Nuestro futbol parece una tragicomedia

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

A la prensa deportiva la suelen acusar de amarillista, nos dicen que siempre andamos inventando escándalos, que solo nos fijamos en las cosas negativas y nos tildan de sensacionalistas.

Tales afirmaciones son puras patrañas inventadas por aquellos que son cuestionados para eludir su responsabilidad, desviar la atención puesta sobre sus actos y lavarse las culpas.

La prensa, de hecho, no necesita inventar escándalos porque aquí sobran y llegan a ser de la más baja calaña.

Encontrar un culebrón en nuestro deporte es tan fácil como hallar quién le lustre los zapatos a don Rodrigo Arias.

A veces vemos cada historia que ni el más morboso de los periodistas sería capaz de inventar tramas tan vergonzosas.

Como el cuento aquel de dos inversionistas que un día convocaron a la grey y frente a cámaras, grabadoras y micrófonos, salieron abrazados para anunciar una alianza estratégica.

Dijeron que aquella medida iba a salvar el futuro de un equipo quebrado y, a la vez, cumpliría el sueño de otro muy querido y deseoso de volver a la categoría mayor.

Esa vez se deshicieron en elogios el uno por el otro y sobraron las palmaditas en el hombro.

Dos generosos inversionistas del futbol nacional unían sus fuerzas. Muchos suspiraron pensando en el futuro que les esperaba.

Solo siete meses después, la historia dio un giro insospechado para algunos, pero temido por muchos. Uno de los inversionistas cayó en desgracia y el otro no tardó una semana en arremeter contra él con toda clase de cuestionamientos.

Lo acusó de engañarlo, de mentirle, lo crucificó ante la opinión pública mientras el otro yacía en la celda de una cárcel, en Estados Unidos, incapaz de responder a las acusaciones, incomunicado hasta de su propia familia.

Y uno se pregunta, ¿por qué salió hasta ahora a decir 'esta boca es mía'? ¿Por qué no lo denunció antes, cuando el futbol nacional atravesó uno de sus peores crisis por una deuda que había pendiente con dos exjugadores suyos? ¿Con qué autoridad moral lo señala, cuando él mismo arrastra un fardo de deudas y promesas sin cumplir?

No sé si algún día tendremos respuestas a esas interrogantes.

Pero lo que sí tengo claro es que muchas veces el futbol tico se convierte en un culebrón, y no es por culpa de la prensa, que se encarga solo de reflejar los hechos, sino de una realidad que en unas ocasiones parece una comedia y en otras se asemeja más a un melodrama.