Llegó con llave del triunfo y se fue con postal de derrota

Guima duró solo un año en banquillo morado, tiempo en el que decepcionó

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Alexandre Guimaraes volvió al banquillo de Saprissa con todos los reflectores encendidos.

En su regreso a la Cueva del Monstruo debía ser el pastor que reúne a las ovejas. Debía ser el flautista de Hamelin. Debía ser el salvador de la causa morada, la cual se ahogaba entre frustraciones propias y los éxitos de su archirrival.

Su llegada hace casi un año se vendió como otro de los símbolos del renacer del saprissismo, ese del que los miembros de Horizonte Morado están tan orgullosos.

Entre un “nuevo” viejo color, entre el recuerdo de las figuras de antaño, entre el estreno de canciones, Guima se identificó como la pieza que faltaba para convencer a la legión de aficionados morados de que la gloria estaba cerca de regresar.

Su currículo, su gesto altivo y su discurso calzaban a la perfección con el libreto de los recién estrenados dueños de la S.

No obstante, todo se fue por el segundo sendero que existe cuando hay tanta expectativa. El de atrás. El sombrío. El desastroso.

Ese recorrido recuerda cómo el técnico prometió el título al cabo de un año. Recuerda cómo hubo hasta una rifa para que 500 “afortunados” presenciaran su primera práctica. Recuerda cómo en un amistoso en Limón las ilusiones se acrecentaron por el buen despliegue.

Las piedras. Pero empezaron a aparecer las decenas de obstáculos.

Un mal inicio del Invierno 2011, un clásico empatado de milagro, unos refuerzos que solo generaron silbidos le dieron las primeras dudas al otrora adorado Guimaraes.

La explicación terminó en el lugar común: falta tiempo.

Por un momento todos “compraron”, ya que Saprissa comenzó a levantar hasta meterse como favorito a una semifinal ante la Liga.

Los morados perdieron amargamente y terminaron viendo de lejos y con recelo otra celebración.

Sin embargo, al técnico le dieron una oportunidad más.

Su seguramente alto salario lo demandaba. No se podía estar financiando así un fracaso.

Esta vez el arranque no fue malo, pero tampoco fue bueno.

Simplemente fue regular y así jugó durante todo el Verano 2012.

De esa manera, al saprissismo, el cual inició el torneo abarrotando estadios, se le fueron secando de a poco los gritos de apoyo, para pasar a ser estos los de “fuera Guima”.

Entre las facturas cobradas estaban no ganar en casa y la falta de una alineación base.

Empero, un título cura todo.

El problema es que en la búsqueda de ese bálsamo en semifinales, los ingredientes se enredaron más.

El resultado fue un Saprissa eliminado, una directiva decepcionada y un otrora adorado técnico impreso en la postal de la derrota.