Conozca a Doña Flori, la dama de Tilarán que ‘habla’ con los animales

Floribeth Hernández se dedica todos los días al rescate de la naturaleza. Durante 20 años ella se ha encargado de reforestar y limpiar el riachuelo La Cabra, sin importarle las burlas o apodos.

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Todos los días se le ve en la quebrada. Habla con las flores que sembró, con los peces que volvieron y las matas de banano. Por tan singulares conversaciones la han llamado ‘La loca del barrio’ ó ‘La llorona de la quebrada’, pero a ella no le importa lo que dicen o piensan los demás.

Desde hace más de 20 años, Floribeth Hernández va a la quebrada La Cabra, en Tilarán, para protegerla y con ello devolverle a los congos, mapaches y pizotes un lugar dónde refrescarse. Como si fuera un ritual, que un día prometió cumplir, sin excepción alguna baja al riachuelo con machete y pala en mano.

Un día desciende a la quebrada con una bolsa de basura, otro día con ‘reinas de la noche’ para sembrar.

Lo hace por amor y su esfuerzo no ha sido en vano. Gracias al trabajo que hace doña Floribeth, la imagen de colchones viejos e inodoros inservibles se transformó con el tiempo en una estampa llena de árboles, plantas y flores.

“Me apasionan las flores y las matas. Fui criada en una finca, me encanta el campo. Esto del amor por la naturaleza es algo que uno trae. Estaba muy sucio ese lugar cuando nosotros vinimos a vivir aquí, había colchones, escombros, computadoras, teles, sillones… Cuando mis hijos estaban pequeños ellos me ayudaban a limpiar, pero fueron creciendo y con las responsabilidades ya no les da tanto tiempo. Ahora voy sola, de vez en cuando llevo a mis nietos”, contó Floribeth.

La naturaleza le devuelve a doña Flori su ayuda con hermosas flores, pajaritos y mariposas que llegan a posarse sobre las plantas. Con esas imágenes esta señora se da por pagada, esa es su recompensa.

La labor que realiza esta vecina de Lomas del Carmen, de Tilarán, ha funcionado para que muchos animales hayan vuelto a ser parte de la escena diaria en los alrededores de la quebrada. De hecho, doña Flori contó que en el agua de La Cabra han vuelto a nacer nuevas especies de peces y afirma que han vuelto loras, pericos y hasta garrobos a merodear el lugar.

“Me siento muy feliz de colaborarles a ellos (los animales)”, afirmó orgullosa, sin dejar de comentar sobre las bromas que, por su singular pasión, ha sido objeto.

“En son de broma, como siempre pasaba ahí, me decían que yo era La llorona o la loca del barrio. Eso a mí no me molesta porque con gusto soy una loca feliz, porque amo la naturaleza. Ese amor y respeto se lo van a inculcando a uno desde que está niño y eso traté de hacer con mis hijos y ahora con mis nieticos”, agregó.

Reciclaje y reforestación

A mucha de la “basura” que doña Flori ha encontrado en la quebrada, la tilaranense le ha encontrado un nuevo uso. Todo lo que recoge puede modificarse y convertirse en bonitas macetas para sembrar más y más flores.

Recicla, siembra y embellece en un proceso de nunca acabar, sobre todo porque doña Flori ha extendido su ritual más allá de los linderos de la quebrada. Es una experta haciendo jardines, por lo que en la calle que pasa por su casa y en la propiedad donde vive, tiene una amplia colección de macetas improvisadas.

Pinta y adorna llantas viejas, también tarros de pintura y hasta una taza completa de un inodoro viejo que le regaló un señor lo usó como maceta.

El inodoro, de hecho, es uno de los artículos que más llaman la atención de quienes pasan por su casa, porque doña Flori le pintó unos ojos y una sonrisa… es un inodoro viejo muy feliz.

Así es como a punta de recoger “desechos” y de algunos regalos que le hacen los vecinos, Flori tiene armado un pequeño “Edén” a su alrededor.

Felicidad plena

“Todo alrededor de la quebrada y de la casa se ve más frondoso”, dice orgullosa y sin exagerar doña Flori.

Actualmente, en las orillas de la quebrada, crecen altivas matas de banano, canario, lotería, arbustos, sombrero chino, cactus de vaca, girasoles, chinas, garrapatillas, helechos y muchas reinas de la noche, una de las flores favoritas de Flori.

“Es una gran satisfacción. Los animalitos me pagan con solo verlos, las flores se ven agradecidas cuando se ponen todas bonitas. Hablo con los pecesitos, también con las matas y hasta les pongo música; si les arranco a las matas un hijito les pido permiso”, agregó doña Flori.

Para doña Flori, sin duda, ir a la quebrada La Cabra es todo un ritual de serenidad y meditación.

“Me gusta la soledad. Bajar a limpiar y sembrar es un momento de liberación. No me gusta mucho la compañía. Cada momento que tengo libre, me voy a sembrar y a estar con la naturaleza”, agregó.

La fama de esta laboriosa mujer se ha ido extendiendo por toda la comunidad y ya muchas personas se suman a su intención de tener un lugar bonito a su alrededor.

“Como ven aquí tan lindo ya les da cosilla ir a botar cosas a la orilla de la quebrada, más bien me las vienen a dejar a mi casa para ver qué uso les puedo dar”, contó.

Pero no se confía de la buena voluntad. Esta mamá de cinco hijos y abuela de tres nietos pasa siempre muy pendiente de que nadie se abuse y siga tirando desechos en los alrededores.

“También hay unas cámaras que están vigilando, si se quieren ver haciendo loco y botando cochinadas yo lo subo en Facebook para que se vean”, contó entre risas.

Trabajadora

La vida de doña Flori no es solo cuidar a la naturaleza. Ella es una mujer emprendedora y que, según nos contaron, cocina riquísimo, así que aprovecha sus dotes en la cocina para su propio negocio.

Ella cocina chop suey, cantonés, arroz con camarones, pollo y todo lo que a sus clientes se les ocurra.

“Lo preparo en el momento, si alguien quiere arroz con pollo y yo estoy en la quebrada, me llaman y subo rapidito a la casa para ponerme a cocinar”, narró.

“Vendiendo comidas es como me sostengo y también como puedo juntar algo de platita para comprar abonos y nuevas matas para sembrar”, afirma.

Como una mujer libre y sin complejos, Flori no recuerda bien cuántos años tiene. Saca cuentas y dice que nació en 1968. Luego hace un recuento de sus hijos: María de los Ángeles, Rodrigo, Arcadio José, Luis Fernando y Róger Armando. Sus nietos son Camila, Lucía y Killian.

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Además de ser la mejor amiga de la quebrada, doña Flori también tiene otra misión: compartir su buena mano para la siembra con quien quiera llevarse un poquito de felicidad en una maceta, en un hijito o en unas semillas.

“Pasa mucha gente preguntándome si les regalo una matita, yo les doy hijitos o semillas para que siembren. Como tengo tan buena mano es capaz que les pegan también a ellos”, dijo.

Otro aspecto que la llena de orgullo es que gracias a lo que siembra tiene oportunidad de compartir con amigos y allegados. Por ejemplo, las matas de banano le pegaron muy bien, por lo que suele regalar entre sus vecinos sus frutos o dejar algunos en la pulpería que tiene una de sus hijas.

Además, con los nutridos racimos que cosecha, la tilaranense hace ceviche o banano sancochado con sopas de leche y hasta los usa para ponerle a los frijoles frescos.

No hay duda que la quebrada que acicaló con bellas flores y su empeño apasionado por cultivar son parte elemental de la vida de doña Flori. De ambas actividades saca fuerzas e inspiración en sus días más oscuros.

“Todo esto es mi terapia. A veces padezco de depresión y como yo no voy a hospitales apenas me siento como triste, voy a la quebrada y ahí se me olvida todo. Dejo que el agua se lleve lo malo que siento. Me siento a escuchar el ruido de la pequeña catarata que se hace y me libero”, concluyó agradecida la dama que salvó la quebrada.