Los secretos de la caída del Paté Centeno, la condicionada gestión de Roy Myers y la imposición de Mauricio Wright

El torneo de los tres técnicos tiene pasajes que ayudan a entender por qué el Saprissa andaba tan mal y cómo se levantó. ‘La Nación’ se los cuenta con la ayuda de cinco fuentes anónimas confiables que lo vivieron de cerca

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Saprissa consiguió el cetro 36 luego de clasificar como cuarto de la fase regular y dar la estocada cuando más vale: en los últimos cuatro cotejos. Sin embargo, el éxito conseguido tiene una historia que pocos saben.

La Nación se dio a la tarea de investigar los secretos del título morado, sobre todo para entender cómo el equipo cambió por completo de mentalidad para la última fase del certamen, luego de tener una etapa regular para el olvido en la que nunca lograron carburar y vivieron la salida de dos entrenadores.

Este diario tuvo amplias conversaciones con cinco fuentes internas del club saprissista, cercanas al camerino, quienes relataron los entretelones de la temporada del Monstruo.

Saprissa inició el certamen al mando de Wálter Centeno. El “DT” que levantó la estrella 35 de los morados fue quien inició este proceso, pero la pérdida de puntos le pasó factura a inicios de febrero y luego de perder 3 a 1 ante la Liga en el Morera Soto, fue cesado de su cargo.

Pero, ¿qué pasaba a lo interno del camerino saprissista en la era Centeno?

“La química estaba un poco desgastada ya. Las cabezas de la planilla no tenían sintonía con Wálter, tal vez por su forma de ser, no lo tengo claro. Tampoco los jóvenes estaban con la confianza debida porque a Wálter en Saprissa se le ve como una figura mayúscula, entonces eso crea un efecto complejo”, relató una persona cercana al camerino tibaseño.

Pese a que el mismo Centeno hizo sus esfuerzos por buscar la cohesión del plantel, lo cierto es que ya no era sano para él ni para el club que la relación se mantuviera.

De hecho, el estratega hizo una dinámica grupal en la que se sentó frente a los jugadores y les permitió que le dijeran las falencias que ellos notaban en él para mejorar la parte deportiva. Empero, el entrenador notó que el camerino tenía diferencias no con Centeno el técnico, sino con la persona.

Paté no recibió un solo comentario negativo sobre su estrategia o táctica, sino que se le señalaron situaciones de trato con jugadores que nada tenían que ver con lo deportivo. Incluso, en aquella cita salió a relucir que entre técnico y jugadores no mediaba siquiera un saludo de “buenos días” antes de cada entrenamiento.

El tiempo continuó y el rendimiento en cancha no fue el deseado, por lo que después de perder la final de la Liga Concacaf y un clásico, el timonel se fue. ¿Por los resultados? Sí. Pero también por la falta de química con los jugadores.

Ante esto, Saprissa puso la responsabilidad en manos de un hombre de la casa: Roy Myers.

A su llegada, el Flaco recibió una orden directa y clara del club: “Queremos que el cambio generacional comience a notarse”. Saprissa, en ese momento, quería darle más protagonismo a futbolistas como Orlando Sinclair, Jordi Evans, Fabrizio Alemán, Justin Tellería, Douglas Sequeira y Samuel Maroto, entre otros.

De hecho, en su primera alineación como estratega, Roy Myers colocó en el campo de juego a Mathew Bolaños, Jordi Evans y Orlando Sinclair. Ese cotejo terminó 1 a 1 ante Pérez Zeledón. En el siguiente reto fue Warren Madrigal la sorpresa, quien entró desde el banco.

La inclusión de juveniles provocaba, por ende, que futbolistas experimentados tuvieran que ir cediendo poco a poco su puesto. Esto al final generó tensión puertas adentro.

El rendimiento de Myers no era malísimo, pero tampoco consiguió levantar el plantel.

“Al parecer a Roy le dicen que hay que reunir a los jugadores de experiencia en grupos para decirles que hay que poner a jóvenes, por lo que el rol de ellos ahora sería más de formación, de guiar y que pues siempre el aporte será bueno, pero con menos minutos.

“Eso para Roy fue difícil de llevar porque aunque él es un técnico que domina grupos por su buena forma de ser, pues aunque los de experiencia querían tal vez comprometerse a levantar la barca, se sentían heridos”, contó una de las fuentes.

El ambiente se torna mucho más pesado en la semana del 12 al 18 de abril. Saprissa pierde 4 a 0 con el Philadelphia Union y 5 a 0 con Alajuelense. Aquí cambió todo.

La molestia invade a jugadores que no forman parte del liderazgo del camerino, pero que tampoco son juveniles, al estilo de Esteban Espíndola y Mariano Torres.

En una encerrona, los futbolistas intermedios del club agarran la batuta y tienen lo que tres fuentes por aparte describieron como un “careo”, en el que no estuvieron los miembros del cuerpo técnico. Le reprocharon a algunos no estar entregando su 100%.

En el camerino se habló fuerte y se hizo saber que si Saprissa seguía por el mismo camino no se afectaría solo a un grupo de jugadores, sino a todos. Nadie, por más nombre que tuviera, era inmune al reproche de la afición. Se exigió correr cada pelota como si fuera la última.

Los de más experiencia comprendieron que el 5 a 0 fue el momento en el que todos comieron tierra, sin importar la experiencia internacional.

“Se reúnen en el camerino, el resto de jugadores agarran a los líderes y los ponen contra las cuerdas. El liderazgo intermedio toma el control y ponen a todo el mundo en su lugar (...)”. Las ‘cabezas’ son obligados a comprometerse con el resto del grupo y ahí todo cambia”, relataron testigos.

Según un informante, uno de los jugadores de mando medio no se anduvo con sutilezas para decirle a los líderes: “Por su ego, por su propia imagen han hecho esto”.

La charla franca quizás ayudó. En todo caso, con la salida de Myers, los experimentados dejarían de ceder minutos pese al afán de la administración por la renovación generacional.

Después del 5 a 0, en Saprissa tenían entendido que el cuadro sería dirigido por Marco Herrera, hasta ese momento asistente de planta en la era de Centeno y en la de Myers, destituido tras esa goleada.

Según pudo constatar La Nación con cinco fuentes, Herrera fue el encargado de dirigir el plantel y en las conversaciones con Víctor Cordero, en ese momento gerente deportivo, lo que se habló fue de ponerle un asistente.

“A Marco se le piden sugerencias (de asistente) y él mismo lanza el nombre de Mauricio Wright, quien en ese momento estaba en Aserrí”, contaron.

Mauricio es contactado por los tibaseños y llega a un acuerdo para integrarse al cuerpo técnico.

El cuadro morado vivió una confusión interna entre lunes y martes sobre quién era su entrenador, porque mientras Juan Carlos Rojas, presidente morado, anunciaba a Wright como técnico, otra cosa se veía en el camino hacia Guápiles, donde Saprissa enfrentaría a Limón: un Marco Herrera confundido y con desánimo, ya que no entendía por qué lo habían puesto primero como técnico y luego como asistente.

Otros personeros morados tuvieron que interceder para mantener a Herrera como cabeza del equipo en ese cotejo. Al final, Juan Carlos Rojas aclaró en una llamada a Wright que su posición era la de entrenador y, además, se le comunicó la decisión a Herrera.

El grupo de jugadores primero supo de Wright como asistente, pero luego vieron que asumía la dirección técnica.

En medio de esa confusión, Herrera da una primera charla con fuerza. Según una persona presente, dijo: “Me dieron la responsabilidad y yo tomo las decisiones. Vamos a ordenar esto. Al final si me va mal, el malo siempre será el entrenador”.

Al final termina asumiendo Wright la dirección técnica, aunque trabajó hombro a hombro con Herrera en la elaboración de alineaciones. Las charlas de estrategia y táctica eran el tema de Marco; lo motivacional de Wright.

Curiosamente, en el único partido en que Herrera no pudo estar, en San Carlos, se dio una discusión “caliente de camerino” entre Michael Barrantes y Mauricio Wright, lo cual llevó a que el volante saliera en el minuto 46 del partido. Después, ambos actores le bajaron el perfil a lo sucedido.

“Mauricio ayudó con personalidad, le habló fuerte a Michael. Eso fue un golpe para el grupo porque vieron que el hombre tenía carácter y que no lo podían dominar”, describió una fuente.

Llegaron las semifinales y finales. Saprissa comenzó a mostrar el orden en la cancha que no se le había visto, además de cohesión grupal en el terreno de juego. Hombres que no habían tenido su mejor versión como Jimmy Marín empezaron a mostrarse.

“Con Jimmy había un efecto particular en el que los altos mandos del camerino y hasta cierto punto los técnicos lo tenían como amarrado. A Jimmy, en una conversación en la que estuvieron Marco Herrera y Mauricio Wright, le dicen: ‘Suéltese a jugar; las broncas no las comemos nosotros”, enfatizaron.

Jimmy Marín se soltó a jugar, Marco Herrera toleró que públicamente se le viera como asistente, y Mauricio Wright permitió un papel protagónico de Herrera de puertas para adentro.

Los jugadores de experiencia tomaron el peso del juego y los jóvenes volvieron a su lugar de espera. Líderes e intermedios comulgaron con una sola idea: la impensable oportunidad de ser campeones en un torneo tan escabroso estaba ahí, al frente. Y fueron por ella. Como si nada de lo aquí relatado hubiese sucedido.