El poder de un sueño y el juego que lo consolida todo para los Seahawks

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Los Seahawks son una franquicia “joven”. Nacida en 1976 nunca ha ganado un Super Bowl y la de hoy es apenas su segunda aparición en la gran fiesta. En estos 38 años han sido más las temporadas tristes que las dulces. De un tiempo acá los dueños se han enfocado en cambiar esa historia.

Tienen una gran defensa, la mejor, un temible juego terrestre y un buen mariscal, Russell Wilson, quien en su segundo año ya mostró el temple para conducir a un equipo con aires de campeón.

Incluso el CenturyLink Field, construido a inicios de la década pasada, esta pensado para grandes cosas: su estructura y afición lo hacen el estadio más ruidoso.

Por la autopista. El frío, la posibilidad de lluvia o nieve dan una gran ventaja a Seattle, cuya ofensiva tiene su punto fuerte por tierra.

Marshawn Lynch acumula 249 yardas y tres touchdowns en apenas dos juegos de postemporada. Fue decisivo, en realidad destructivo, ante los Santos y los 49ers. Nada indica que el caso se muy diferente hoy en el Super Bowl.

La defensiva contra el acarreo de los Broncos no fue mala, de hecho quedó ranqueada en el octavo puesto. Pero es difícil imaginar que sean efectivos contra los Seahawks. Principalmente porque ellos tienen uno de esos ataques modernos en los que el mariscal corre: Wilson acarreó 539 yardas, con un promedio de 5,6 por intento.

Si por tierra no se puede, Russell tiene el brazo y la capacidad para decidir partidos por aire.

La ofensiva es solo uno de los puntos fuertes de Seattle. La Legión de Boom posiblemente defina el destino del juego.

Desde el 2011, cuando el esquinero Richard Sherman llegó a la secundaria se creó algo especial. Es una defensa realmente agresiva contra el pase, que consiguió los mejores números de la campaña y apabulló a mariscales como Drew Brees y Colin Kaepernick.

Peyton Manning tendrá un juego difícil hallando espacios ante una defensiva que por lo general exige nada menos que la perfección a sus rivales.

Todo empezó con un sueño y los elementos se han dado. Ahora solo falta que los Seahawks sean capaces de ganar el último partido y cambiar para siempre la historia de la franquicia.