de esta piñera, 360 están protegidas. Una de sus principales inversiones es la protección de cinco nacientes de agua que abastecen a unas 1.200 personas. “Es una finca muy viva”, resumió su gerente general, Álvaro Chain.

Tiene a su cargo 230 colaboradores, la mayoría costarricenses (60%), pero también un 40% de extranjeros a quienes ha ayudado a mantener su condición de legales gracias a convenios para actualizar su cédula de residencia mediante planes de ahorro en la Asociación Solidarista de la empresa y con ayuda de Migración.

Pero La Flor no siempre ha trabajado bajo ese esquema. En los últimos dos años, ha vivido una transformación que la llevó de ser una finca piñera tradicional (con un administrador de finca a cargo de todo), a un modelo empresarial con gerencias al servicio del área de producción. Hoy su filosofía incluye componentes económicos, ambientales y de producción. “Teníamos que buscar diferenciarnos. Si bien producíamos piña, debíamos ponerle un apellido”, comentó Carlos Gamboa, gerente de operaciones.

“En las fincas tradicionales, el administrador maneja desde la compra de un kilo de clavos hasta el envío del contenedor al puerto. En esa visión tradicional, no importaba cómo, pero había que producir”, explicó Rafael Zúñiga, uno de los cinco gerentes de la compañía.

A finales del 2010, se tomó una decisión visionaria al integrar un equipo gerencial de trabajo responsable de toda la transformación: de una piñera tradicional a una empresa agrícola profesional. Y el encargado de liderar este cambio ha sido Álvaro Chain, quien hace unos años trabajó como director de Procomer para América Latina.

“Esto se debe hacer si se quiere permanecer en el negocio de una manera sostenible”, recalca Chain. De esto se han beneficiado cinco comunidades vecinas: La Flor, La Tabla, Santa Rita, Santa Isabel y La Españolita, las que han recibido las ventajas de numerosos proyectos sociales. No en vano, La Flor ha recibido reconocimientos y certificaciones de Global GAP, Primos LAB, Rain Forest Alliance y el certificado de Carbono Neutro.

La finca tiene un corredor de 20 hectáreas que, debido a la inclinación del terreno, se decidió conservar para proteger las nacientes. Solo en esa zona, se dejaron de recibir $750.000 en producción de piña con tal de mantener a salvo el agua de alguna posible contaminación. Esta área de influencia de las nacientes está protegida con cerca, se ha propiciado la regeneración natural de las especies de flora y fauna, y hay arborización en sitios abiertos con especies nativas como el lorito, el ceibo y el sotacaballo.

“Hasta el momento, la finca ha sido ejemplar. Ha sido una bendición porque no solo da trabajo sino que aporta a la comunidad de La Flor y La Tabla. Nunca hemos sufrido problemas de olores. Yo, que siempre he vivido aquí, nunca se ha escuchado decir algo malo de la finca”, aseguró Rosa Ángela Solís Zúñiga, vicepresidenta de la Asociación de Desarrollo Integral de La Tabla.