Carta de un aficionado cartaginés a Paulo César Wanchope

Querido Paulo César, primero quiero aclarar que desde que nos cambiaste por el Herediano– un jueves en la noche después de perder 3-0 contra Santos– los apodos “Chope” y la “Cobra” murieron para mí. De ahora en adelante, me referiré a vos como Paulo César. Dicho esto, comencemos.

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Estimado Paulo César, te escribo esta carta hasta ahora porque creo que acabo de aterrizar la alegría que me invade desde el miércoles que te vi salir derrotado de mi querido Fello Meza.

Espero que estas palabras te encuentren en salud, te cuento que yo todavía ando afónico y con un poco de fiebre por las condiciones climáticas de esa noche y, por supuesto, por el festejo.

Paulo César, desde el día que vos nos cambiaste por Heredia y te fuiste de esa manera tan artera, yo sabía que tenía que ir a este partido, aunque fuera solo. Así que no me importó cancelar compromisos, pedir permiso para salir un poco más temprano del trabajo y atravesar medio San José bajo la lluvia. Paulo César, hasta me perdí el aniversario de pollo Popeyes para verte perder en mi casa.

¿Alguna vez has tenido que viajar en bus de San José a Cartago durante un aniversario de Popeyes? Es una mierda, sobre todo cuando llueve y el olor a ropa mojada se mezcla con el del sudor y la fritanga, porque obvio un montón de gente compró pollo Popeyes (ese día había buenas promociones, Paulo César).

Por un momento pensé que no iba a llegar a tiempo a nuestra cita. Pero por suerte, solo me encontré tres choques de camino, uno menos de lo habitual. Pude atravesar esos benditos 30 kilómetros que separan a Cartago de la capital, lo hice en el ridículo tiempo de hora y media. Me costó, pero llegué.

Vieras que desde que me mudé a San José llevaba unas cinco jornadas de no ir al Fello, eso es demasiado para mí. Las cosas no han cambiado; el café sigue siendo feo, Paulo César, te lo sirven de un termo y no te dan azúcar porque ya tiene. ¿Quién hace esas cosas?

El único cambio que noté es que ahora Cartaginés le compra los servicios a Maco, el payaso; un payaso que anda bailoteando a la par del manigordo, mientras jugadores calientan. A mí, en lo personal, esa idea de Maco el payaso no me agrada, me incomoda. O sea, si ya tenés al manigordo, no veo necesaria la presencia de Maco. Pero en fin, comenzó el partido.

Estuvo ácido Paulo César. Saliste del túnel con ese aire de director técnico europeo, te digo esto porque del Viejo Continente es lo único que tenés. Al lado tuyo había una banda para ponerle emoción al trámite, pero creeme que los tambores tenían un valor estratégico.

Te explico. Mi compañero Cristian Brenes de La Nación escribió que la banda tocaba cada vez que te insultaban desde la gradería, algo así como para protegerte del griterío.

Pero yo no creo que haya sido así, Paulo César. Más bien, yo creo que cada vez que vos salías del banquillo con tu pedigrí europeo a dar indicaciones de fútbol champagne, la banda tocaba más fuerte y con más ganas para que tus palabras se perdieran entre la percusión. Nadie te quería ver ganar este partido.

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Cae el primer gol, el de Quirós. Vieras qué muchacho más tortero, pero ese día lo vi jugar con unas ganas de ganar. DE GANARTE A VOS PAULO CÉSAR. Te lo juro que vos despertás lo mejor en algunas personas.

Nos empatan. Termina el primer tiempo. Te regalan ese penal. Anotan. Te volvés hacía donde estamos nosotros, Paulo César y celebrás el gol frente a nuestras narices. Claro entiendo, si llevabas dos derrotas seguidas, tenías que salir a ganar el miércoles para defender ese estilo del que tanto hablás.

La siguiente media hora fue horrible. Poco a poco el ánimo se fue apagando, ya la banda ni tocaba, parecía que en serio te ibas a ir con los tres puntos de nuestra casa, que nos ibas a dejar callados, que íbamos a volver a levantar a un muerto y que le ibas a demostrar a toda Costa Rica que tenías razón.

En serio esa noche tenía todos los ingredientes para una derrota. Nos expulsan a un jugador, el árbitro la tenía contra nosotros, tus jugadores se tiraban con cada caricia de viento para perder tiempo y nuestros delanteros no hallaban espacio entre ese esquema tan cobarde con el que te defendiste. Así es como perdemos siempre.

Para colmo, metés a Óscar Esteban Granados. No tenés idea de cómo nos cae mal ese jugador, que anda con aires de millonario y vive ahí en Quircot. Pero no empecemos con Óscar Esteban porque se me puede ir otra carta.

Yo no sé cómo pasó. Pero una bola le queda a Clunie en el área y se la rebota a un defensa de Heredia y la bola se le escapa a Moreira. Mi papá y yo les decimos a esas jugadas tan “desafortunadas” goles del muñeco y en toda la provincia creemos que vos te lo llevaste.

Yo con el empate estaba satisfecho, pero mi equipo quería más. Te juro que yo me asusté cuando Paolo se pegó ese carrerón para ganarle la pelota a tu lateral y mandarle ese centro a Marcel. Paulo César, lo que más me da risa es que de europeo ese gol no tuvo nada. Fue el legítimo “gol gana” de potrero.

Toda la gradería se levanta y se echa al frente. Todos queríamos celebrar ese gol con vos, Paulo César. En el frenesí yo sentía la necesidad de abrazar a alguien, a quien fuera, y el primer rostro que encontré entre el tumulto fue el de Maco el payaso. ME ABRACÉ CON MACO EL PAYASO PAULO CÉSAR.

Fue una gran jornada. Ganar así es mejor que golear 5-0. No solo por el hecho de amputarte la alegría en el último minuto, sino porque así es como deben perder los tipos como vos.

Que te sirva de lección, Paulo César, y que nunca más nos volvás a faltar el respeto así.

Bendiciones.

* El autor es periodista de Grupo Nación.