San Carlos le volvió a complicar la vida a la Liga

El empate a uno supone un traspié para Alajuelense, que venía enrachado

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Alajuela. San Carlos se convirtió en ese fantasma que ronda el estadio Alejandro Morera Soto; en ese necio escozor en el cuerpo de los futbolistas alajuelenses; en esa piedra en los zapatos del técnico Óscar Machillo Ramírez.

¡Cuántos resultados positivos sacaron los norteños de la fortaleza manuda en tiempos recientes!

Ayer se dejaron otro más, tras empatar a un tanto.

Los Toros llegaron al reducto rojinegro con el fresco recuerdo de la victoria que dejó fuera a Alajuelense de la ronda de las semifinales en el torneo de Verano 2012.

Tal vez la Liga también.

No obstante, el buen momento que viven los manudos limitaba un poco la posibilidad de otra de esas resonantes sorpresas.

Otra vez se cayeron los pronósticos y dieron vida a la añeja frase: “los partidos hay que jugarlos”.

La Liga dominó, corrió y llegó al arco rival en incontables ocasiones, pero no ganó.

La tabla de posiciones no sumará las llegadas, ni los “uuuy” de la afición, ni las manos en la cabeza de los jugadores rojinegros.

Solamente registrará el empate y la racha de tres partidos en que Alajuelense no vence a sus vecinos de más arriba del mapa.

De paso, la segunda seguidilla de ese tipo en dos años. Por eso es justo calificar a los norteños como un equipo que le saca las canas a menudo a los rojinegros.

Acciones. El gol de San Carlos lo marcó el brasileño Cleber Lucas, al terminar de empujar en el área pequeña un firme cabezazo de Edder Munguío (37’).

Fue un dardo; más que al corazón de los erizos, a la cabeza, ya que revivió principalmente aquella celebración que casi que terminó de enterrarle todas las ilusiones a la Liga en el certamen pasado.

Alajuelense jugaba bien y había tenido sus posibilidades, pero no tradujo nada en la red.

Entonces, ¿ahí quién tiene el merecimiento? ¿El que llega más o el que llega una y la hace?

En fin, desde ese instante la Liga decidió meter el gas un poco más.

A veces con criterio y a veces con empuje. Pero con nada de suerte o puntería; ambas variables incondicionalmente necesarias en compromisos tan cerrados.

Hasta que llegó quizás el zapatazo del menos esperado: el esforzado Luis Miguel Valle, quien marcó su primer gol en la Primera División (solo tenía uno en la Liga de Campeones de Concacaf).

La jugada combinó todas las características descritas tan solo unos cuantas líneas atrás.

Al 55’, Valle luchó la pelota y la recuperó en el mediocampo. Avanzó unos metros y habilitó por la derecha a Allen Guevara, quien se metió al área grande sacó una marca y centró rastrero y hacia atrás.

Sabía que su compañero seguía de cerca su corrida. Seguramente venía saboreando el gol. Un segundo después pudo hacerlo.

Los de casa siguieron insistiendo. Los de la visita incomodando.

El Machillo movió fichas, la afición se metió al juego, el árbitro Jefffrey Solís expulsó al defensor norteño Jorge Ramírez.

No obstante, no habría caso para que la Liga sacara el triunfo.

Ese fantasma, ese escozor, esa piedra no se iría en lo que quedó del juego. No se va.

Habrá que esperar a ver qué pasa en la segunda vuelta.