Puntarenas ahoga a la versión más mediocre de Saprissa

Los tibaseños se ven mal hasta en casa y comprometen sus opciones de avanzar

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Puntarenas ahogó en la propia Cueva de Tibás a la versión más mediocre que ha presentado Saprissa en este campeonato.

Hasta los porteños, que no son ninguna maravilla de equipo, fueron capaces de sacarle pecho a un débil cuadro morado que se empeña en comprometer su clasificación a la siguiente ronda.

Ya de Saprissa no debería sorprender nada. A estas alturas sus aficionados tendrían que estar vacunados contra momentos así. Pero en todo caso, resulta notable el cúmulo de errores que desembocaron en la inevitable derrota.

La defensa no sabe patrullar y el portero no da seguridad. De medio campo hacia adelante, el naufragio es casi total, salvo por las apariciones de Alonso Solís.

Saprissa no puede depender de un jugador que viene saliendo de una grave lesión y que todavía no está para los 90 minutos. El Mariachi no tiene ninguna poción mágica para remediar en solo media hora los problemas estructurales del equipo.

Desde que Jairo Arrieta falló una opción clara, al inicio del partido, estaba claro que los tibaseños iban a sufrir. El duelo también se les complicó al no poder contar con el jugador más valioso que tuvieron en el encuentro ante el Seattle Sounders, Kasey Keller .

Cuando Puntarenas entendió que no estaba ante el Saprissa de siempre, sino ante una versión descolorida, se animó a visitar la parcela enemiga. No fue una tromba, ni arrolló con vistosas combinaciones; fueron unas cuantas bocanadas, pero ya se sabe a que la ‘S’ se le pude vulnerar con poco.

Sin respuestas. Entre las múltiples carencias de Saprissa está su escasa capacidad para reaccionar en momentos de crisis. Recibió un gol y se quedó con uno menos, tras la expulsión de José Mena.

Tales circunstancias exigían serenidad para hacer control de daños, coraje para sobreponerse y sobre todo talento para buscar el empate. Fue mucho pedir: si con once les costaba, con diez quedaron condenados al mayor ridículo.

El cuerpo técnico recurrió a Solís, un lugar común en las últimas jornadas. Esta vez el equipo apenas mejoró, ante un Puntarenas que se hizo valiente atrás y que soltó las amarras del contragolpe.

Mario Víquez, en cambio, sí entró para apuntalar los pilotes de la victoria naranja. Es un jugador de espuela, que no se asusta de ver que están ganando en la Cueva. Hasta se permitió engañar al guardameta con un tiro libre al primer poste, que se convirtió en el 2-0.

El descuento, fabricado tras una incursión de Alonso Solís que terminó en penal, solo es un dato para la estadística. Ni disimula el mal rato que pasaron los aficionados saprissistas ni alivia la incómoda situación en la tabla de posiciones.

Lo del martes en Seattle fue solo un espejismo. Ayer bastó que el rival alineara a un portero competente y tuviera algo de arrojo en ataque para que volviera la nube de dudas que acompaña a los tibaseños desde el inicio del torneo.

Es cierto que el cuadro morado controló la pelota buena parte del tiempo, pero fue un bla bla bla estéril, pura palabrería sin contenido. Es la peor versión del equipo saprissista, que sigue estropeando sus credenciales como campeón defensor, incluso en su propio patio.

A Puntarenas, que venía dando tumbos en el invierno, la victoria lo reconforta, aunque no alcance como tabla de salvación para meterse dentro de la zona de los boletos.

Y Saprissa prolonga su drama: si finalmente pesca la segunda fase, va a ser guindando del cabús.