Ahuyente las "patas de gallo"

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Cuando el paso de los años, la frecuente exposición al sol y la pérdida de elasticidad de la piel llegan a conjugarse, hacen su aparición las muy temidas arrugas que tanto martirizan a muchas personas, sobre todo a las mujeres.

Al volverse la piel flácida, los cachetes se caen, surgen las arrugas de marioneta (marcas verticales a los lados de la boca) y empieza a colgar la piel del cuello.

La cara es la zona más visible del cuerpo y por eso preocupa tanto cuando empieza a llenarse con signos del paso del tiempo.

Si las cremas no generan el efecto deseado y el rostro se ha empezado a llenar de voluptuosas “patas de gallo”, algunos deciden someterse a soluciones menos radicales que una cirugía; por eso prueban con inyecciones de bótox.

Su aplicación terapéutica ayuda a eliminar los pliegues de piel que aparecen entre las cejas, en la frente y alrededor de los ojos, las zonas más propensas a arrugarse.

El procedimiento se realiza con agujas finísimas que se introducen en la cara y es casi indoloro. “Debajo de la piel, hay una gran cantidad de músculos que son los que estimulan gestos como la sonrisa. A las arrugas que aparecen en esa zona se les llama ‘arrugas en movimiento’ o ‘arrugas de la expresión’, y se originan en esos músculos.

“Ahí es donde funciona el bótox, que es una sustancia que se inyecta en el músculo responsable de provocar tales arrugas. El bótox funciona en el entrecejo, en la frente (para el levantamiento de las cejas) y en las ‘patas de gallo’. Se puede poner ahí porque esos músculos no sirven para nada más que para hacernos la arruga”, explica el dermatólogo Harry Hidalgo, de la clínica Cenderma, en San Pedro.

Cualquiera, no

Pero preste muchísima atención: si decide usar esta sustancia, por nada del mundo permita que se la inyecte cualquier persona o en cualquier lugar.

“Las cosas tienen que ser bien puestas. Yo he tenido gente a la cual le han puesto bótox en una peluquería o en un centro de estética. Si no hay seguridad, esas toxinas pueden provocar el efecto secundario no deseado, que es paralizar el músculo en cuestión”, agrega Hidalgo.

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Los resultados de un uso incorrecto, dice Hidalgo, van desde la llamada “cara de cartón” (cuando el rostro queda prácticamente sin ninguna expresión porque se paralizan muchos músculos de la cara), hasta la caída de párpados y el fruncimiento de la boca.

Lo barato...

En promedio, una sesión de inyecciones de bótox cuesta alrededor de $500 (unos ¢255.000). Tras seis inyecciones, se inoculan 50 unidades de bótox en el músculo.

El frasco de bótox contiene 100 unidades y alcanza, en promedio, para tratar a dos pacientes. Sin embargo, es sabido que hay locales que rinden un frasco hasta para cuatro personas, diluyendo la sustancia en agua o en otros líquidos de dudosa calidad. Por supuesto que estas prácticas indebidas bajan los costos, lo cual explica que haya sitios donde se cobren precios ridículos por los tratamientos ($100 o menos por sesión).

Harry Hidalgo explicó que existen muy pocas contraindicaciones para el uso del bótox con fines estéticos.

Se le puede aplicar a cualquier persona, sin distingo de edad. Quizá los únicos que deberían tener cuidado con esta terapia son quienes padezcan algún problema de tipo inmunológico.

Por lo demás, se recomienda inyectarlo cada seis meses para mantener su efecto. El tiempo entre cada terapia depende, sobre todo, de la capacidad de reacción del cuerpo a la sustancia (hay personas a quienes el efecto les dura más que a otras).

Otro uso que se le da para tratar la hiperhidrosis en axilas y en manos (exceso de sudoración).