Suma de fallas dio rienda suelta a la violencia en el Cartaginés-Alajuelense

Suma de fallas en seguridad dio rienda suelta a la violencia y provocaron la suspensión en el primer tiempo

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Un plan que se comprobó inefectivo, una seguridad privada incapaz de detener o contener a los vándalos vestidos de rojo y negro y la escasa presencia de la Fuerza Pública. Muchos fueron los fallos, pocos los que aceptaron la culpa y uno el resultado: el fútbol costarricense se detuvo por primera vez en más de dos décadas.

Claro, no se puede dejar de culpar a esos energúmenos que se esmeran en afear el deporte con sus actos de violencia, física o verbal.

El problema es que ayer nadie, o casi nadie, estuvo ahí para detenerlos y evitar que cientos de agresores atravesaran la gradería este del Nacional para golpear a los aficionados brumosos.

El fútbol respondió con un alto total. El primero que ve Costa Rica desde la final de 1993, entre Cartaginés y el Herediano.

La Unafut tomó la antes impensable decisión de suspender el partido. La reprogramación quedó para hoy, a las 3 p. m., sin público en el mismo escenario.

Mientras que los verdaderos aficionados presentes en La Sabana, aquellos que fueron a alentar a su equipo y vivir un buen encuentro, le cantaron así a los agresores: “Fuuuuera, fuuuuuera...”

Lavarse las manos. Aunque no lo pareciera, sí había un plan de seguridad. Cartaginés lo desarrolló, la Fuerza Pública lo aprobó y la Unafut lo recibió. Los hechos se encargaron de mostrar su inefectividad.

Cartaginés culpó primero a la barra brava manuda, La Doce, por los actos de violencia. También empapó a la dirigencia alajuelense por no controlar a esos que aparentan ser aficionados de la Liga.

Después, señalaron el dedo hacia la Fuerza Pública. Tanto Jorge Ortega, gerente general, como el comunicado que publicó en su sitio el club horas después, culpan de todo a la escasa presencia policial dentro del Estadio Nacional.

Eran 20 efectivos, nada más...

Los cartagineses dicen que pagaron la alimentación de 200.

Juan Carlos Arias, subdirector regional de la Policía, dijo que ellos se encargan del perímetro y la seguridad privada vela por el orden a lo interno. En ese sentido, resaltó el éxito al evitar altercados fuera del escenario deportivo.

Giovanni Vílchez, coordinador de Servicios de Seguridad Hevel, también se escudó en la escasa presencia de policías en la gradería.

Pero Juan José Andrade, jerarca de Fuerza Pública, respondió que la seguridad privada debería tener un plan para contener, por al menos tres minutos, a los vándalos. Cosa que no pasó.

Lo cierto es que Cartaginés contrató 150 efectivos de seguridad privada (entre ellos algunos jóvenes y hasta ancianos) y esperó que fueran suficientes para controlar la inmensidad del Nacional. Claramente no alcanzaron.