Los campeones defensores se despidieron de la cita en medio del asombro de la afición y la humillación propia de tener que entregar la Copa apenas en la primera fase de competencia.
Los italianos fueron uno más en el torneo, terminaron sin gloria y con mucha pena, defendieron el título solo con la presencia y acusando el uso de figuras agotadas cuatro años después de la celebrada gloria de 2006.
La Azzurra se unió así a Francia, el subcampeón de Alemania, como las principales decepciones de la primera fase en lo que fue el primer Mundial celebrado en tierras africanas.
Terminaron últimos del Grupo F por detrás de Paraguay, Eslovaquia y Nueva Zelanda, todas selecciones muy por debajo de la trayectoria de un equipo acostumbrado a los títulos.
Paraguay, con su aguerrida defensa y la mano omnipresente del Tata Martino en sus filas, fue la primera en retar la hegemonía del campeón: sacó un punto en el debut de ambos en la Copa Mundial.
Luego sería la modesta Nueva Zelanda la encargada de arrebatarle otro, esta vez con el empate 1-1. Ya en apuros, la verdadera Italia emergió en el juego ante Eslovaquia pero cuando el marcador y el reloj jugaban en su contra, tuvo 30 minutos de verdadero calcio, insuficiente por mucho para lograr aruñar la clasificación a los octavos.
Sin obstáculos, Paraguay se dejó el liderato y se unió a la fiesta suramericana que tras la primera ronda vio cómo todos sus representantes se metían a la fase de octavos de final.
A los guaraníes los secundó Eslovaquia con su partidazo ante Italia y la inspiración de su delantero Robert Vittek, quien puso dos de las tres anotaciones en la celebración eslovaca.
Nueva Zelanda pudo haber sido el otro invitado, pero su conformismo no la dejó pasar del 0-0 ante Paraguay en la última jornada, y también dijo adiós.