Hartford fue una pequeña Sabana

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Hardford, Connecticut. Caminar ayer por el parqueo del estadio Rentschler Field era lo más parecido a dar un paseo dominical por el parque La Sabana.

En todos los rincones, en medio de los carros parqueados reinaban la carne asada, los “refrescos” espumosos, los gallos de salchichón, el pico’e gallo, las mejenguitas y el inconfundible grito de “ticooos, ticoooos”.

Y es que, desde muy temprano, los costarricenses fueron una bulliciosa mayoría ayer en los predios de la Universidad de Connecticut.

Precedentes de Boston, Nueva Jersey, Baltimore, Nueva Orleans y otras ciudades vecinas, cientos de ticos viajaron durante horas en carro o autobús para observar el partido de la Selección ante Estados Unidos.

“Estábamos un poco ‘ahuevados’ porque no habían programados partidos más cerca, pero pudimos conseguir las entradas.

“Desde ayer estábamos planeando todo, y el domingo tenemos preparado ir a Baltimore, para apoyar a la Sele en cuartos de final”, contó Heiner Sánchez, de Sarchí.

Los aficionados estadounidenses eran “visita” en su tradicional fiesta antes de cada partido.

Sentados en los cajones de sus pick-up , con hieleras y parrillas ardientes al lado, conversaban tranquilamente, mientras los ticos, con su pachanga, se reconocían a kilómetros de distancia.

“Esta es una fiesta que tenemos solo de vez en cuando. Hemos ido con la Selección a muchas partes de Estados Unidos y no nos hubiéramos perdonado si nos perdemos este partido”, afirmó Luis Vargas, un saprissista que habita desde hace más de diez años en Boston.

Hasta grito guanacasteco se escuchó en un rincón perdido de aquella pequeña Sabana que ayer fue Hartford.