Crónicas caníbales

Tras el incidente de hace 15 días, en que un sujeto fue descubierto comiéndole el rostro a un indigente en Miami, salieron a la luz, como en cadena, otros actos caníbales dignos de una película de terror.

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La confesión fue aún más dantesca que la cabeza humana encontrada. Alexander Kinyua admitió a la Policía haber asesinado a su compañero de dormitorio, para ingerir su corazón y porciones de su cerebro.

Kinyua, de apenas 21 años, era estudiante de ingeniería en Morgan State University en Baltimore, Estados Unidos, pero estaba a punto de ser expulsado debido a una serie de problemas de disciplina, entre ellos, un ataque violento a un alumno de ese mismo centro de estudio.

Todo apuntaba a que algo andaba mal con el joven, incluso en su perfil de Facebook hizo comentarios sobre realizar sacrificios humanos, pero nadie se imaginó nunca que cometería un crimen del calibre de Hannibal Lecter, personaje de ficción inmortalizado por Anthony Hopkins, en El silencio de los inocentes, donde representó a un sádico asesino caníbal.

Alexánder fue denunciado por sus familiares, luego de que su hermano encontrara una cabeza y manos humanas en unos recipientes de metal cubiertos por una sábana en el cuarto de pilas, en la casa de sus padres. Cuando se le increpó, el asesino dijo que eran restos de animales, pero nadie creyó esa versión.

Una vez detenido, Kinya llevó a la Policía a un templo bautista en Trimble Road, para mostrarles el contenedor de basura donde estaba el resto de las partes del cuerpo de Agyei-Kodie, su víctima, de 37 años de edad.

Este suceso salió a la luz el viernes pasado, solo cinco días después de que un sujeto fuera descubierto comiéndole el rostro a un indigente en plena vía pública de Miami.

Un corredor fue quien presenció el acto, justo en una rampa del transitado viaducto McArthur, que conecta el centro de la ciudad con Miami Beach, y llamó de inmediato a la Policía.

Al arribar al lugar, las autoridades vieron a un hombre desnudo, eufórico y enloquecido, metiéndole mordiscos en la oreja y el pómulo a otro sujeto. Le ordenaron que se detuviera, pero el agresor solo interrumpio su ataque para gruñirles en son de amenaza a los oficiales, y luego seguir devorando la cara de su “presa”.

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Finalmente fue abatido a tiros, mientras que la víctima fue internada en el hospital donde aún se recupera, tras haber perdido el 75% de su rostro.

Aunque todavía se investiga lo sucedido, la hipótesis más fuerte es que Rudy Eugene , apodado “el caníbal de Miami” en los medios de prensa y en las redes sociales, actuó bajo los efectos de una poderosa y nueva droga , conocida como “sales de baño”.

Tal sustancia, como el LSD, contiene metilendioxipirovalerona (MDPV), una droga alucinógena, de aspecto y efectos similares a los de la cocaína sintética.

La cadena de televisión ABC reveló declaraciones del Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos, donde se detalla que las sales de baño aumentan la temperatura corporal, provocan dolores de pecho, aumentan la presión arterial y el ritmo cardíaco, y causan agitación, alucinaciones así como paranoia...

Dicha droga puede conseguirse en las calles estadounidenses hasta por $20.

En video y a la venta...

Esta misma semana, para seguir con las crónicas de terror, la Interpol capturó en Alemania al canadiense de 29 años, Luka Magnotta , acusado del asesinato de Jun Lin, un estudiante de 33 años, en la Universidad Concordia, en Montreal.

Magnotta, conocido actor de películas pornográficas, subió a Internet un video en el que se veía cómo acababa con la vida de Lin con un picahielo. Después descuartizó el cuerpo y envió por correo partes de este (una mano y un pie) a la sede de dos partidos políticos de Canadá. Actualmente, el criminal afronta un proceso de extradición en Berlín.

Ya en tierras más remotas, pero no por eso menos aterradoras, se ventiló el caso de Zhang Yongming .

Se trata de un hombre de 56 años que vendía restos humanos en el mercado de la localidad de Yunnann, en China, como si fuera carne de avestruz.

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La agencia de noticias Xinhua informó de que Yongming alimentaba a sus perros con la carne que no lograba vender en el mercado y que los huesos los almacenaba en su casa, en bolsas de basura, junto a los ojos de las víctimas, que conservaba en botellas vacías de vino.

Se presume que este caníbal, quien tenía mucho éxito en las ventas, habría matado al menos a 11 personas, aunque se sospecha que el número puede ser aún mayor, pues hay varios reportes de desaparecidos.

Yonmgming ya había cumplido una condena de 20 años por asesinato; la policía lo consideraba una persona desequilibrada, pero no peligrosa.