Vargas espera con calma el pitazo final de su duelo

Hijos de empresario afirman que su padre no ha perdido ni la calma ni la confianza

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Richmond, Virginia, EE. UU. Minor Vargas espera con calma el pitazo final de su duelo con la justicia estadounidense, un partido que con el tiempo cumplido sigue perdiendo por goleada.

El empresario tico, declarado culpable en abril anterior de siete delitos de fraude y otros tres de lavado de dinero, escuchará hoy a partir de las 7:30 a. m. (hora de Costa Rica), el veredicto del nuevo dueño de su destino: el juez.

Será él quien, en medio de la batalla de argumentos entre Fiscalía y Defensa, decidirá el castigo para quien fuera una de las figuras más importantes en el ámbito deportivo en Costa Rica, un mesías del futbol que hace ya casi dos años cayó víctima de otros negocios menos conocidos.

Ambas partes tienen claro su proceder : el Gobierno defenderá la pena máxima de 170 años amparados en la culpa que ya se le probó; la Defensa lo innecesario de un castigo tan elevado para un hombre de 61 años.

Y en medio de ellos estarán las víctimas, el cruel as bajo la manga que la Fiscalía siempre tiene para inclinar la balanza a su favor, y que una vez más se presentarán al estrado para reafirmarle al juez por qué Vargas está donde está.

Calma. Pero más lejos de esa batalla que ya calienta en la corte, los hijos de Vargas aseguran que su padre mantiene el mismo semblante que siempre ofreció en su carrera: el de la calma y el autocontrol.

Según ellos, los casi dos años que tiene de estar en prisión, lejos de dañar su paz la han fortalecido.

“Por sorprendente que parezca mi papá ha visto esto como el mejor negocio de su vida, porque lo ha acercado a Dios. Alejarse de todo era lo que necesitaba, y por eso él dice estar agradecido”, afirmó ayer su hijo Rolando.

Él, junto a dos de sus hermanas, visitaron ayer a su progenitor en las horas previas al desenlace de una historia que comenzó en enero de 2011 con el arresto de Vargas en un aeropuerto de Nueva York.

Durante la mayoría de ese tiempo, el tico ha permanecido recluido en la pequeña prisión de Pamunkey, en Richmond, Virginia, un apartado recinto que retiene en su mayoría a acusados que, como Vargas, nada más aguardan su pena.

Las dos hijas del tico ingresaron a una visita pactada para las 3 p. m. y en la que Rolando apenas sí pudo verlo de lejos, pues la restricción es de dos personas por prisionero.

“Todo esto ha sido parte de un plan que Dios tiene para esta familia, y todo lo vamos a aceptar con la misma humildad que hasta ahora. Estamos seguros que él puede superar la etapa que viene, sea la que sea”, dijo Rolando mientras esperaba, con la misma calma y buen verbo que heredó de su padre.