Los heroicos muchachos del 63

Cuatro campeones del Norceca 1963 se reunieron con técnico

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Cada uno ingresó al recinto con su cúmulo de recuerdos. Viejos recortes de periódicos, fotografías añosas, medallas de un metal envejecido y la memoria instalada en el sentimiento.

El futbol se juega en una época de la existencia, pero dura toda la vida. Por eso fue trascendente el abrazo entre el exentrenador Alfredo Chato Piedra, de 87 años, con cuatro de sus pupilos.

Asdrúbal Meneses, declarado el mejor portero del I Norceca de Naciones de la Concacaf en 1963, que Costa Rica ganó en forma invicta en El Salvador, hace justamente 40 años; Wílliam Quirós, volante izquierdo; Guillermo Elizondo, centro delantero; y Édgar Guita Marín, un extremo derecho habilidoso e inolvidable.

La Nación los reunió el pasado 12 de junio para que evocaran las vivencias de aquel torneo, precursor de la actual Copa de Oro, en la que participará nuestra selección entre el 12 y el 27 de julio próximos en México y Estados Unidos.

La mano grande de Meneses se posó firme sobre la mesa al expresar: “Don Alfredo era dios y talento”. El viejo Meneses conserva intacta la pinta del guardameta. Hablaba con calidez mientras su hijo, Pablo Asdrúbal, lo observaba con admiración desde el otro extremo, donde se sentó junto con Carmen María Piedra, la hija de don Alfredo, ambos acompañantes de sus progenitores.

Predominó esa felicidad espontánea que se da entre amigos que hace tiempo no se ven. También afloró el espíritu. Elizondo pidió a los presentes que nos pusiéramos de pie y se guardó un minuto de silencio, en honor de los miembros del grupo ya fallecidos.

–Don Alfredo, ¿cómo hizo para conformar aquella máquina de hacer futbol?

–Siempre creí en ellos, a pesar de que cuando partimos nos auguraban que regresaríamos eliminados en una semana. Pero fuimos los campeones invictos y descalificamos a México –recordó Piedra–.

“La base del equipo fue la que se adjudicó el título centroamericano y del Caribe en Honduras, en 1955. Lo apuntalé con algunas figuras nuevas, como Édgar Marín. Su convocatoria provocó el disgusto de don Ricardo Saprissa, quien me dijo que estaba muy jovencito y que yo corría el riesgo de malograrlo. Le respondí que preguntara a Cuty (Monge) y a Fello (Meza) a qué edad habían comenzado ellos, muy jóvenes, y fueron grandes estrellas”, destacó Chato .

Como ocurre en las charlas de amigos, la conversación tomaba distintos matices. A veces con risas. “¿Se acuerdan de Eduardo Volkswagen Hernández? (salvadoreño, goleador del torneo). Me quería vender su plancha de dientes. ‘Está nuevecita, solo tiene una bebida de café”, recordó Meneses.

De pronto, la vivencia. “Lloré en el vestidor cuando Catato me regañó por una jugada de Tribilín (González) que casi nos costó un gol con Honduras. Fue una novatada porque era nuevo en mi primera Selección”, declaró Quirós.

De ahí al aspecto técnico. “Nació esa vez una de las mejores parejas de volantes que se conoció en nuestro futbol: Wílliam y Gámez. No solo dominaban el balón con maestría; ¡lo peleaban sin descanso!”, resaltó Piedra.

Y usted, Édgar, ¿qué piensa de don Alfredo como mentor y director técnico? “No sé si se dieron cuenta de que cuando lo abracé le dije ‘Mi tata”, manifestó Marín.

La chispa de Marín salió a relucir en varios momentos. Al recordar a Mario Catato Cordero (q. d. D. g), con legítimo orgullo, Meneses comentó: “Quizás ustedes no lo saben, pero en la ocasión del primer penal errado, de los poquísimos que falló Catato , era yo quien estaba en el marco”. “Lo pegó en el poste”, bromeó Marín.

Entonces el tema se concentró en la figura del gran capitán. “ Catato nació para ser líder –describió Piedra–. Era respetado y querido. A uno lo pueden respetar, pero quizás no quererlo. Con Catato ocurría eso: ¡Era respetado y querido!”, enfatizó el exentrenador.

“A mí me puso Churuco”, dijo Meneses. “Conmigo vacilaba; decía que le aburría jugar contra el Uruguay porque decía que éramos unos limeros”, agregó Elizondo.

“Al igual que don Alfredo, era un padre y un maestro. Por cierto que me dolió mucho escuchar en una televisora la mención del campeonato con el nombre de una marca comercial, si el torneo fue dedicado a don Mario; homenajes así, tan mal planeados, lo mejor es no hacerlos”, comentó Marín.

Amistad y emblema

Consultados sobre si había feudos en el conjunto, o que si existía algún tipo de discriminación, fueron tajantes: “¡Jamás! En primer término, jugábamos con amor; fuimos a ese y a otros torneos sin premios ni mayores estímulos. No ocurría lo de ahora, que antes de salir del país, los jugadores negocian los premios”, afirmó Quirós.

“Éramos muy unidos. En la cancha, cada cual con su equipo, nos dábamos duro, pero si después nos topábamos en alguna fiesta –porque éramos fiesteritos– abundaba la camaradería”, expresó Meneses.

“Por el rendimiento de la Selección, don Alfredo nos dio permiso de salir a dar una vueltita”, recordó Elizondo. “Al final fue un vueltón”, agregó Marín (risas).

“El Macho Coto, el más chiquillo, le tenía horror a las chicharras y se brincaba las cercas si lo perseguíamos con ese animalillo”, contó Quirós.

Cayaca Marín fregaba mucho. Al pobre de Rubén (Jiménez) le cortó el pelo mientras dormía. Después la Rata se sacó el clavo, porque entre Catato y Quesada agarraron a Cayaca y Rubén lo dejó pelón”, añadió.

Algo tiene el tiempo. Se enreda en la piel y atesora las vivencias del alma. Algo tiene el deporte. Convoca a los viejos amigos, los hace reír y hasta llorar, como si nunca se hubieran separado.