El orgullo por su primogénito lo llevó a un esfuerzo triunfal

Javier Montero ganó la maratón, aunque tuvo problemas físicos al llegar a la meta

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Volcán Irazú, Cartago. Llegó a la meta y realizó un gesto como si estuviera chineando a su bebé. Inmediatamente sus piernas no dieron más y contracturado cayó al suelo.

Aquellas lágrimas en el rostro de Javier Montero reflejaron dos situaciones al mismo tiempo: el sentimiento de imponerse a un gran rival en una exigente prueba que duró 4 horas, 30 minutos y 15 segundos y a la vez el orgullo de ganar una carrera en nombre de su hijo, próximo a nacer en unos meses.

Increíblemente el protagonista de esta historia está cerca de cumplir el medio siglo de vida y ayer “aporreó” –como dijeron muchos– a jóvenes de la mitad de su edad.

Para entender su esfuerzo, hay que comenzar a contar ciertos detalles del recorrido.

Como todas las maratones, consistió de 42 km, solamente que esta fue en un puro ascenso desde la salida en Plaza del Sol en Curridabat hasta el museo del volcán Irazú.

Las características cuestas desde el primer metro y hasta la meta (en lo alto de una cumbre) limitó la capacidad de respiración por lo denso del aire; además, implicó redoblar fuerzas de piernas.

Sin embargo, desde que salió, Montero tomó la delantera, seguido muy de cerca por César Ortega, su archirrival en esta prueba, pues entre ambos se han repartido las tres ediciones del Challenge Irazú.

“Esta es la carrera más extrema que he recorrido a nivel nacional. Hay que estar muy bien preparado y aún así uno siente la dureza de la carrera”, dijo el ganador minutos después de ser atendido por los socorristas del evento.

Pundonor. La bruma y la llovizna dieron un toque de misticismo a la carrera, pues cada uno de los atletas emergía de entre la neblina con su casaca amarillo fosforescente, con ganado y campesinos como testigos de la carrera.

Así los atletas de la maratón pasaron por diversos escenarios como La Unión, Angelina de Ochomogo, el centro de Llano Grande y el Sanatorio Durán, entre otros.

Con la fría mañana, los atletas tuvieron que arreglárselas para calentar su cuerpo, ya fuera con proteínas de sus mochilas o cobijas y jackets impermeables.

Mientras se seguía avanzando por calles de lastre (el 70% de la carrera era en ese tipo de terreno), la ventaja de Montero se hacía cada vez más grande.

No obstante, cerca de San Juan de Chicuá, Montero sintió un bajonazo en su nivel físico.

La altitud le comenzó a jugar una mala pasada y empezó a descompensarse, con lo que Ortega aprovechó para recortar.

No obstante, pese al acecho, la ventaja se mantendría y al final Montero logró cumplir su objetivo, celebrar en brazos de su esposa, con cuatro meses de embarazo a la espera de Xavier, su primogénito.

“Es una bendición tener salud para venir a demostrar que hay mejores cosas que quedarse en la casa y así disfrutar de las bellezas naturales. En realidad, ayer (sábado) no estaba seguro si iba a correr”, dijo Ortega, campeón del año pasado.

El orgullo y el deseo de dedicarle la carrera a su hijo motivó a Montero a un esfuerzo extraordinario.