20 años de viagra: el milagro azul levanta pasiones

En 1998 se aprobó el Viagra como medicamento. Más allá de resolver la disfunción eréctil, liberó una revolución cultural que desmitificó la impotencia sexual.

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“A ver, fue por curiosidad... Yo estaba bien como unos cinco años antes de que saliera la pastilla, antes de que empezara el alboroto.... Pero bueno, para no darle tantas vueltas, la cosa fue así...”.

Así comienza Rafa la historia sobre su primera experiencia con viagra. Él tiene 59 años, una voz áspera que tiende a reírse cada dos minutos y otro nombre que se ha reservado para este relato.

Desde una llamada telefónica recuerda cómo, a comienzos de los 2000 conoció la mítica pastilla azul levanta pasiones.

“Nosotros jodíamos mucho a un mae del brete.Yo trabajaba como conductor de materiales de construcción y uno de los conductores de la empresa un día nos contó que probó la pastilla. Se llamaba Michael y lo molestábamos. Le decíamos lo obvio: que cómo nos iba a contar eso, que qué nos importaba a nosotros”, recuerda Rafa, “pero honestamente sí nos importaba”.

Entre broma y broma, Rafa comenzó a aprovechar las conversaciones con su compañero para hacerle preguntas: “mae, ¿y qué? ¿Cómo se siente eso? ¿Sale satisfecha tu doña?”.

La curiosidad no era para menos. Apenas habían pasado unos años desde que se dio el anuncio oficial: el viagra fue aprobado como un medicamento. Desde ese momento, la pastilla se convertiría en una revolución no solo médica, sino cultural.

Un accidente que esperaba suceder

Fue el 27 de marzo de 1998 cuando la FDA (Food and Drugs Administrations) aprobó el sildenafil –medicamento conocido popularmente como Viagra– como el fármaco que acabaría con los problemas de disfunción eréctil que históricamente han aquejado a los hombres.

Todo había comenzado en 1981, cuando se creó la mágica pastilla por mero accidente.

Un grupo de científicos de la empresa Pfizer probaba el compuesto UK92480 sobre un grupo de mineros aquejados con dolores de pecho. Una semana después del experimento, los científicos se toparon con una sorpresa: los trabajadores no querían devolver las pastillas.

Cuando el laboratorio se enteró que los mineros sintieron más erecciones nocturnas de las normales, el propósito de la investigación cambió. La fórmula se modificó y apareció la píldora que, después de la pastilla anticonceptiva para las mujeres, cambió la vida sexual de los seres humanos.

Ya habían pasado demasiados años en que los hombres se enfrentaban en secreto a un problema en común: conforme avanzaban en edad, comenzaban a ser incapaces de alcanzar una erección satisfactoria.

Una vez aprobado como medicamento oficial, Pfizer tenía su medicamento consentido para comienzos de los 2000. La viagra se había consolidado como el líder total del mercado de medicamentos para combatir la disfunción eréctil y sus ventas a nivel mundial alcanzaban más de 1.600 millones de dólares al año.

La sorpresa fue que la viagra no solo fue un fenómeno médico, sino cultural. Sin darse cuenta, los científicos que habían descubierto la sildenafil no solo habían topado con una cura para uno de los malestares más temidos, sino que destaparon el tabú de la impotencia sexual.

“Es un problema común”, decía el futbolista brasileño Pelé en una campaña publicitaria de la Viagra. “Es un poco embarazoso para mí hablar sobre disfunción eréctil, pero es muy importante para millones de hombres y sus parejas”, explicó en su momento Bob Dole, excandidato presidencial por el Partido Republicano de Estados Unidos. Muchas figuras propiciaron una atmósfera en la que hablar sobre disfunción eréctil estaba bien.

“Ese mae, Michael”, rememora Rafa, “me decía que la primera noche estaba muy asustado. Había pasado como media hora y ya tenía la erección. En ese entonces nos parecía algo raro, porque era un mae bastante joven, más joven que yo. E imaginate, eran otros tiempos. Hablar de cosas así en ese entonces no parecía tan fácil”.

Rafa confiesa que la viagra le llamó la atención no tanto por lo que era, sino por cómo funcionaba: era cómodo de consumir y solo provocaba la erección ante un estímulo sexual. Solo debía esperar entre media hora y una hora para que la magia ocurriera.

“Tal vez uno no era un médico como para saber detalles pero uno sí entendía la diferencia. No había que inyectarse ni hacer nada doloroso. Era solo una pastilla y ya. ¿Cómo no me iban a dar ganas de probarla?”, dice.

La experiencia

Rafa se atrevió a probar la pastilla cuando el nombre de la viagra se vio amenazada. Las empresas competidoras de Pfizer no tardaron en crear sus propios fármacos para contrarrestar la disfunción eréctil.

En el 2003, aparecieron dos medicamentos que pusieron en apuros a la compañía: Levitra, una pastilla de la Farmacéutica Bayer; y Cialis, un tratamiento desarrollado por los laboratorios Lilly e Icos.

“Yo empecé a ver que ya venían siendo varias pastillas las que ofrecían algo como la viagra. Sentía lo mismo: como que ya estaba bien sentirse mal por eso. Al fin de cuentas es una enfermedad como cualquier otra. Si había tanta gente como para que otras compañías sacaran sus pastillas, pues no estaba mal que yo la probara”, confiesa Rafa.

Rafa no estaba equivocado. En el 2005, cuando la venta del viagra encontró su apogeo, Global Better Sex Survey publicó un estudio en el que participaron más de seis mil hombres y seis mil mujeres. El 48% de ellas manifestó que sus parejas sufrían algún grado de disfunción; el 67% de ellos dijo que no se sentía satisfecho con la rigidez de su erección.

Michael fue quien le consiguió la pastilla azul a Rafa por primera vez. Habían pasado muchas semanas de conversar al respecto hasta que Michael lo convenció.

“Yo llevaba rato de no estar con nadie. La última vez que lo había intentado, me sentí muy mal. Me sentí muy humillado. Como si fuera mi culpa… En el transcurso de esas semanas había quedado varias veces con una vecinilla y no había pasado a más, pero yo quería estar listo”, recuerda.

Aunque no entra en muchos detalles, a Rafa le tiembla un poco la voz durante el relato de su recuerdo. En más de 15 minutos de conversación, no había pausado su habla. “¿Se nota mucho que aún me da un poquillo de pena?”, dice, entre risas atragantadas.

“Yo sé que no debería darme pena, pero diay. Yo me había dejado libre el fin de semana que lo probé. Me tomé la pastilla y comencé a probar cómo funcionaba la cosa, verdad. Y sí, funcionaba muy bien, pero a la mañana siguiente no quería salir de la casa por miedo a que se me parara en cualquier momento”. Rafa se ríe y espera un poco para volver a hablar. “... Por dicha era un fin de semana, porque no quería ni ir a comprar pan”, recuerda y estalla en risas nerviosas.

La expansión del milagro

En el 2006, Pfizer vio una intensa disminución de sus ventas. El descenso no se debía a una erradicación de la demanda, sino que muchas otras corporaciones lanzaron productos similares.

“Después de esa vez, como que ya me mandé con confianza. Recuerdo haber probado la Cialis después de la viagra. Como que ya uno aceptaba que existiera eso y los demás también. Cuando le conté a Michael, se rió como loco”, rememora Rafa.

En el 2013, la patente que tenía Pfizer sobre el fármaco caducó. A partir de ese momento, cualquier medicamento que posea la composición del sildenafilo puede ser vendida con el nombre genérico de viagra, sin responsabilidad de responder ante demandas por derechos de creación.

La sorpresa fue que, una vez popularizado el fármaco, se encontraron beneficios alternativos.

“A un primillo le habían dado viagra para un problema que tenía. No recuerdo qué era, pero no era disfunción eréctil. Obvio no se llamaba viagra, pero era lo mismo. El doctor le dijo que se lo iba a mandar para sus problemas”, dice.

En los últimos diez años, se ha descubierto que la viagra ayuda en otros padecimientos médicos, como la esclerosis múltiple, el fenómeno de Raynaud, el mal de montaña, así como también propicia mejoras en el aprendizaje, el tratamiento para el cáncer de próstata y el aumento del peso del feto en el crecimiento.

“Igual fue muy diferente hablar con mi primillo porque fue hace poco”, confiesa Rafa. “Como que todo esto ha pasado muy rápido. Ya uno que está viejo siente que fue muy rápido”, finaliza.