Un pez acompañó durante cuatro horas a nadadores que cumplieron con hazaña de 33 km en Golfo Dulce 

Los ticos Juan Carlos Camacho y Julio Aragón, así como el belga radicado en Costa Rica Karl Vanhoutte, cumplieron con una travesía de aguas abiertas sin precedentes 

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Nadar diez horas seguidas en el mar requiere de mucha concentración, fuerza mental, física y otros tantos elementos determinantes, antes y durante la travesía.

Pero durante tanto tiempo también es importante romper la monotonía y eso hizo un pequeño pez en parte de los 33 kilómetros que cumplieron los nadadores Juan Carlos Camacho, Julio Aragón y Karl Vanhoutte.

Estos tres amigos se plantearon este reto nunca antes visto en Costa Rica y el sábado anterior lo hicieron realidad.

La ruta consistía en 30 kilómetros lineales desde Bahía Chal hasta Puntarenitas y luego hacia Puerto Jiménez, en el Golfo Dulce. Aunque como suele pasar, el mar siempre cobra unos metros o kilómetros de más.

Camacho, Aragón y Vanhoutte son nadadores experimentados, han vivido cientos de experiencias en el océano, y el contacto con la naturaleza es uno de los más especiales.

Ya han tenido cerca tiburones, delfines y más especies. Esta vez no vieron tanta fauna, pero un pez se encargó de hacerlos sonreír.

Ceñido con el reflejo en los anteojos de Camacho, un pez del tamaño de un dedo meñique los acompañó en un lapso de cuatro horas. Es decir, en el 40% del recorrido.

El pez era amarillo con rayas negras, recuerda Camacho, quien lo tuvo prácticamente en su nariz durante mucho tiempo.

“De pronto no lo veía, pero andaba por ahí y volvía. Ya nos ha pasado antes. Es algo muy bonito, divertido, porque esos acontecimientos te hacen romper esa concentración, es bueno porque te relaja”, contó el nadador de 48 años.

También tuvieron la presencia, aunque rápida, de un delfín nariz de botella en las primeras horas.

Apenas comenzaron la natación, a las 4:30 de la madrugada, disfrutaron de la bioluminiscencia, un proceso en el que los organismos vivos producen luz debido a una reacción bioquímica.

“Tuvimos oscuridad total durante media hora, eso permite ver luminiscencia; uno hace la brazada y cuando se rompe en la superficie hay muchos colores y luces, es muy bonito eso”, agregó Camacho.

Las primeras cinco o seis horas de natación fueron tranquilas, con un mar benévolo y también la vista del amanecer.

Cuando llegó el cambio de marea estuvieron a prueba, aunque nunca existieron contratiempos ni crisis. Los momentos de hidratación pasaron sin sobresaltos.

"El mar estaba picado, y no es solo que cambia la dirección de la corriente, también se viene un viento en contra que entra al golfo", contó Camacho.

Aunque sus cálculos estaban entre 7 o 9 horas, habían adelantado que eso podría aumentar y así sucedió, fueron exactamente 10 horas, 10 minutos y 10 segundos durante 33 kilómetros, también tres más de lo pactado.

Los tres atletas también cumplieron con la idea de concluir el reto “enteros”, incluso con la energía para seguir nadando una hora más. Pero su locura ya estaba concluida.

Tocaron la arena, se levantaron y un abrazo entre los tres fue la señal de que había terminado.

Después, su amigo Herbet Ulloa los recibió con una cerveza a cada uno. Era momento de celebrar.

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