Seré nica por 90 minutos

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La Nicaragua de las dragas, los comandantes cero, las invasiones, los campamentos furtivos, las amenazas recurrentes, la que limita al sur con Costa Rica y al norte con La Haya, esa es otra Nicaragua.

La Nicaragua de estas líneas está un poco al norte y otro tanto al sur, más bien entre nosotros, hacendosa en los hogares costarricenses, ‘nana’ de niños ticos, tiznada por la zafra en nuestros cañales, ortigada en los cafetales.

Es la Nicaragua de Juan Barrera, el posible refuerzo de Alajuelense, la de niños pinoleros enviados por el destino a las mejengas de nuestros lotes baldíos. Sus padres jugaron béisbol más allá del San Juan; ellos corren tras un balón de fútbol más acá del Virilla.

Es la Nicaragua que no en mucho tiempo tendrá más seleccionados con el “mae” a flor de boca, empolvados en la plaza tica, soñando convertirse en el próximo Óscar Duarte. Otros, a lo Barrera, vestirán la camiseta nica hermanados con los vecinos cómplices de esas tardes de fútbol que extienden hasta “el que mete un gol gana”.

Es, después de todo, la Nicaragua de Henry Duarte.

Es la que disputa este domingo un boleto a Copa Oro en duelo con El Salvador, urgida de solo un punto.

Es la Nicaragua de la Carpio, la de Alajuela, la de los Chiles y la de Upala, la de más de una casa en Curridabat.

Es la Nicaragua que jala bloques de cemento, bate mezcla y palea en cada construcción.

Voy con esa Nicaragua en una tarde con la Sele en “ni fu ni fa”, obligada a un intrascendente partido ante Panamá, sin nada por disputar, ni el título, ni clasificaciones ni más oportunidades para los jugadores que intentan convencer a Ramírez.

Ya vimos quién puede y quién no, quién es estrella casera y quién tiene pasta de selección. Ortiz, Venegas, los ya conocidos y pare de contar. De no ser porque el Macho es bonachón, pensaría que convocó a más de uno para acabar con la insistencia de los aficionados.

Así, sin muchas ilusiones vestidas de tricolor, me declaro hincha nica por 90 minutos.