La clasificación al Mundial se celebra donde sea y como sea

Aficionados ticos en Jamaica hicieron del hotel Pegasus el centro de la fiesta

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Kingston. La recepción del hotel se convirtió en un mar rojo de pura algarabía. Los ticos que acompañaron a la Sele a Jamaica crearon un pequeño y cálido entorno en una isla caribeña un poco apagada y ajena a la fiesta en su propia casa.

Kingston era más bien contrario a la fiesta, los Reggae Boyz perdían esa noche toda esperanza de avanzar al Mundial de Brasil 2014.

El pasado martes alrededor de 5.000 costarricenses hicieron algo nunca hecho en la historia del fútbol nacional: celebrar una clasificación a la Copa del Mundo fuera de nuestras fronteras.

Sin embargo, eso no importó, “una clasificación se celebra donde sea y como sea”, como bien lo expresó Luis Marín, asistente técnico de la Tricolor y exseleccionado.

Aunque el gol de Anderson sí enfrío temporalmente las cosas. Antes de que el jamaiquino pateara, al 93’, el gol del empate, los nacionales presentes en Jamaica se preparaban para invadir la cancha.

Los jugadores y el cuerpo técnico esperaron abrumados en el camerino el resultado del Honduras-Panamá, pero los aficionados no congelaron el festejo: lo empezaron sin esperar a que sus nuevos héroes llegaran al cuartel.

La fiesta tuvo un punto emotivo al llegar el equipo del estadio. Celso fue el que la alborotó: se tiró en medio de de la afición y empezó a saltar, todos brincaron con él.

Así pasó uno y otro jugador, todos intentando abrirse camino en medio de un mar de agasajos y preguntas de los periodistas.

La Selección pasó a cenar en uno de los salones del hotel Pegasus, mientras la gente seguía celebrando e intentaba apurar a los futbolistas para que se sumaran.

No faltaba un impertinente que tocara la puerta o los que gritaban “Azul, azul”, como código para saludar a Randall Brenes.

Se acabó el tiempo y el equipo debía abandonar en carreras si pretendía llegar a tiempo al aeropuerto, pero era imposible.

Unos 200 aficionados seguían a la espera y cuando los seleccionados y el cuerpo técnico intentaron cruzar los 25 metros del salón a la entrada fueron abordados por multitudinales pedidos de fotografías, autógrafos y abrazos.

Al que más le costó avanzar fue al entrenador colombiano Jorge Luis Pinto, quien el martes terminó mareado de tantas y tantas muestras de cariño. Incluso fue besado en la boca por un aficionado que se dejó llevar por la emoción.

Se fue la Sele y la fiesta amainó.

Kingston no estaba listo para recibir a los ticos y las reservas del bar y la cafetería del Pegasus apenas soportaron tantas horas.

Fue curioso festejar lejos de casa, pero como lo dijo Celso Borges: “Todos queremos estar ya en Costa Rica, abrazar a la familia y celebrar con los que uno quiere”.

Pero en fin, nadie detiene a un tico con motivos para celebrar.