Duquesa de alba: La noble irreverente

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Si yo me caso que sea a los 85 años, como la duquesa de Alba. Cayetana (digámosle así, que fue el favorito de sus 25 nombres) siempre me generó una tremenda admiración. Fue de esas mujeres con las que me hubiera gustado tener un selfi solo porque seguramente ella habría hecho alguna mueca para la foto. Lastimosamente, el selfi nunca fue porque yo estoy lejos de la aristocracia española y, sobre todo, porque la duquesa nos dejó el pasado 20 de noviembre, a sus 88 años.

Duquesa de Alba (1953-2014), aristócrata española que falleció el 20 de noviembre. (Daniel Solano)

Siempre hizo lo que le dio la gana. Siempre Cayetana, siempre llenando los periódicos rosa de España, siempre noticia, siempre joven, siempre sevillana, siempre Cayetana. Deseé haberla conocido y eso que acumuló suficientes méritos para haberla odiado, pues representa todo lo que mi ideología me impide aceptar: ser parte de la aristocracia, que exista la aristocracia, poseer una riqueza ridículamente exuberante solo por haber nacido con suerte y tener exenciones de impuestos a pesar de que los puede pagar más que nadie. Aun así, Cayetana es de las mías, y me gusta creer que yo soy de las de ella.

Bailó tanto como pudo, evitaba los tacones por incómodos, se vestía como se le antojaba (lejos de la típica imagen de la nobleza europea tradicional), se peinaba según su ánimo, evitó los tintes para el cabello, hacía favores a los pobres, era amante de los perros, nunca rechazó a un camarógrafo o fotógrafo y atendía con amistad a los periodistas. Cayetana de mis amores.

Ella siempre estuvo ligada al arte: la Casa de Alba es propietaria de una de las colecciones artísticas más grande de España, dedicó varios de sus años a la pintura y se dio el lujo de rechazar ser retratada por un tal Pablo Picasso.

Era honesta y nunca le gustó posar como modelo. Lo hizo una vez para el pintor español Ignacio Zuloaga, en una famosa obra donde la duquesa está sobre un caballo. Eso sí, ella misma reconoció que durante la sesión se movió mucho más que el animal. Como pintora, llegó a describir su estilo como impresionista tirando a naíf. En realidad, pintaba lo que le salía, hasta que abandonó la actividad cuando se le paralizó la mano derecha tras la muerte de su segundo esposo.

Entrando en materia de amor, Cayetana es mi heroína, amó a quien quiso y tanto como quiso. Se casó tres veces, la primera con un ingeniero industrial que le recomendó su padre. Enviudó. La segunda en 1978, con un exsacerdote jesuita e hijo de una madre soltera, provocando un gran escándalo, que pareció darle lo mismo a la duquesa. Enviudó y se volvió a enamorar.

Cuando todos pensaron que era una broma, resultó ser cierto. Alfonso Díez, de 61 años (24 años más joven que Cayetana), de pelo claro, ojos verdes, alto y discreto se casó con la duquesa el 5 de octubre de 2011, ante la mirada de los medios de comunicación. Fácil no fue. Tuvieron que callar rumores, poner demandas y repartir la herencia en vida para que los hijos no impidieran el enlace.

En los años de matrimonio se le vio feliz, caminando de la mano con Díez, disfrutando del arte que tanto la apasionó, recorriendo países, vistiendo a su manera, viviendo tal y como siempre decidí vivir: como le dio la gana. Cayetana, siempre Cayetana.