Opinión: Jafet Soto era un buen chamaco

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La conversación resultó más fluida que el tránsito, aunque aquellos no eran tiempos de grandes presas –al menos no como las de ahora–.

–Mi hijo juega fútbol –me dijo pronto el taxista, un hombre ameno, buen conversador, amable.

Las escasas cuatro o cinco cuadras recorridas, desde La Merced con destino a La Nación, habían alcanzado para entrar de lleno en conversación, de fútbol, por supuesto, desde que el hombre preguntó por mi profesión.

–Ah, sí, ¿con quién juega? – pregunté, creyendo estar ante un padre, como muchos, con la esperanza de ver a su hijo llegar a un equipo de Primera.

–Se llama Jafet Soto –me dijo con evidente orgullo.

Para entonces, el “chamaco” ya brillaba como una de las jóvenes joyas del fútbol nacional. Entonces era un muchachito humilde, dueño de una gambeta inusual, veloz, pícaro, de esos que llenan la vista y las ilusiones del fútbol nacional. Era un joven dispuesto a ganarse la vida con alegría y esfuerzo, como su padre.

El juego sucio no era lo suyo, sino el de sus rivales, empeñados en detenerlo a como diera lugar.

En Saprissa no le habían dado pelota, pero el resentimiento no parecía parte de sus motivaciones. Podían más –intento recordar– las ilusiones de un joven talentoso, con un futuro prometedor, al que no hubiese sido descabellado vaticinarle varios títulos nacionales y mucho éxito en la Selección.

El fútbol, sin embargo, quizá no le dio lo que merecía: nunca campeón con el Herediano de sus amores y excluido por Alexandre Guimaraes para jugar en el Mundial, quizás Jafet se fue llenando de resentimientos.

A lo mejor el resto lo hicieron los años en que el Team no era el Team y las dificultades económicas dejaban al Herediano impotente ante la partida de sus figuras.

Quizás todo junto convirtió al “chamaco” en el hoy gerente, tan astuto como antes, tan esforzado como antes, pero con resentimientos que se le desbordan en las palabras, en las acciones, como si quisiera cobrar todas las facturas juntas, las mofas de antaño hacia el club florense, los jugadores arrebatados por la Liga y Saprissa.

Hoy son los rivales los que tiene que cuidarse de su juego sucio, pero en el fondo –quiero creer– sigue siendo buena gente.