Leyenda de Puntarenas implora para evitar descenso del equipo

Gloria del fútbol puntarenense no puede ocultar su dolor ante el mal momento que atraviesa el Puntarenas FC, acechado por el descenso

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Postrado en su silla de ruedas, Miguel Mike Aguirre Díaz mira detenidamente cómo se levanta el nuevo Centro de Alto Rendimiento del Puntarenas FC, ubicado en el barrio La Reseda, en la localidad de El Roble.

A Mike Aguirre, como lo conocen los porteños, se le recuerda como un aguerrido zaguero quien, a finales de la década de los 60, defendió con orgullo y pasión los colores naranja y blanco de su querido club, el Municipal Puntarenas, en su primer torneo en la máxima categoría.

El exjugador de 82 años y vecino de El Roble, observa las canchas de entrenamiento, mientras cuenta cómo en su juventud debía dejar su trabajo como estibador en el muelle de Puntarenas, donde tenía que descargar los sacos de productos de los barcos al hombro, antes de suspender sus labores al mediodía para ir a entrenar en la playa, frente a lo que hoy es el Paseo de los Turistas.

Es por eso que al saber que hoy el Puntarenas FC, el equipo de la provincia, corre el riesgo de irse de nuevo a la segunda división, no puede ocultar su sufrimiento, al punto de no lograr contener las lágrimas por la tristeza, e implora a las ánimas de sus excompañeros fallecidos que le echen una mano a los actuales jugadores del PFC.

“La verdad, lo del descenso está bravo. Sinceramente, estoy preocupado porque los resultados no se nos dan y tampoco ganamos en nuestro estadio. Es duro. Al escuchar por radio o ver los partidos en televisión, yo le pido al Nica (Didier Gutiérrez), a (José) Mendoza y Patona (Daniel Bosques) que ayuden a los jugadores, que estén allí en la cancha, en espíritu y no los dejen caerse”, confesó Aguirre entre sollozos.

Mike Aguirre respira hondo, se limpia las lágrimas de su rostro y a la sombra de las nuevas edificaciones, por el intenso calor, recuerda cómo aquella generación de 1964 se partía el alma por el equipo y dejaba todo en la cancha para darle alegrías a los aficionados y familiares.

“Cuando nosotros entrenábamos, más serios, al ascender a la Primera División, lo hacíamos en la playa y después íbamos al estadio. Recuerdo que al ser estibador en el muelle, tenía un permiso para ir a los entrenamientos, pero después debía volver a trabajar. En cambio, ahora, mire estas canchas. Sinceramente, nunca imaginé ver algo así en Puntarenas”, dijo Aguirre.

Darlo todo por Puntarenas

Entre risas, Mike confiesa que junto a sus compañeros les tocaba almorzar a la carrera para volver a sus labores diarias, porque los barcos en el puerto debían ser descargados. En aquellas épocas no había salarios, premios y menos buenas canchas para entrenar. Todo era por amor al equipo.

“Nosotros lo dábamos todo en la cancha, todo era muy diferente. Recuerdo que los dos primeros partidos en Primera División los perdimos con Orión y el Uruguay de Coronado, pero en el tercero fuimos a jugar al Estadio Nacional ante el Deportivo Saprissa y le ganamos 1-0. Es por eso que me duele que el equipo esté peleando el descenso. Espero que no se vaya a segunda porque cuesta mucho volver”, aseguró Aguirre.

Mike Aguirre mira detenidamente el entrenamiento de las ligas menores del Puntarenas FC, tanto en la cancha sintética como la natural, sentado en su silla de ruedas, acompañado de su hijo, quien lleva su mismo nombre.

“Estas canchas son únicas, es la primera vez que las veo. Espero que las aprovechen los jóvenes. Estoy seguro de que de aquí pueden salir buenos jugadores, hasta dan ganas de volver a jugar”, sonríe Aguirre, quien debutó con el Municipal Puntarenas en 1964 y tuvo un retiro apresurado por una lesión en la rodilla derecha, al ser mal operado, según explicó.

El exjugador porteño, quien viste la camiseta naranja y blanco, que con tanto orgullo defendió, recuerda con cariño cómo los dirigentes de antaño daban todo por la institución.

En su memoria aún perdura el esfuerzo del expresidente Álvaro Valverde (qdDg), quien solicitaba los permisos para los jugadores, en el muelle.

En los días de partido, con una buseta de su propiedad, pasaba por la casa de los jugadores a partir de las 5 a. m. para trasladarlos a Heredia, Alajuela, San José y Cartago, sorteando aquellas calles de lastre polvorientas y empedradas hasta la capital.

“Todo cambió mucho, pero viendo estas canchas, ojalá los jugadores se pongan las pilas y no desciendan, sería una lástima. Yo espero poder ver el nuevo estadio y pedir un carné para que me dejen venir a ver los partidos. Vivo aquí cerca, en El Roble. Como estoy en silla de ruedas, es más fácil venir aquí que ir al centro de Puntarenas”, confesó Aguirre mientras se despedía junto con su hijo.