Agonía del placer

Rumor de alcoba, caja de pandora, indescifrable mapa del deseo... explosión de sensaciones, plenitud, gozo y derroche. Para unas, es el mayor placer del mundo; para otras, una eterna interrogonte. La Revista Dominical recorre los rincones más ocultos del cuerpo y la mente humana para desnudar el orgasmo y clarificar sus rutas de partida y sus puertos de llegada.

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El calor envuelve la piel, los latidos toman velocidad, los músculos se contraen, el cerebro pierde el timón. Todo está a la deriva... el placer recorre cada rincón del cuerpo, provoca espasmos y alimenta el gozo, hasta que, finalmente, explota convertido en un derroche de éxtasis.

Aquellas mujeres que han experimentado el orgasmo lo catalogan como el mayor placer del mundo , como una dulce agonía capaz de hacerlas olvidar el resto del universo... al menos por unos instantes. Un deleite que las feministas han peleado para que sea concebido no como privilegio, sino como derecho.

Mas para muchas otras, ese estallido de sensaciones es solo un cuento chino pues nunca lo han experimentado y desconocen sus secretos, beneficios y rincones. Además, la sociedad conservadora niega a las mujeres el derecho a la exploración y al disfrute de su sexualidad.

Los hombres, prisioneros de su masculinidad hegemónica , escrita –entre otras plumas– por una pornografía que se concentra en mostrar grandes eyaculaciones, se limitan –consciente o inconscientemente–, a un instintivo “mete y saca” donde el pene es el epicentro del acto sexual.

Quienes no han podido romper las cadenas del macho man se privan de sensaciones más intensas y placenteras, al tiempo que desconocen cómo llegar con sus parejas al éxtasis. Para ellos, dar con el punto G es como enfrentarse a un mapa del tesoro escrito en mandarín.

Tales barreras sociales desembocan en un desconocimiento general del cuerpo humano, que hace del orgasmo un enigma y un misterio.

La ruta

El orgasmo tiene cuatro fases, explica el ginecólogo Danilo Medina, quien se apresura a aclarar que no siempre se pasa por todas y que no hay tiempos establecidos para cada una de ellas: podrían durar desde microsegundos hasta varios minutos, depende de los amantes y de los contextos.

La primera se llama excitación y su clave está en los estímulos, los cuales van generando sensaciones in crescendo.

Se juega con los sentidos y el tacto figura como el estelar: el roce de los pezones con extrema delicadeza, una caricia sobre las caderas, un beso en el cuello...

También se recurre al oído –palabras bellas o atrevidas– y al olfato –el aroma de un perfume, inciensos o aromatizantes–.

La vista puede tener gran protagonismo y es aquí donde un miembro viril largo o grueso puede resultar ventajoso, características que parecieran solo tener valor ante los ojos, pues los expertos subrayan que, a la hora de la penetración, el tamaño es lo de menos. Incluso, afirman que la mayoría de mujeres prefiere un tamaño estándar (15 cm.) que un “superpene”.

Bien lo dijo la actriz y escritora Ana Istarú en su artículoVirilidad y Hombres nuevos: “Más vale maña que volumen; más seduce, excita y enamora un hombre capaz de explorar con sabiduría y arrobamiento el denso Amazonas de la sexualidad femenina, que un pene simple y solito, por descomunal que sea”.

Volviendo a la ruta del orgasmo, el derroche de estímulos genera una congestión vascular que, en la mujer, inunda el clítoris y los labios mayores y menores. En el hombre, el pene comienza a ponerse erecto. En forma paralela, los ovarios producen grandes cantidades de hormonas como estrógenos y progesterona, y los testículos fabrican andrógenos, entre los cuales está la testosterona. Es común que se registren espasmos en los pequeños músculos de la zona vaginal, así como un fluido que servirá de lubricante.

La sensación de clímax se aproxima al tiempo que se pasa a la segunda fase, denominada meseta, o plataforma orgásmica. Todo se pone caluroso, el pene se pone erecto, el corazón late más rápido y con mayor fuerza; el aire se hace insuficiente y hay que hiperventilar.

El estrógeno (en ellas) y el andrógeno (en ellos) viajan a través de la sangre para estimular diversos sitios hasta llegar al cerebro, donde se activan los centros de la dopamina y se libera una sensación de tranquilidad y paz.

“Se trata del punto más alto de la excitación. En este punto, se pierden algunos sentidos; la persona está totalmente desconectada, tanto que puede pasar algo muy escandaloso y no se da cuenta”, describe el Dr. Medina.

Un estudio de la Universidad de Groningen, en Holanda, elaborado por Gerst Holstege, reveló que, durante el orgasmo, todas las regiones del cerebro relacionadas con el miedo o la alerta se apagan. “El orgasmo produce una especie de trance; nos aleja del temor y de la ansiedad y, en el momento del clímax, sobreviene una especie de apagón momentáneo del cerebro”, manifestó el neurocientífico en un reportaje publicado por El País, de España.

La tercera fase es la del orgasmo como tal, un estallido de placer en el cual el tercio inferior de la vagina se estrecha y la contracción de los músculos en las piernas y la pelvis –tanto en hombres como mujeres– es más intensa. La eyaculación masculina es propia de esta etapa, aunque se ha comprobado que el varón puede alcanzar el orgasmo sin evacuar semen.

Finalmente, en la cuarta etapa, denominada resolución, hay una sensación relajada de satisfacción plena.

Algunas mujeres, cuenta el doctor Medina, quedan como hipnotizadas, sin habla, tienden a sonreír y a carcajearse, se marean y hasta pueden desmayarse. Otras, por el contrario, llegan a un orgasmo y se preparan para otro, los placeres son intermitentes y recurrentes, pueden sentir hasta siete seguidos, van y vienen como olas de mar en un océano multiorgásmico.

En contraste, el hombre requiere de más tiempo para recuperarse. En esta fase, el pene vuelve a su estado habitual paulatinamente.

La ruta parece clara; caminar por ella es lo difícil. ¿Qué pasos dar?, ¿cuáles botones tocar? ¿cómo moverse?

Las interrogantes desvelan no solo a quienes quieren experimentarlo, sino también a los compañeros que buscan generar el orgasmo. Es un trabajo en equipo o bien en solitaria intimidad.

Puntos claves

La mujer tiene cuatro puertas de acceso al orgasmo: las paredes vaginales, el ano, el clítoris y el punto G.

El placer en las paredes vaginales se genera con la penetración del pene, pero llegar a un orgasmo mediante esta vía es dificil y poco probable, según la sexóloga Felicia Arguedas, quien destaca que las mujeres que lo logran son minoría.

(Explore aquí el infográfico "El orgasmo al desnudo")

“Los hombres piensan que es introducir el pene y darle y darle y darle, pero eso, a lo mejor, no le genera placer a su pareja”, sentencia la experta.

Concentrarse en el clítoris, a lo mejor, resulta más astuto, pues ese órgano tiene la única y exclusiva función de dar placer.

Ahora bien, subraya Arguedas, hay que saber masajear el clítoris: tratarlo con cariño, acariciar sus bordes, ya sea con la yema de los dedos o con movimientos giratorios de la lengua.

William Masters y Virginia Johnson, célebres pioneros en el estudio científico de la naturaleza sexual humana, señalaron en sus obras que los orgasmos femeninos son resultado de la estimulación del clítoris y que este es la principal fuente de recepción placentera femenina.

El ano también puede ser una fuente extrema de placer, pero la sexóloga Arguedas y el ginecólogo Medina, sostienen que existe mucho recelo de parte de ellas y de ellos para aventurarse por esa vía.

Queda entonces el punto G, aunque las investigaciones indican que no todas las mujeres sienten placer de esa forma. Algunos hombres no lo localizan ni con un GPS. Intentemos dar una dirección: se ubica en el tercio inferior de la vagina, debajo de la cavidad esponjosa de la uretra, es una zona rugosa con una textura similar al cielo de la boca.

Aparentemente, el secreto está en introducir el dedo cordial (el del centro) en la vagina y apuntar hacia arriba, haciendo forma de gancho.

En la anatomía masculina hay distintos portales para alcanzar el clímax, pues no todo gira en torno al pene. Por ejemplo, está el punto P, el cual, según explica el Dr. Medina, es una glándula del tamaño de una avellana con terminaciones nerviosas. Su estimulación causa mayor excitación y orgasmos más intensos. Se encuentra abajo de la vejiga y rodea a la uretra. Se puede palpar haciendo tacto ano-rectal, es decir, introduciendo un dedo por el ano.

Pero conocer y manejar estos elementos no basta para conquistar el orgasmo. Felicia Arguedas insiste en que debe haber todo un proceso. En otras palabras, no se trata de llegar y subir un switch.

Los involucrados en el acto –continúa– deben estar concentrados, sin preocupaciones ni estrés para dejarse llevar. Es necesario que se sientan satisfechos con sus parejas y no estén intimidados, presionados o violentados. Ya el famoso Dr. Alfred Kinsey había mencionado en su obra Comportamiento sexual en la mujer, que la edad, el estado físico o emocional , el grado de excitación y los sentimientos que se tienen hacia la pareja son variables de peso a la hora de buscar un orgasmo.

Igual es necesario romper tabúes, estigmas y una serie de barreras sociales y culturales.

Gioconda Batres , psiquiatra y estudiosa del tema de género, explica que a la mujer se le ha negado el orgasmo desde la sociedad patriarcal.

“La sexualidad femenina ha sido concebida para y por los hombres. A las mujeres se les ha dicho que sus órganos son solo para la reproducción y se les ha prohibido el placer”, alega Batres.

Lo anterior ha generado un gran desconocimiento sobre las zonas erógenas femeninas, los hombres se rehúsan a darle al clítoris la importancia que tiene, y las mujeres se sonrojan cuando les peguntan si se masturban, por ejemplo.

Batres manifiesta que tales inhibiciones no hacen distinciones de edad o clase social: las experimentan por igual adolescentes, mujeres de 20 ó 30 años, y adultas mayores, con estudios o sin ellos, de precarios y de lujosos residenciales.

“Hay mujeres que reportan su primer orgasmo a los 40 años. Esto sigue siendo tema tabú. Hay liberación sexual, pero entendida como el permiso para tener más relaciones. No se incluye al clítoris ni el disfrute”, menciona Batres.

La sexóloga Arguedas añadió a lo anterior la mala educación sexual que se da en las casas, escuelas y colegios. En su criterio, esta se limita a métodos anticonceptivos y a decirle “no” a todo.

Como exploradores

Los especialistas consultados coinciden en que quien descubra que nunca ha tenido un orgasmo o no haya hecho que su pareja goce de uno, tiene que sentirse alertado.

El primer paso para cambiar, explican, es replantearse pensamientos y actitudes: la sexualidad, la masculinidad, el placer, el disfrute. Es de alta relevancia conocer los cuerpos, explorarlos y tener mucha comunicación con la pareja.

“El mayor beneficio del orgasmo es el placer, al cual todos los seres humanos tienen derecho, pero ese sentir placer va sumado a otras cosas; se requiere sentir autonomía y libertad”, manifestó Batres.

A tales beneficios hay que sumar los dividendos netamente físicos y emocionales . Por ejemplo, en una buena relación sexual se queman de 1.200 a 3.000 calorías.

Se sabe que las personas con una vida sexual plena tienden a enfermarse menos y a estar de mejor humor.

Otro aspecto en el cual todos coinciden es la riqueza de buscar un orgasmo mutuo en pareja, pues no solo el goce físico es mayor: desde el punto de vista emocional, se comparte una experiencia muy profunda con la persona con la cual se ha decidido estar. Al fin y al cabo, sostiene Batres, “la pareja ideal es aquella en la cual cada uno satisface las necesidades del otro cuando ambos están en igualdad de condiciones ”.