‘Sepa que le renuevo por lástima’: La dura frase que obligó a Andrey Amador a ponerse las pilas

El ciclista costarricense que hoy milita en Ineos habló por primera vez de lo que le costó la adaptación al pelotón profesional. En 2010 estuvo en el límite entre truncar su carrera, o reaccionar y consolidarse

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Llegar al pelotón profesional no fue lo más duro para Andrey Amador, sino mantenerse ahí.

No se trata de una frase cajonera, ni de un dicho popular. Es la realidad del tico que en este 2020 acumula su duodécima temporada en el ciclismo profesional.

Hace varios años, el nacional que hoy viste los colores del Ineos estuvo en el límite entre truncar su carrera o ponerse las pilas y consolidarse.

Así lo confesó Amador en una conversación en vivo por Instagram con el exciclista Iván Gutiérrez, a quien tuvo de compañero en el Caisse d’Epargne y Movistar Team.

El tico mencionó tener una historia que nunca se le olvida y que lo marcó. Imanol Erviti ganó la etapa 10 de la Vuelta a España el 7 de setiembre de 2010 y el manager del equipo, Eusebio Unzué, se encontraba en Pamplona.

Como estaba ahí, llamó a Andrey, le dijo que se reunieran porque se le vencía el contrato, pero que necesitaba hablar con él.

“Me citó en un hotel y me fui para allá. Me dijo esto que nunca se me olvida: ‘Vea Andrey, sepa que le renuevo por lástima’. ¡Qué duro! Yo me fui llorando para la casa, ese fue un poquito el punto de inflexión, de que me dieron una oportunidad. Era mi segundo año en profesionales cuando Eusebio me dijo eso”, manifestó Amador.

Hoy, cree que era necesario que su jefe le dijera eso para que reaccionara y entre risas cuenta otro episodio desconocido.

“Eusebio hizo el Movistar de Colombia y por casualidades de la vida yo andaba en Barcelona, donde unos compañeros que tuve en el equipo amateur (Galibier Lizarte) y nos íbamos a ir de fiesta. Él me llamó como a las 11 p. m. y me dijo que quería que le diera el número de Gregory Brenes”.

Aparte de darle el contacto del brumoso que luego militó en el equipo continental cafetero, Amador le contó a Unzué que se estaba cuidando.

“Era la época del Blackberry, que si uno no bloqueaba la última llamada, siempre se daba una llamada perdida. Yo estaba de fiesta en la discoteca, a los 21 o 22 años y seguro bailando o algo toqué el teléfono y llamé a Eusebio como a las 3 a. m. y me contestó como 20 segundos. (Aprieta los dientes y se ríe...) Dios mío, nunca me dijo nada de eso, pero no podía llamar a otro que no fuera el jefe”.

Amador recordó otra situación de por qué él cree que Unzué lo quería ‘echar’ de su equipo y la cual ocurrió la primera vez que pedaleó en una vuelta grande, en el Giro de Italia de 2010, cuando su compañero David Arroyo terminó en el podio de la general.

“Me puse unas Sidi (zapatillas) rojas y yo usaba blancas, pero quería estrenarlas. En el equipo me dijeron que esas eran nuevas y que cómo iba a cambiar de zapatillas y yo respondí que me iban perfecto con el uniforme (negro con rojo). Salimos y agarramos la escapada, iba todo torcido pedaleando. La fuga llevaba como siete u ocho minutos. Yo les tuve que decir que fueran donde el director Neil Stephens", recordó.

El problema era que el vehículo de ese director estaba a 10 minutos y el tico ya no aguantaba esos zapatos y suplicaba que se los cambiaran.

“Ya en la noche me escribió Eusebio, diciéndome: ‘Andrey, ¿qué pasó, cómo va a hacer eso?’, salí con unos zapatos que ni eran a la medida”.

Ambas anécdotas las contó el tico porque Gutiérrez recordó los inicios de Amador en el ciclismo profesional y que él es del criterio que un ciclista no solo nace, también se hace.

El español relató que el costarricense venía de dos años en amateur, donde andaba muy bien, pero era muy aventado y perdía un poco el norte, porque no entendía dónde estaba, ni en el equipo en el que se encontraba, ni a quiénes tenía alrededor.

“Comía por impulsos, me acuerdo que era una máquina de comer y poco a poco, aprendió el oficio, juntándose con la gente que se debía juntar, de querer mejorar, al cabo de tres o cuatro años la vida le cambió por completo al marcharse a Barcelona”, citó el expedalista.

Según Gutiérrez, él veía a Amador con potencial, pero le daba miedo que su carrera se perdiera “y al final has llegado donde has llegado y mira de qué manera”.

Ante esas palabras, el tico admitió que eso pasa, pero que ahora los juveniles ya tienen otro chip y están mejor preparados para no tener problemas de adaptación al saltar al profesionalismo.

“A mí me costó mucho, no sé qué me pasó. Yo fui a España y fue tanta la ilusión de cuando fui amateur que yo lo único que quería era ser profesional, estaba demasiado ceñido y era cuando entrenaba más, tenía las cosas muy claras. Modestia aparte, en el ciclismo amateur ganaba las carreras o estábamos cerca y luego pasar a la categoría de verdad, donde uno se da cuenta de la selección, fue para mí como un golpe y no sé, me sentí un poquito como que me extravié”, relató Amador.

Él tiene una explicación y considera que su adolescencia la pasó en la bicicleta, se levantaba a las 3:30 a. m. para entrenar y justo cuando da el paso a profesionales le explotó la rebeldía propia de la juventud.

Gutiérrez comprendió eso, al decir: “Venía de ser un gran corredor en categorías inferiores y llega a un equipo de nivel y de estrellas. Además, por el carácter daba la sensación de que no se tomaba las cosas en serio, porque yo creo que hubo un punto en el que no era consciente de dónde estaba, del equipo, de la exigencia y que con una mala contestación le pondrían una equis que le costaría quitársela".

Y añadió: “Recuerdo que Andrey era rebelde y si se le suma la falta de atención y la manera de actuar en la juventud, yo me decía este es un corredor muy bueno, que afortunadamente lo ha sido, pero que está al límite de perderse, porque ha habido ciclistas muy buenos que no han dado el paso”.

El paso de los años y las carreras dan experiencia. Aquel chiquillo rebelde e impulsivo se convirtió en uno de los mejores gregarios del mundo, un hombre que no dejó escapar esa segunda oportunidad dada por Unzué en 2010 y hoy afirma que nunca se termina de aprender.

“A veces lo más básico es lo más sofisticado. Nosotros nos medíamos la ropa siempre de pie en las concentraciones. Ahora que me medí la ropa fue en la bicicleta y ya no me sobra, ahora sí la siento a la medida en la bicicleta, es algo muy simple”, contó Amador desde su casa, en Andorra.