El hula hula gira y gira en San José

Un gimnasio se halla compactado en un ARO BICOLOR que, a punta de movimientos de cintura, balancea energías y elimina estrés.

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Acaricia las caderas y las envuelve en una espiral casi sideral, con ritmo, elegancia y suavidad. Sube al pecho, se balancea, tiembla hacia abajo, tiembla hacia arriba, regresa a los terrenos del ombligo, se estabiliza, se empodera.

Cae a las rodillas, allí flota como uno de los anillos de Saturno. Cuando parece que se precipita al suelo, concentra energía y, en un impulso, regresa hasta el ecuador del cuerpo, que se mueve libre en movimientos giratorios que gritan en silencio y con acento francés: hula hula, ulalá ...

Son las 11 de la mañana y el Jardín de Paz de San José ha sido invadido por individuos de todas edades, sonrisas y peinados que parecen formar un colectivo revolucionario que tiene como músculo combativo el movimiento pélvico.

Biólogas marinas, pasteleros pensionados, artistas plásticas, escolares, universitarias y hombres sin oficio conocido, todos hipnotizados, tambalean en sus cuerpos aros bicolores y tricolores de plástico reciclado, inspirados en una música electrónica house –también hipnótica– que los hace sentirse como dentro de una burbuja de jabón.

Todos ellos están cautivados con el hula hoop (o hula hula, como lo conocemos en Costa Rica). Es un amor confeso todos los sábados en el festival Enamorate de tu ciudad , que se desarrolla en el cantón central capitalino.

Allí, con la Escuela Metálica de fondo y con beats de DJ’s profesionales que hacen enmudecer el bullicio de los carros, liberan energía, generan endorfinas y armonizan los músculos de sus cuerpos, todo esto por medio de movimientos geométricos de pura libertad.

De la tribu urbana del hula hula, una chica sobresale como político en mitín de pueblo, no por su discurso, sino por su arte rítmico. Parece que el aro es una extensión de su cuerpo. Se llama Marisol y su sonrisa es un sol pese a la amenaza de lluvia que pone oscuro el cielo josefino.

Es una experta del hula hula; hasta clases da, mas fue hace solo un año que descubrió su pasión. No fue amor a primera vista, pero el encanto sí fluyó de modo natural, orgánico, con la química que todo romance verdadero debe presumir de tener.

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“En realidad vine a ‘hacer feo’ con una amiga que me trajo”, recuerda bañada por la llovizna del invierno tropical. “Yo era muy tímida, no quería que todo el mundo me viera, pero me fueron impulsando... Al día siguiente, compré un aro propio”, cuenta. Ahora todos los días, al menos por una hora, practica el hula hula.

Ha bajado más de 10 kilos y está más bonita que antes, dice su mamá, Emilia, quien, al igual que Marisol, está enamorada del hula hula.

Para la hija, la esencia del hula hula está en relajarse y disfrutar aprendiendo y perfeccionando maniobras (en el cuello, en las caderas, en el pecho, en un brazo, en el otro, con dos aros...); para la madre, los beneficios se hallan en ejercicio del cuerpo, en la activación y terapia que este pasatiempo genera en la columna y las rodillas.

La edad no es importante. Marisol Amador tiene 29 años y Emilia Carballo, 56. Pero llegan adolescentes y gente de edad avanzada. Hasta un bebé, que aunque no le hace aún al hula hula, es cargado por su padre mientras este gira el aro en su cadera.

Adultos mayores como Miguel Carvajal, quien lleva 70 años sobre sus hombros y disfruta de una envidiable condición física, llega a mover su cintura. El hula hula le rodea el cuerpo mientras él camina, saluda y le da el brazo a otros “hula-hulafiebres”. Lo hace ver fácil, muy fácil.

“Es una cuestión de constancia, el cuerpo va encontrando el ritmo, se va adaptando”, dice el señor, vecino de Coronado, quien presume de su buena salud gracias, en parte, a este pasatiempo.

Toda una terapia

La buena salud es, de hecho, un ingrediente clásico e inseparable del hula hula.

Mary Bernard enumera sus beneficios: estimula y masajea el cuerpo, despeja la mente, aumenta reflejos y equilibrio y mejora la circulación ( ver recuadro ).

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Esta estadounidense que se siente costarricense tiene 11 años de residir en el país, y es la cocreadora de Hoopnosis Costa Rica, una pequeña organización que desarrolla talleres de salud ocupacional, recreativos, y de manejo de equipo empresarial, en los que el hula hula es el eje principal.

“Hacemos dinámicas para eliminar estrés, unir grupos, mejorar la concentración. Es salud laboral”.

Mary es la encargada de la actividad que todas las semanas se desarrolla en San José, en el marco de Enamorate de la ciudad. Cuenta que, cada sábado, unas 200 personas toman un hula hula para intentar soltar la cadera entre risas y esmeros.

“El hula hula pone tus energías en balance, tu cuerpo en armonía, desarrolla conciencia del cuerpo, provoca una transformación física y mental. Es todo un gimnasio en un aro”, enfatiza la experta.

Lo mejor de todo es que cualquiera puede disfrutar del hula hula; no se requiere ser gimnasta rítmico ni acróbata del Circo del sol para dominarlo.

El único requisito es intentarlo y, de paso se disfruta. Eso está casi garantizado.

Marisol, la chica experta de la sonrisa en la llovizna, aconseja a todos aquellos que quieren aventurarse a disfrutar del hula hula: “No hay que estresarse porque se caiga el aro. Si hay angustia, se acaba la magia... Mejor jueguen como si fueran niños, vengan a jugar con nosotros”.