Discoteca Leonardo's: Todo tiempo pasado fue mejor

Afuera era 2017, pero dentro del edifico Centro Colón era 1980. La discoteca Leonardo’s reabrió solo por un día y el recuerdo reventó parlantes y corazones; la tarde del 5 de marzo viajé a un universo paralelo que cobró vida a punta de decibeles y nostalgia

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No habían pasado ni cinco minutos y ya tenía ganas de llorar. Sentía las pupilas dilatas porque todo lo que miraba era droga para el cerebro.

Sentía euforia emocional acompañada de mucha confusión. Estaba en un lugar oscuro y caluroso. El espacio para moverse era estrecho. Me rodeaban desconocidos que estaban sudados y en trance. Sin pudor, subían los brazos con furia. Todos me miraban desconcertados.

Estaba en un universo paralelo, que cobraba vida a punta de decibeles y nostalgia.

El 5 de marzo, el club Vértigo en Paseo Colón, San José, recibió aproximadamente a mil personas durante la actividad Tarde juvenil 70's 80’s, en recuerdo a la legendaria discoteca Leonardo's y que al final celebró, principalmente la época de 1980.

Generalmente este bar hospeda eventos de música electrónica o los famosos Fyah Red donde se consume reggae y de todo un poco.

Pero ese domingo fue –para variar, casi como un milagro, como una obra divina del más allá– un domingo atípico.

La idea de realizar el evento en Vértigo nació del Dj Carlos Piedra y de Mauricio Alvarado, quien dirige y produce el programa de radio 80’s y más, el cual se transmite todos los domingos de 8 p. m. a 10 p. m. a través del canal de música VM.

"En donde ahora está Vértigo quedaba la discoteca Leonardo's. Entonces eso era el principal atractivo", me explicó Alvarado.

Mauricio también me dijo que las Tardes juveniles (fiestas en donde un Dj pone música de los 60, 70, pero especialmente de los 80) se llevan a cabo regularmente en distintos bares pequeños con la idea de ir tanteando la respuesta del público. Además, para mantener vivo el recuerdo.

Cuando se dieron cuenta de que la asistencia a estos eventos era constante y fértil, decidieron hacer uno más grande, pero sobre todo significativo, y por eso ese domingo el club Vértigo desapareció, y a cambio resurgió Leonardo's, un bar de los 80’s emblemático para quienes pasaron ahí sus años mozos.

Doble carril

Eran las dos de la tarde. La calle del Paseo Colón estaba desértica de tránsito. Los domingos se lleva a cabo la actividad 'Domingos familiares sin humo', una iniciativa de la Municipalidad de San José.

Cuando esto pasa, esa carretera –por lo general congestionada– se convierte en un campo traviesa de inflables, familias almorzando en las aceras y niños correteando en pañales.

Pero muy cerca de todo eso, afuera del edificio Centro Colón, sí existía una gran presa. Filas y filas en doble carril de tránsito humano comportándose como suele suceder en una presa en hora pico. Alaridos, chiflidos, desesperación. Sin exagerar, cualquiera pensaría que esa gente esperaba para entrar al concierto más importante de su vida. O al evento más importante de su vida.

Sin exagerar: eso era lo que hacían.

Una hora después, esa fila monumental solo seguía aumentado. Era un bloque inmenso y corpulento de personas ansiosas por ingresar a Vértigo. Pero en la entrada, un guarda de seguridad parecía haber dejado la simpatía en su casa, además de los modales.

Había olvidado también que estaba tratando incluso con algunos adultos mayores, y que a estos no se les empuja, no se les irrespeta, pero sobre todo, no se les niega minutos de felicidad.

Hubo quienes entonces comenzaron a chiflar dentro del inmueble porque la fila no avanzaba. El eco respondía con más chiflidos. Berrinches iban y venían. Las señoras me tomaban del brazo para darme quejas que escuchaba a medias, porque tenía el otro brazo ocupado atendiendo más quejas.

Yo no entendía que pasaba; mucho menos comprendía la angustia y la desesperación por ingresar. Jamás imaginaba lo que allí dentro sucedía.

Noche 'boogie'

Entré. La primera canción que escuché fue Celebration de Kool & The Gang. La banda sonora que resonó en mi cabeza toda la noche y días siguientes.

Yo nací en 1990 y hasta un par de décadas después, descubrí la música que me hace sobrevivir. Ahora tengo 26, y me siento obligada por mi juventud a ir a bares. En algunos ponen música vieja y en otros no.

Pero hasta ese domingo, nada de lo que había visto había calado tanto en mí. Es más, hay ocasiones en las que después de salir, me invade el arrepentimiento al pensar que tal vez hubiese sido mejor quedarme en casa, no gastar plata, no pasar frío. Tengo la leve sospecha de que esto nadie nunca lo pensó en los 80's.

En las gradas, medio inerte del shock al ver todo lo que veía, me cuestioné porqué iba a esos bares donde la luz que nos ilumina es la de los flashes de los celulares y no la de bolas de disco. Odié no nacer en los 80. Y todavía no había visto nada.

Mi papá está muerto y mi mamá no baila; parecido. Entonces, cuando por fin pude adentrarme en el bar entendí por qué no podía dejar de llorar. A mi alrededor, señores y señoras (papás y mamás) le sacaban el dedo del centro a su edad, a las enfermedades que hacen los huesos traquear, y al paso del tiempo.

Hace unos días hablaba con unos amigos de que a veces la única forma que tenemos para sentirnos vivos es movernos. Pocas cosas pesan tanto como un cuerpo sin alma. Entonces ahí dentro, no me sentí rodeada por personas, sino por espíritus atemporales, sanando junto a Michael Jackson, Diana Ross, ABBA o The Trammps.

Nadie la estaba pasando mal. Nadie estaba preocupado por el sudor que derretía la cala y el rímel. Nadie miraba el reloj. Nadie se detenía a pensar. Era como estar en medio de un mar después de una tormenta fatal, yo trataba de caminar hacia la derecha, pero me iba hacia la izquierda. Me movía porque ellos se movían, y a los minutos entendí, que para poder sobrevivir entre mil personas, tenía que dejarme llevar.

Comencé a bailar con Anita Mora, de 65 años. "No me acordaba de la última vez que bailé. Ni siquiera pensé que iba a volver a tomar cerveza", me dijo mientras sonaba Eye of the Tiger de Survivor. Anita no estaba sola, llegó con las vecinas.

Durante la semana asisten a cursos de tejidos o a clases de natación, y comentan sobre sus hijos o sobre lo difícil que es el estilo mariposa. Pero se aburren. Anita lo confiesa. "Los adultos mayores pasamos muy solos, y está bien pero no sé, es como que a la gente se le olvida que alguna vez fuimos jóvenes y yo sé que estoy vieja pero todavía me gusta bailar".

'Born to be wild'

Todo lo que sucedió ese miércoles, esa sensación de estar en un lugar mágico, tiene una explicación.

La musicoterapia, una aplicación científica del arte de la música y la danza con finalidad terapéutica y preventiva, es capaz de recobrar los recuerdos de pacientes de Alzheimer, por ejemplo.

En el documental, Alive Inside: A Story of Music & Memory, Dan Cohen, un trabajador social lleva iPods a pacientes con esa enfermedad. Con estos dispositivos, los pacientes pueden escuchar música que fue significativa durante su juventud, y así recordar.

Por ejemplo, el documental muestra a Henry Dryer, quien tiene más de 90 años de edad y padece Alzheimer. Henry no se mueve, no habla, no reacciona y según las enfermeras, no recuerda. Pero cuando Cohen le pone la música de sus 20's, al músico de jazz Cab Calloway, Henry cobra vida, y baila, y canta y llora y comienza a contar eventos de su pasado que estaban adormecidos en algún rincón de su memoria.

Los expertos dicen que Henry a través de la música recuperó su identidad. Y Henry dice que la música le dio el "sentimiento de amor".

Esa noche en Vértigo todos eran Henry. Todo era amor. Y todos rescataron sus recuerdos. Durante toda la noche la barra se mantuvo llena. En la pista se creaban círculos en los que era mandatario participar y mostrar los mejores pasos de baile. El flujo de energía y euforia no decaía.

En el baño de mujeres, las señoras se arreglaban el cabello, se pintaban de nuevo los labios, pero sobretodo recuperaban el aliento. En algunas partes del bar se encontraban grupos enteros de colegios que se reunieron después de años de no verse. Cientos de amigos se pudieron saludar de nuevo.

Luego sonó Born to be wild de Steppenwolf y todo se salió de control. Eran como las cuatro de la tarde, apenas. Aun nos faltaban cuatro horas más.

"Nacimos para ser salvajes", dijo el Dj Carlos Piedra, quien junto al Dj Cristian Reyes se encargaron de poner los acetatos a sonar.

No vi a nadie de mi edad allí dentro, no descarto que lo hubiera, pero desde mi singular perspectiva no podía entender como nadie estaba cansado. Nadie estaba cansado.

Born to be wild era todo lo que esas almas necesitaban escuchar para desempolvar el sentimiento de ser expulsados al espacio, de subir una montaña, el de no querer morir.

Aquello era una fusión de pensionados, señoras atravesando la menopausia, abuelitas, caballeros, familias fiesteras, damas elegantes, amigos de toda una vida, primos y tíos, solteros y cuarentones, mujeres atrevidas, era todo. Era una época. Era un mundo maravilloso del cual los jóvenes estamos privados.

Piedra fue el Dj de Leonardo's en 1980 y cuenta con bastante experiencia, ya que cuando esa discoteca cerró continúo poniendo música en otros clubs similares de la época.

Entre él, Mauricio Alvarado, y Reyes decidieron curar un playlist que transmitiera el ambiente de la época. Pero fácil fácil no fue.

"La música que se ponía en Leonardo’s no era comercial. No se escuchaba siempre en la radio. Eso era parte del encanto. Todos esperaban esa noche para bailar música que nunca habían escuchado. Si comparamos el boom musical de los 80's con la música de ahora hay una gran diferencia.

Lo que se escuchó ese domingo fue música tocada por personas, no por máquinas (como en la actualidad). Entonces tenía un sentido humano. Y eso se hace ver en la gente y en como se transmite. Uno escucha una canción de Michael Jackson y los tobillos se mueven solos", me aseguró Piedra, quien tuvo varios momentos emotivos.

"Me pasó que tuve que correr hacia mi esposa, ella estaba sentada. Me le senté en los regazos y me solté en llanto. Porque de verdad no podía creer todo lo que estaba viendo. Había gente ahí dentro que tenía años de no bailar", recordó Piedra.

Una de esas personas era Kattia Castro, de 42 años. Desde que entré Kattia me llamó la atención, tal vez porque exhumaba una libertad de la que no creo gozar. Llegó sola. Había comprado la entrada desde hace mes y medio.

Kattia vive en Alajuelita y es ama de casa. Está buscando trabajo pero no le ha sido sencillo encontrar. Los domingos no tiene mucho que hacer, así que cuando supo del evento sintió una chispa que pensó que se había extinguido hace años.

"La verdad llegué sola porque soy bien deschavetada. Nada me atrasa. Vi gente muy arreglada, como yo, por eso me sentí bien. Esto de buscar trabajo es muy duro, entonces fue bueno poder distraerme un rato. Hasta calentura me dio, pero valió la pena. Tenía 20 años de no bailar".

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