La osadía de David volvió a ganar a Goliat dormido

Con el orden en su defensa y el arma del contragolpe, Limón derrotó al monarca

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Alajuela. La fábula volvió a funcionar. El pequeño sorprendió al gigante (esta vez, lo agarró medio dormido) y consiguió elaborar una victoria clara y merecida.

El 2 a 0 que Limón le propinó a Alajuelense en su fortaleza, se derivó de un recurso simple pero eficaz: orden en la defensa; anzuelo y vértigo con el contragolpe.

La idea de saltar al campo con un equipo alternativo, a fin de reservar a sus grandes figuras para los encuentros “importantes”, le pasó una onerosa factura a Óscar Ramírez, timonel de los erizos.

Salvo el afán de Allen Guevara, ayer el esquema de Ramírez se atascó de principio a fin por dos razones, básicamente.

Por un lado, los muchachos que vistieron la casaca rojinegra parecían unos “ilustres” desconocidos, a tal grado que, por momentos, daba la impresión de que no había “química” entre ellos.

Cada vez que alguno tomaba la pelota e intentaba salir jugando, se topaba con un extraño atasco, hasta que se volvía presa fácil del orden defensivo que exhibió el Caribe.

La otra razón se explica, precisamente, en la imposibilidad liguista de franquear un esquema represivo inteligente, como el que diseñó ayer Hernán Fernando Sosa.

El técnico limonense ubicó dos líneas de cuatro entre la zaga y el mediocampo. Con estas consiguió neutralizar, en una zona lejana a la portería, los avances de su rival.

Y cuando esta línea de contención fue superada por la Liga, emergió el guardameta Erick Sánchez.

Entre tanto, en la línea de fuego, Ismael Gómez, al 44’ y Andy Herron, al 76’, dieron lo que el técnico visitante esperaba de ellos: certeza en la red, en instantes claves.

Contradicción. Aunque la iniciativa, por lo general, fue de los anfitriones, en el bicampeón nacional operó ayer una rara contradicción.

Es cierto que la movilidad de Allen Guevara servía para incursionar en los predios del arquero limonense. Sin embargo, el afanoso trabajo del Cusuco también desordenaba el esquema de Ramírez. A veces, estaba en posición; en otras, se convertía en náufrago.

Al infortunio del bicampeón nacional se sumó ayer el factor impredecible de la tribuna.

Cuando el elenco fallaba en sus intentos de horadar las líneas escalonadas de los limonenses, la afición local se volvía en contra.

Cristian Lagos lo sufrió en carne propia. Mas, cuando fue relevado, el muchacho respondió con nobleza y, sobre todo, presencia de ánimo, ante el abucheo de “su gente”.

Lo que observamos fue un duelo de lectura simple. Sucedió que el monarca no fue capaz de sortear el dibujo táctico caribeño, diestro con el arma del contragolpe.

Por eso, Limón gestó su victoria urgente, algo así como un bálsamo para atisbar la esperanza, pues continúa en los bajos fondos.