La impactante odisea humanitaria de Daniel Colindres y su esposa en Bangladés

Daniel Colindres y su esposa Fernanda Madrigal llegaron como estrellas a Bangladés en 2018, luego regresaron en 2021; sin embargo, se enfocaron en servir a una sociedad muy golpeada

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Cuando Daniel Colindres y su esposa, Fernanda Madrigal, tomaron la opción de irse al fútbol de Bangladés después de Rusia 2018, siempre tuvieron claro que su legado iría más allá del terreno de juego; ellos fueron enfáticos que como familia debían servir más que ser servidos.

Ante esto, a finales del 2018 la familia Colindres Madrigal comenzó a hacer un trabajo para detectar de qué forma podían colaborar con la sociedad bangladesí, motivados por las escenas que vieron con sus propios ojos en las que niños comían basura, además de que tenían poco o nulo acceso a la educación.

De esta forma, Daniel y Fernanda decidieron brindarle apoyo a un proyecto que se encuentra en el casco viejo de Daka (capital de Bangladés). Ellos conocieron a un señor de nombre Resaul, quien creció en esa zona, pero por circunstancias de la vida fue la excepción de lo que normalmente sucede con los habitantes del lugar.

“Es una zona donde vive gente de trabajos sencillos. La población de allá no tiene acceso a la educación, la educación pública sí existe, pero no todos pueden ir, porque eso implica otros gastos como herramientas, uniformes; muchos no tienen esa capacidad económica para estudiar”, explicó Madrigal.

“La mayoría de adultos se dedican a conducir rickshaw (bicicletas de transporte). Acá la gente vive sin electricidad. Los niños no pueden estudiar, no es una opción y salen a trabajar. ¿En qué trabajan? No pueden trabajar menores de 16 años de manera legal, pero hay fábricas clandestinas que los reclutan”, añadió.

Ante esto, Resaul consiguió el apoyo de una ONG llamada Hope 86 la cual se encargó de brindar educación a los pequeños, pero cuando Colindres y Madrigal conocieron el proyecto, notaron que había un ausentismo de casi el 90%, porque los niños no sentían la necesidad de ir a estudiar.

“Al inicio fue difícil, porque nosotros somos cristianos y estábamos es un país musulmán, entonces teníamos que encontrar la forma de conseguir como ‘romper el hielo’. La primera estrategia que usamos fue hacer una fiesta y ahí recibimos apoyo del primer equipo de Daniel, el Bashuandara Kings. Fue una actividad enorme y los chicos quedaron impactados y comenzamos a abrir el corazón de ellos”, comentó.

Luego de esto los pequeños se fueron acercando a la escuela, hasta que un día a Fernanda se le ocurrió dar un tiempo de comida en la institución y con esto lograron un éxito rotundo en la asistencia.

“Para esto nosotros creamos un campaña que se llamó #ForBanglaKids. Con esa campaña logramos recaudar $20.000 y esto nos sirvió para garantizar la comida diaria por dos años para los niños de la escuela”, recordó.

El ausentismo en la escuela pasó de un 90% a un 5% y la población estudiantil creció de 80 a 100 estudiantes.

La recaudación que hicieron con la campaña también dio para reparar la escuela y así se olvidaron de los techos llenos de goteras y la ausencia de un baño, porque lo que tenían para las necesidades era un hueco en la tierra.

Lo que nunca imaginaron los costarricenses es que influirían tanto en la comunidad al punto que mujeres adultas se reunieron con Fernanda porque querían seguir su ejemplo.

“El día que yo dije: ‘todo valió’, fue una vez que me tenían una sorpresa y me llevaron a una casa y había un grupo de ocho mujeres, quienes me dijeron que querían estudiar como yo y que yo era ejemplo”, dijo.

La gran preocupación de María Fernanda y Daniel recayó en qué pasaría con la escuela cuando Hope 86 cuandoellos se retiraran.

“Buscamos soluciones, gracias a Dios nosotros pertenecíamos a la comunidad de extranjeros, esto nos permitió conocer al gerente de Zara, entre otras marcas internacionales. Hay muchos españoles que fueron a poner negocios y también unos hondureños. Nosotros los contactamos para apoyar a la escuela”, reveló.

El convenio al que se llegó es que a muchas de estas fábricas de ropa les queda un sobrante de producto que no se coloca en los mercados internacionales, sino que es ofrecido a precios muy bajos en plazas de Bangladés.

“Normalmente ellos dan esas ventas a la caridad, pero logramos que el 50% de ese dinero que es aproximadamente $6.000 al año fuera a la escuela, con eso se garantiza al menos la alimentación”, pronunció.

Fernanda y Daniel continúan en constante comunicación con el centro educativo.

“Yo con cierta frecuencia hablo con el señor, me encantaría seguir yendo, pero hay demasiadas restricciones, la probabilidad de volver es prácticamente nula, aunque yo desde acá los asesoro sobre algunas decisiones en temas académicos y de convenios”, relató.

La familia Colindres Madrigal cuenta con orgullo lo que hicieron, como marcaron la vida más allá del terreno de juego.

“Nosotros somos bendecidos, yo sí me siento muy orgullosa, siempre rajo, era muy fácil ser legionario, vivíamos con comodidades, pero yo no me sentía cómoda viviendo sin entregar un poco de lo que Dios nos dio. El sueño de mi vida es hacer algo como lo que hicieron Andrea Salas y Keylor Navas (con la Fundación Tiempos de Esperanza). Queremos impactar y ayudar a la gente que normalmente nadie se acuerda”, finalizó.

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