El amor a pedir de boca

Besar es más que una experiencia de placer entre dos amantes; es también UN EXAMEN QUÍMICO para la reproducción de la especie.

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El beso pasional, el francés, el que arrebata el aliento y llena las pantallas de cine. Ese que anhelamos cuando alguien nos gusta, el del suspenso cuando se trata de la primera vez, ese que lanza al suelo la cortina del decoro social y nos recuerda nuestra base biológica, lo instintivo. Ese beso que censuran los restaurantes con sus cartelitos de “se prohíben las escenas amorosas”, el mismo que nos acelera el corazón, nos pone a sudar las manos, agita la respiración, nos eleva la temperatura corporal y les da brillo a los ojos. El que suspende el tiempo... el que idealizamos tanto... ¿dónde y por qué surgió?

El zoólogo británico Desmond Morris en su obra La mujer desnuda , publicada en el 2004, nos recuerda a todos nuestro vínculo con mamíferos y primates. Ante el espejo de la biología, nos arrancó pelucas, anillos, corbatas y pedigrís para enfrentarnos con nuestros parientes, los homínidos de dos millones de años atrás.

La historia del origen del beso apasionado no es romántica pero demuestra cariño del verdadero, aunque arruguemos la cara al leerla.

De acuerdo con Morris, cuando los amantes juntan sus labios abiertos y comienzan a sondear el interior de la boca del otro con su lengua, están realizando una acción que rememora tiempos primitivos.

“Antes de que existiera la papilla de bebé, las mujeres tribales, tras destetar a su cría, solían introducirles los alimentos sólidos masticando previamente la comida en sus propias bocas. Luego las unían para compartir la comida”, explica Morris. Para el zoólogo, la forma de sondear con la lengua el alimento, quedó asociada de forma indeleble con un acto amoroso.

Volver la mirada al pasado para encontrarle sentido a una acción como esta no es exclusivo de la zoología. El creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, vinculaba el placer del beso con la etapa en la que el bebé reducía su mundo y sus placeres al calor y el sabor de la leche materna y el pecho de su madre.

Placentero examen

Pero ¿qué dice la medicina sobre la función actual del beso? ¿Es solo una droga que nos ayuda a sobrellevar los rigores de la vida con los placeres de la sensualidad y el amor?

Desde el punto de vista de la medicina, el beso apasionado es, en realidad, un examen de vida que puede definir una elección de pareja en términos biológicos, pero es tan divertido que no nos damos cuenta de que nos están evaluando como lo haría un veterinario con un semental en una feria ganadera.

Viene siendo algo así como un examen de bachillerato al que uno asiste como si fuera la fiesta de graduación. Lo que sucede es que al besar, el cuerpo está capacitado para evaluar las características del sistema inmunológico de la pareja.

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De acuerdo con Sheril Kisherbaum, autora del libro La ciencia del beso , las mujeres son atraídas por los hombres cuyos genes de inmunidad son distintos a los propios.

La razón es que las personas con mayor diversidad genética pueden tener niños más fuertes y saludables, con un mejor sistema inmunológico. Y el cerebro femenino es muy estricto en esta evaluación.

¿Cómo se logra esa evaluación? Eso lo explica la neuropsiquiatra Louann Brizendine, en su libro El cerebro masculino , al detallar que la saliva contiene moléculas de todas las glándulas y órganos del cuerpo, así que un beso con lengua indica el aroma característico de la otra persona. Cuando uno besa, la información de la salud y los genes de la pareja se almacenan en el cerebro.

“Si la pareja tuviera genes similares a los suyos, y el beso supiera amargo, se habría roto el pacto sexual”, dice la neuropsiquiatra en su libro.

Brizendine explica que, para los hombres, dar besos húmedos es muy importantes porque su saliva contiene altos niveles de testosterona, una hormona que activa el deseo sexual en la pareja.

“Los científicos han descubierto que existe abundante testosterona bioactiva en la saliva del hombre, tanta que puede activar el centro de excitación del cerebro femenino... Por eso, un beso en que se introduce la lengua puede llevar al acto sexual”, precisa Brizendine.

Fiesta de hormonas

Una de las hormonas asociadas con el enamoramiento, y que se libera en el cerebro con el beso, es la oxitocina. Los científicos le ponen mucha atención a esta hormona porque está vinculada al parto y la lactancia, pero también sirve para crear lazos duraderos en las parejas y generar empatía y confianza con otras personas.

De acuerdo con Gareth Leng, científico experto en el cerebro, de la Universidad de Edimburgo, esta hormona actúa cambiando las conexiones de los miles de millones de circuitos cerebrales. Es una especie de interruptor central que abre nuevos patrones de interacción en las células nerviosas.

Su colega Brizendine lo define con adjetivos más cotidianos. Ella describe a la oxitocina como “la hormona que encuentra placer en ayudar y servir”. La compara con un gato ronroneante, providente. Es como el hada buena de El Mago de Oz .Se lleva bien con otras tres hormonas que también se liberan con el beso: la vasopresina (hormona masculina socializante), y la dopamina (sustancia que hace sentir bien al cerebro).

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Si todas ellas logran que baje el nivel de cortisol, que es la hormona del estrés, el beso puede ser, además de útil para el cerebro, un acto muy placentero y relajante.

El placer de un beso

La razón es que todo en el beso está diseñado para el placer. El médico y divulgador científico Pedro Gargantilla, en su artículo “El placer cerebral del beso”, explica que los labios tienen tantas terminaciones nerviosas que mandan información a una porción del cerebro enorme, aún mayor que la relacionada con los genitales.

A esto se añade que se liberan sustancias químicas que producen placer, tales como la dopamina, la noradrenalina y la feniletilamina. La oxitocina crea una especie de “adicción cerebral” que contribuye al deseo de besar a la pareja una y otra vez.

Todo este placer está relacionado con la salud: algunos estudios vinculan los besos con la reducción de la caries y el fortalecimiento del sistema inmunológico por el intercambio de bacterias. Lo anterior, aunado a los beneficios emocionales y de bienestar que produce el besar.

Claro está, también existen algunas enfermedades como la mononucleosis que se transmiten por la saliva; no en vano se le ha llamado a esta “la enfermedad del beso”. Se trata de una infección viral que causa fiebres altas, fuerte dolor de garganta e inflamación de los ganglios.

Si bien no hay estudios contundentes que aseguren con certeza que los besos alargan la vida, sí está claro que ese instante apasionado logra detener el tiempo y hace que dos amantes se sientan –aunque sea por algunos segundos– eternos.