Óscar Granados: sonrisa florense con lágrimas brumosas

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El volante Óscar Esteban Granados nació en Cartago. Creció en Cartago. Vive en Cartago.

Nunca lo ha ocultado, su corazón es todo brumoso. El de toda su familia también.

Pues la noche del sábado fue uno de los mejores jugadores del Herediano en la final que dejó cruelmente tendido en la vereda a ese equipo de sus amores.

Apenas terminó el partido celebró sin pena. No tenía por qué tenerla, defendió sus nuevos colores como un gran profesional.

Sudó a más no poder su actual camiseta, recuperó quien sabe cuantos balones y hasta puso dos asistencias de gol.

Eufórico, feliz y orgulloso por el nuevo éxito en su carrera, soltó el festejo apenas el delantero Minor Díaz anotó el penal que le dio el cetro 23 al Team.

Corrió y se abrazó con todos los que vestían colores rojiamarillos, preso de uno de los sentimientos más sinceros que existe: la satisfacción tras cumplir una meta.

“Este es mi tercera final y mi segundo título en esta institución, agradezco a toda la afición herediana por confiar en mí. Este campeonato es para todos ellos”, expresó el mediocampista de contención con una enorme sonrisa.

Cambio. Sin lugar a dudas, para Granados todo era alegría.

Hasta que en zona de camerinos empezó a encontrarse las caras desoladas de sus excompañeros y amigos de toda la vida, con los cuales vivió en carne propia esa larguísima sequía de títulos locales que ayer se extendió un poco más.

Cuando se abrazó con José Villalobos, uno al que considera su hermano, se le congeló el rostro.

Cuando llegó el turno con Danny Fonseca, otro de sus compinches, se le mojaron los ojos.

Cuando apareció Randall Brenes, uno más de su eterna camada, no aguantó más y se echó a llorar copiando el gesto de prácticamente todos los del bando derrotado.

Fue su forma de demostrarles que aún cuando está en la otra acera no era ajeno a su gran dolor.

A los tres les dijo algo en el oído.

Quizás fue un voto de apoyo, quizás fue hasta una disculpa. Nadie además de ellos sabrá qué fue, pues fueron palabras imperceptibles para los que presenciaron la escena.

Lo que sí quedó muy claro es que fue algo exclusivo de alguien que sabe lo que es el vínculo azul.

Después, al reacomodar su semblante recuperó la calma y expresó algo que sí podía decir a lo alto.

“Hay que felicitar a este excelente equipo, son grandes jugadores y se merecen muchísimas cosas. Pelearon hasta el final”.