Ciclista Kevin Rivera ayudó a papás a salvar la casa hipotecada con sus primeros salarios

El oriundo de Pacayas corre con el equipo italiano Androni Sidermec desde el 2017 y este año tiene la posibilidad de aparecer en la nómina del Giro de Italia

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Cuando el costarricense Kevin Rivera recibió sus primeros salarios como ciclista profesional en Italia envió el dinero a sus papás para ayudarlos en la situación económica que atravesaban.

La familia de este pedalista de Lourdes de Pacayas, en Cartago, tenía la casa a punto del remate, debían la electricidad, el agua y había poca comida.

Todo eso lo tenía claro Kevin, porque meses atrás él vivía en carne propia esas dificultades.

“Pagamos lo que debíamos pagar y compramos comestible, de ahí en adelante todo fue mejor, ahora nos da una parte y se deja el resto para vivir él”, comentó José Rivera, su papá.

Kevin cumplió su sueño de ciclista en 2017, cuando con apenas 17 años fue contratado por el equipo italiano Androni Sidermec.

Su vida estaba dando un giro. Dejó atrás la motoguadaña, herramienta que lo acompañó durante varios años mientras trabajó con su padre y por primera vez se montó a un avión.

Estaba sucediendo algo “impensable”, dice su padre, como “sacado de un cuento de hadas”.

En poco tiempo el ciclismo se ganó la atención de ese niño menudo, menor de 4 hermanos y descrito como una persona carismática y dispuesto a ayudar en lo que pudiera.

Don José, quien sigue chapeando, asegura que su hijo nunca renegó para hacer esta u otras tareas.

Tampoco hubo queja cuando pidió una bicicleta y tuvo que esperarse para que le armaran una con repuestos viejos, o cuando salió de sexto grado y no pudo asistir al colegio.

“Estábamos en una situación muy crítica, la casa hipotecada, también recibí una nieta y estaba muy enferma, pasaron situaciones y luego Kevin comenzó en ciclismo; se le hizo imposible estudiar en ese momento”, comenta su progenitor.

Para describir las características de su hijo, don José cuenta una anécdota que le demostró la disposición que tenía en medio de aprietos económicos.

En una carrera de ciclismo en Turrialba, por ahí del 2015, el brumoso se dio cuenta que al primer lugar lo premiaban con ¢30.000 y estaba decidido a ganarse ese dinero.

Todo estaba saliendo según lo planeado, iba en la primera posición, se le estalló una llanta y el segundo lugar lo superó. Volvió a la carrera tras arreglar el desperfecto, pero después le sucedió lo mismo.

“Se fue rodando para llegar a meta pero no ganó”, cuenta entre risas y con orgullo su papá.

Por ese tipo de comportamientos es que cuando partió a Italia sus papás lamentaron su ausencia pero al mismo tiempo se sintieron satisfechos por lo que estaba logrando Kevin.

A la que más le costó el cambio fue a su mamá, María de Los Ángeles Serrano. Asegura que desde que le dijeron que iba para Italia no podía dormir.

“Yo decía: ‘si le pasa algo, ¿quién lo va a cuidar?’. Pero ya estoy tranquila porque cuando él me habla está contento. Si él está feliz yo también”, aseguró.

Los éxitos lo acompañan. Un ejemplo de ello fue ganar el Tour de China, en setiembre de 2017. El nacional ha dejado buenas impresiones.

A Piero Ravaglia, su entrenador en Costa Rica, eso no le extraña. Él fue quien hizo el contacto y hoy ve los resultados.

“Es un ciclista con una seriedad absoluta y a prueba de bomba, una ética increíble, una potencia con el físico nunca vista y también capacidad de interpretación del ciclismo. Es muy serio, centradísimo, sabe perfectamente lo que quiere y sabe que cuesta”.

Probablemente lo supo desde hace unos 8 o 7 años, cuando siguió a Piero subiendo la Cangreja, en Cartago, y en medio de un aguacero le mantuvo el paso y sorprendió al entrenador de ciclismo.

Ahí se conocieron, el italiano-costarricense se percató del talento de ese niño y lo ayudó en las diferentes etapas del pedalista.

Hoy, con apenas 20 años, empezó su tercera temporada en el profesionalismo, consolidándose sobre los pedales, con el italiano dominado, en clases de inglés y siguiendo el consejo de su mamá.

“Siempre le dije que cuando mucha gente vuela alto se olvida de todo, le decía que nunca cambiara, que sea como siempre y él sigue igual, todos los días hablamos”.