Ambiente de funeral

3El júbilo en las calles de Ámsterdam se convirtió en silencio y frustracióndespués del partido de la final

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Ámsterdam, Holanda. Al parecer fue Van Gogh el que dijo que el naranja es el color de la locura. Él sabía de qué hablaba. Ayer, Ámsterdam lo confirmó por completo.

En dos horas y media, este pueblo pasó de la euforia y la alucinación, a 45 minutos de aburrimiento al inicio del partido, que se transformó en ansiedad en el segundo tiempo, esperanza con cada aproximación al arco, y angustia que desembocó en rabia y desilusión. Receta de manicomio.

Ayer me dirigí al Museumplein, una gran plaza entre el Rijksmuseum y el Museo Van Gogh, en Ámsterdam, que se convirtió en el corazón de una Holanda expectante y lista para festejar en grande su primera Copa Mundial. Estando aquí, no me lo iba a perder.

No crea que fue necesario acampar desde el día anterior o guardar campo desde las 5 a.m. Esto es Holanda. Y quizás los holandeses no serán muy espontáneos, pero saben muy bien cómo organizar fiestas grandes' y ayer esperaban más de 100 mil personas que desde varios días se había provisto de cuanto ‘chunche’ anaranjado había en las estanterías de las tiendas' Y créame, ofrecían de todo, desde calzoncillos hasta donde le dé su imaginación. Durante el día de ayer, los supermercados regalaron pastelitos, limonada y helados naranja.

La Romería del 2 de Agosto es la masa andante más similar que tenemos en Costa Rica, a lo que se vivió ayer en el centro de Ámsterdam. Fue imposible dejar pasar los tranvías (que ayer eran gratuitos), y las calles cerca de la plaza fueron cerradas, con el objetivo de dar tránsito fluido a los aficionados.

Si ver a 120 mil personas haciendo ruido es impresionante' imagíneselos en silencio.

Pero con el primer tiempo poco a poco fue cayendo como un gran peso la idea de que no estaba siendo tan fácil como esperaban. En el medio tiempo, había incertidumbre.

En el segundo tiempo, me trasladé al Leidseplein, que es el centro de entretenimiento de Ámsterdam. Cada jugada cercana provocaba momentos de euforia en las multitudes frente a televisores que se habían hecho diminutos para tanta gente.

El final lo vi frente a un bar cerca de Spui. Un chico salió y se echó a llorar, tras ver el gol de España.

Desde ahí hasta la estación del tren, los holandeses caminaron cabizbajos y con espíritu de funeral, silenciosos, diciendo adiós a una Copa del Mundo que nuevamente casi fue suya... por tercera vez.

Montserrat Carboni es periodista y abogada del Tribunal internacional de la Haya en Holanda.