China implacable con ‘mulas’ del narco

Los peones del narcotráfico en Colombia se juegan no solo la libertad, si no la vida, cuando son atrapados en China. Ismael Arciniegas fue el primero en sufrir la pena capital, hace dos semanas. Hay otros 145 colombianos encarcelados, 15 de ellos ya condenados a pena de muerte.

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En un pequeño apartamento de ladrillo, encima de un establecimiento de loterías, Martha Antivar espera señales de vida de su esposo, quien languidece en un penal chino a un océano de distancia.

Hace cinco años, Oscar Hilarión, un taxista de 45 años, le dijo a su esposa y a su familia en Colombia que iba a China a un viaje de negocios con un amigo.

Semanas más tarde, Antivar recibió la llamada de un funcionario colombiano en el país asiático informándola de la cruda realidad: Hilarión había sido detenido por tráfico de drogas, un acto desesperado con el que cree que intentaba impedir que el banco se quedara con su casa.

El tráfico de drogas puede ser castigado hasta con la pena de muerte en China, y la familia de Hilarión — como la de otros 145 colombianos que se estima están en la misma situación — espera casi sin información el destino que correrá su ser querido. Los funcionarios de la embajada de Colombia que visitan a Hilarión cada pocos meses les pasan algunos datos esporádicos. Pero se saben pocos detalles de los cargos en su contra, incluso después de que se dicte sentencia.

* * *

El 28 de febrero pasado, Ismael Enrique Arciniegas Valencia, de 72 años, se convirtió en el primer colombiano en ser ejecutado en China por el delito de narcotráfico. Tres kilos de cocaína sellaron su suerte. A Arciniegas se le halló esa cantidad y eso fue suficiente para que la justicia china decidiera imponerle la pena capital pese a los reclamos del gobierno colombiano, según reseñó el diario colombiano El Espectador.

El caso es aún más dramático de lo que parece.

Siempre según ese medio, a este vallecaucano (adulto mayor) fue detenido en 2010 en el aeropuerto de Guangzhou. Llevaba la droga, por la que le iban a pagar $15 millones, adherida a su cuerpo. Puntualmente: a sus tirantes. Al verse descubierto confesó, pero no fue suficiente. En 2012 fue condenado. Y, en 2013, su sentencia fue confirmada: pena de muerte.

Ese mismo 2013, un hermano suyo también detenido por narcotráfico, Luis Germán Arciniegas, murió en una cárcel de Macao, donde se encontraba detenido por cuenta de una condena a 12 años de prisión.

* * *

La mayoría de los familiares de acusados de ejercer de mulas para llevar droga de Colombia a China son demasiado pobres para realizar un viaje de 17.000 kilómetros para verlos o enviarles dineros. Muchos no recibieron llamadas telefónicas.

En su lugar, esperan las cartas escritas sobre un simple papel blanco del penal chino.

“Mi gran amor” , empiezan siempre las cartas que Hilarión envía a su esposa.

La situación de los reos colombianos en las prisiones chinas adquirió carácter de urgencia tras la muerte de Ismael.

A pesar de los esfuerzos diplomáticos de última hora de Bogotá para salvar a Arciniegas –quien por cierto dedicó su vida a ejercer el periodismo, era un periodista retirado– este fue ejecutado con una inyección letal con lo que se convirtió no solo en el primer colombiano, sino probablemente en el primer latinoamericano, en cumplir con la pena capital en China por un delito de drogas.

“Negocio” boyante

El número de ciudadanos colombianos en cárceles china pasó de apenas un puñado en 2006 a 146 este año, según el gobierno de Bogotá.

Quince de ellos han sido sentenciados a muerte y otros tantos a cadena perpetua.

China es el país que más ejecuciones realiza en el mundo, aunque la mayoría de extranjeros sometidos a este castigo procedían de Japón, Corea del Sur y el sudeste asiático, según un informe de la prensa estatal del país en 2015.

El asunto de la pena capital por delitos de drogas fue objeto de un encendido debate el año pasado en la primera sesión especial de Naciones Unidas sobre política antidroga en el mundo en casi dos décadas.

Países de Europa y Latinoamérica, donde esta práctica está prohibida, se enfrentaron con gobiernos asiáticos que consideran que es una herramienta clave en la lucha contra el narcotráfico.

La mayor parte de la cocaína de Colombia termina en Estados Unidos y en Europa, pero una pequeña parte se trafica en China, donde aumentó el nivel de vida, los consumidores de drogas son más jóvenes y una serie de sustancias, incluida la cocaína, están ahora más disponibles.

Un informe de la ONU de 2016 señaló que las incautaciones de cocaína en Asia se triplicaron durante la última década.

Llevar cocaína en avión desde Colombia a China está considerado uno de los viajes más complicados para una mula y, como consecuencia está mejor recompensado, dijo Blanca Henríquez, profesora de Derecho en la Universidad Autónoma de Colombia, que ha presentado solicitudes de repatriación para 18 colombianos que cumplen condena en China.

Tras hablar con más de dos docenas de familia, señala la presencia de un patrón: la mayoría de los colombianos detenidos son hombres mayores de 40 años de origen pobre.

En varios casos, habían recibido un préstamos que no podían devolver y se vieron obligados a transportar drogas para organizaciones delictivas que amenazaron a sus familias.

Por un viaje suelen cobrarse unos 3.000 dólares, que “para mucha gente, es mucho dinero” , señaló Henríquez.

China ejecuta a más personas que todo el resto del mundo junto y sus autoridades judiciales empezaron a abordar el problema del narcotráfico recientemente.

La dura postura del país con respecto a las drogas se remonta a las Guerras del Opio del siglo XIX y al inicio del “siglo de la humillación”, durante el que los nacionalistas chinos creen que los imperialistas británicos habrían intentado drogar a los chinos con opio para aprovecharse a nivel comercial.

“Esta es la razón real por la que China es tan inflexible que ningún extranjero puede introducir narcóticos en el país bajo ninguna circunstancia” , apunta Lars Laamann, autor de Narcotic Culture: A History of Drugs in China .

Forzados por deudas

El padre de Diana Pérez tenía una pequeña granja en la que plantaba moras y fruta de la pasión, pero una plaga terminó con sus cultivos y se arruinó. Ella cree que tomó un préstamo y se vio forzado a “hacer un viaje” cuando no pudo devolver el dinero.

Luis Pérez, de 57 años, se subió a un avión a Shangai en 2013. Era la primera vez que salía de Colombia. Cuando aterrizó en China fue detenido y acusado de tráfico de cocaína. Fue condenado a muerte, pero más tarde su condena se redujo a cadena perpetua.

Cuando visitó a su padre el año pasado, Diana Pérez lo encontró en un estado delicado. Estaba encerrado con una docena de presos extranjeros más. Ninguno hablaba español por lo que se comunicaban haciendo señas con las manos. Su padre se quejó especialmente de la comida.

“Mucho picante, mucho arroz. Verduras que nosotros no conocemos como verduras sino plantas” , recordó.

Antivar, por su parte, vive en medio de gran angustia la espera de que su esposo sea sentenciado.

Su hija de 11 años, Nikol, lleva una pulsera roja, amarilla y azul que él le hizo. Madre e hija viajaron a China el año pasado para visitarlo, pero Nikol Hilarión dijo que no lo reconoció.

En sus cartas, Hilarión habla de las malas condiciones en la prisión, como que cada mes le entregan un rollo de papel higiénico para compartir con otro reo.

Escribe con tinta negra, con letras vacilantes que forman textos en español salpicados con las frases que ha aprendido en inglés.

“TE QUERRÉ POR SIEMPRE”, escribió. “POR FAVOR NO ME OLVIDES” .