Los caros  precios para ver a  Brasil

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Alguna gente se sorprende de que las entradas para el partido contra Brasil no se agotaran rápidamente. Pero con la inadecuada lectura de mercado que hicieron los organizadores del evento, lo sorprendente hubiera sido lo contrario.

El principal factor que juega aquí es, por supuesto, el precio. La entrada más barata cuesta ¢40.000. De ahí suben hasta ¢95.000. Ir acompañado implica sacar al menos ¢100.000, incluyendo gastos relacionados a la visita al estadio. Es decir, no hay ninguna gradería de costo realmente accesible, como para pensar que las multitudes se iban a tirar a conseguir boletos.

También tiene mucho que ver el “efecto Argentina”. A la gente no se le olvida lo que ocurrió contra la Albiceleste: hubo quienes sacaron decenas de miles de colones para llevarse una tremenda decepción, por un contrato mal negociado (no había garantía de que las estrellas jugaran). Ese riesgo lo asumió el aficionado, no la Federación, que igual recibió su montón de plata.

Luego de tal episodio, había que construir de nuevo una relación de confianza con el cliente, empezando por admitir con humildad los errores. En cambio, la Federación trae otro equipo fuerte y cobra todavía más caro. Como si la gente no recordara algo que pasó hace seis meses.

La locura de aquel partido contra Argentina se debió a a varias razones. Primero, la ola de euforia por la inauguración del nuevo Estadio Nacional, un imán por sí solo. Además, los boletos salieron a la venta en diciembre (duraron un día), con aguinaldos en la calle. Por último, estaba la posibilidad de ver en el país a una Selección de primer nivel (sin imaginarse la tomadura de pelo).

De esos tres factores críticos de éxito, para el partido contra Brasil no se cumplen los dos primeros, y solo hay una alta garantía del tercero, gracias a la convocatoria de Brasil, que está cargada de lujo y estrellas.

La Federación ya anunció que si el negocio no resulta esta vez, revisarán la política de traer más selecciones importantes (está la negociación con España). Es una postura sensata: si para contratar esos equipos hay que cobrar precios inaccesibles, no tiene sentido hacer el esfuerzo. Pero no podemos dejar de pensar que si las cosas se hubieran hecho diferente contra Argentina, el mercado estaría maduro y el apetito por las entradas de Brasil sería mayor.

Ojalá el estadio finalmente se llene y la aventura de traer un equipo como Brasil sea un éxito. Pero si no se logra, a los aficionados que no están comprando entradas porque el precio es muy alto, o porque están “resfriados” tras lo que ocurrió la vez anterior, no se les puede reprochar nada. Simplemente están actuando como consumidores sensatos.