La mamá aficionada a Saprissa irradia alegría ante el sueño de su hijo en Alajuelense

Durante mucho tiempo, Mirta Mitchell le insistía a su hijo Jeyland Mitchell que se hiciera aficionado al Saprissa, pero fue una lucha perdida. Liga Deportiva Alajuelense siempre pudo más en él

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Aquellas pataditas que daba Jeyland Mitchell cuando estaba en el vientre de su madre hacían pensar a doña Mirta Mitchell que traería al mundo a un futbolista. Hoy, ella se define como la saprissista más feliz al verlo realizado como futbolista de Liga Deportiva Alajuelense, porque él siempre le decía que algún día jugaría ahí.

“Mi hijo siempre ha sido liguista, yo intenté convencerlo para que se hiciera saprissista y nunca lo logré. En mi casa todos son liguistas, menos mi hermano pequeño y yo”, contó doña Mirta Mitchell en charla con La Nación.

Ella es la gran impulsora de la carrera de ese defensa veloz quien suma tres partidos con el primer equipo rojinegro. Es ese futbolista de 19 años a quien Alexandre Guimaraes destaca una y otra vez.

También es un jugador que tuvo un paso efímero por la ‘S’, porque los morados le pusieron el ojo y se lo llevaron a su cantera. Ahí estuvo apenas unos cuatro meses, porque la pandemia obligó a la suspensión de los torneos de liga menor.

“Cuando lo llamaron para que se fuera a Saprissa él no quería y yo le hice ver que era una oportunidad que se estaba abriendo, que no pensáramos en que es aficionado a un equipo, sino en que son oportunidades para un mejor futuro. Y me dice: ‘Bueno, mami, vamos’, con una cara que usted no tiene idea”, relató doña Mirta.

Él afrontó la gran prueba con compromiso, pero él fue más que sincero con ella, cuando llegaron el primer día al club morado y le dijo: “Estoy aquí por usted, no porque yo quiera”.

Doña Mirta tan solo optó por aconsejarlo y decirle que eso no importa, que triunfaría y que iba a llegar a Primera. Le aconsejó que hiciera las cosas bien.

“Le dije: ’Usted sabe que ya al estar acá todo va a ser diferente’; pero en Saprissa estuvo muy poco. Hoy, él está donde siempre ha soñado estar, en la Liga. Él siempre desde pequeño me decía que jugaría con Alajuelense. Yo le respondía: ‘Sí, mi cielo, está bien’. Y vea, ya se le cumplió el sueño”.

Con la madre saprissista y el hijo liguista, ese tema entre ellos siempre fue un debate abierto. Incluso, revivió cuando el León lo fichó como refuerzo del equipo U-21.

“‘Un día él me dijo: ¿Se va a convertir en liguista?’. Aquella pregunta me la esperaba y le respondí: ‘Le voy a decir la verdad absoluta, Jeyland. Como su mamá, yo voy a apoyarlo a usted donde quiera que esté. Si un equipo lo trata bien, yo tengo que apoyar a ese equipo y si el día de mañana tengo que convertirme en liguista porque toda la vida usted jugará ahí, pues simplemente me convierto en liguista. Yo no estoy casada con Saprissa”.

La reacción que tuvo Jeyland Mitchell ante esas palabras de su madre fue muy espontánea, pero en realidad ella sabe que él habla muy en serio, al decirle que entonces iba a trabajar duro para que ella fuese tan liguista como él.

“Uno no va a estar ahí luchando contra la corriente. Si tengo que ponerme la camisa de Alajuelense y todo, porque es el equipo que lo llena a él, yo no me opongo a eso. Saprissa a mí no me da nada. ¿Voy a seguir siendo saprissista con mi hijo en la Liga? Nombres, eso no va a pasar”, recalcó doña Mirta.

El partido del pasado 26 de marzo fue una mezcla de emociones para ella, porque su hijo se estrenó con el primer equipo de la Liga, porque Guima confió en él.

“No lloré porque era demasiada la alegría que yo tenía por lo bien que estaban hablando de él. Expulsaron a Manjrekar James y yo decía: ‘No puede ser, ahora mi hijo con toda esa responsabilidad encima, ahora me van a hacer trizas a mi pobre negrito’. Y nombres, dio la talla, a mí me gustó”.

Al terminar cada partido, él la llama. Es un acuerdo que tienen desde siempre y él cumple, por más ocupado que esté. Aunque sea un minuto, pero conversan.

Esa noche le sonó el celular a ella y solo escuchó una voz emocionada: ‘Mami, jugué, jugué. ¿Cómo estuvo el partido?’. Su respuesta fue “excelente“ y lo felicito.

También le consultó qué habían dicho en la televisión y ella le contó que los comentarios fueron buenos. Eso lo alivió, porque fue un juego de mucha tensión para él.

Jeyland le contó a su mamá que desde que expulsaron a Manjrekar James, se dedicó a hablar con él mismo durante todo el juego.

Literalmente le plasmó esa autocharla: “Me quedé como ‘ahora qué hago. Jeyland concéntrese, usted puede, usted tiene que sacar la cara porque este es el equipo de sus amores y porque es su oportunidad. Vamos, Jeyland vamos, no piense en los nervios, sino en dar la talla”.

La historia de Jeyland Mitchell

El amor al fútbol es de familia, por eso a nadie le extrañaba que el balompié pudiera más que el baloncesto en Jeyland Mitchell. Su abuelo, Harold Mitchell, en sus tiempos de juventud jugó como defensor de Limón y Cartaginés en Primera División.

Además, su tío Harold Mitchell antes de jugar baloncesto era delantero. Él se vio obligado a dejar el fútbol porque cuando lo quemaba el sol, se brotaba. También, Jeyland es primo de Josué Mitchell, actual jugador de Pérez Zeledón.

Cuando el defensor de la Liga tenía unos tres años, su abuelo decía verle condiciones importantes y le comentó a su hija, Mirta, que era el momento de meter al chiquito a una academia. Como era tan alto, ya parecía de cinco años y él notaba que tenía ‘buena pata’.

Al cumplir ocho años, Jeyland le comentó a doña Mirta que quería ir a las ligas menores de Limón. Ella le dio luz verde para que acudiera a una práctica, sin sospechar que la llamarían de inmediato.

Él acababa de hacer un entrenamiento muy bueno y necesitaban inscribirlo. Ella respondió que iría al día siguiente, pero le contestaron que debía acudir en ese instante.

Así que llegó en 30 minutos, pensando en que Jeyland sí tenía futuro como delantero, porque era muy rápido y era el puesto que siempre había jugado. Sin embargo, el entrenador detectó otras cualidades en él y le dijo que lo probaría como defensa.

“Tiene un cuerpo grande, buena altura, ojo para leer el partido desde atrás, buen pase y ayuda a los otros a ordenarse. Por eso, para delantero no, yo lo quiero para defensa”, le explicó a ella un entrenador llamado Manfred, de quien no recuerda el apellido.

Pero siguió inquieta por eso, porque sabía que a Jeyland le gustaba hacer goles y siempre lo había visto como delantero. Para salir dudas, tuvo una conversación con su hijo:

—¿A usted le gusta la posición que está jugando?

—Sí, no está mal.

—¿Pero desde pequeñito usted es delantero?

—Sí, mami, pero ahí atrás es mejor.

—Perfecto, está bien.

Así fue como empezó a entrenar y a consolidarse como defensa. Hoy, la mamá del jugador sabe que aquel técnico de liga menor tenía toda la razón cuando decidió cambiarle el puesto.

“Siempre me dice: ‘Mami, yo soy rápido y a mí me van a conocer por mi velocidad, yo soy tranquilo en la cancha, pero cuando me tengo que mover, voy a correr’. Y así es, yo creo que cuando él siente que las cosas no están saliendo bien, da esa milla extra”.

Luis Fallas rescató a Jeyland Mitchell

Luis Fallas andaba en busca de un defensa y un asistente le contó que estaba Jeyland Mitchell. Él llamó a doña Mirta para conocer su situación y en ese momento le contó que había estado unos pocos meses en Saprissa, pero que se regresó a Limón por la pandemia.

“Me pidió llevarlo con tacos, Fallas lo vio entrenar y me dijo que necesitaba que lo desinscribiera del Saprissa. Hablamos con Enrique Rivers y unos dos meses después se logró eso. Luego se pudo inscribir con Limón”.

Le querían dar un contrato profesional, pero era menor de edad y no se podía. Al menos eso le comunicaron a la mamá del jugador, pero como no había acuerdo, Luis Fallas intervino. Jeyland Mitchell iba a debutar con Limón a los 16 años, pero el equipo perdió los puntos por deudas con la Caja Costarricense de Seguro Social.

El siguiente partido era contra Alajuelense y fue justo cuando Luis Fallas se marchó de la dirección técnica del equipo y el estreno del defensor en la Primera División se postergó.

Daniel Casas no le dio oportunidad, Limón descendió y Jeyland Mitchell no sabía qué hacer. Ella le recomendó que siguiera entrenando.

“Le dije que no se me achicopale, que fuera a entrenar. Todos los días venía quejándose y yo le decía que si lo regañaban es mejor, porque eso quiere decir que puede dar más”.

Tenía 16 años y era el menor del equipo. Las cosas no eran como antes y decidió que ya no quería nada más con el fútbol, así que le pidió permiso para entrenar baloncesto con el tío.

“A los dos o tres días me llamó el entrenador y me dijo que si lo podía inscribir en el equipo, que la temporada duraba seis meses y lo quería porque era muy bueno”.

Doña Mirta no estaba convencida, porque desde niño, sus fundamentos eran en fútbol y aunque ella le dijo que no le compraría ni un par de tenis, él insistió y destacó en el baloncesto.

“Un entrenador de Estados Unidos me dijo que él podía tener una beca deportiva y yo seguía pensando en que eso no sería posible, porque aunque él puede jugar bien baloncesto, sus fundamentos son de fútbol”.

Cuando Luis Fallas llegó a Guanacasteca, contactó a doña Mirta y le dijo que quería a su hijo ahí. Ella le contó que él estaba engolosinado con los aros y el técnico no lo podía creer.

“Hablé con Jeyland y no lograba convencerlo, mis papás tampoco, ni los tíos. No hubo manera. Un día él le planteó un trato: ‘Si usted se va conmigo para Nicoya, me voy’. Yo le respondí que yo tenía mi trabajo y que cómo me iba a ir. Él insistió en eso. Sin tutubear, le dije: ‘Está bien, nos vamos para Nicoya’. Y él pensó que en realidad yo le diría que no”.

Ella llamó a Luis Fallas y le dio la buena nueva: se iban para allá. De inmediato se contactó al representante y definieron que necesitaban una casa amueblada porque solo se llevarían la ropa. Empacaron y al día siguiente se marcharon de Limón para San José y luego se enrumbaron hacia Nicoya.

“A los dos meses iba a cumplir 17 años, empezó a entrenar, aún en pandemia, nos acomodamos en Nicoya y debutó. Mi mamá me cuidó mi negocio en Limón. Gracias a Luis Fallas, él volvió al deporte rey”.

Jeyland Mitchell estuvo dos años en Guanacasteca y luego Kurt Morsink le consiguió un mejor contrato con Liberia, por seis meses. Después de eso, verían qué seguía. Y llegó la gran sorpresa.

“Estaba todo contento y me decía: ‘Al fin, mami, al fin’. Yo le respondí pero no va para el primer equipo, su contrato con Alajuelense es para la U-21 y me decía: ‘No importa, mami, no importa, ya yo estoy ahí'. Parecía que era la primera vez que jugaría fútbol”.

Cuando entró esa llamada, él puso en altavoz a Kurt Morsink y doña Mirta se paralizó, porque le dijo que le había conseguido un buen contrato.

El joven consultó de qué se trataba. El representante le comentó que era un contrato con la U-21, no con el primer equipo. La siguiente pregunta de Jeyland fue que con cuál club y le reveló que con Alajuelense.

“¿Con la Liga? Yo los escuché y me asomé. Ya yo escuchando y él todo contento. Kurt me explicó que era una oportunidad para entrenar duro y que se le abrieran posibilidades. Al terminar de hablar, le mencioné a Jeyland que seguro querían pulirlo”.

La mamá también le manifestó que recordara que ya no estaba en Guanacasteca ni en Liberia, que era un equipo diferente y que los entrenamientos también cambiaban.

“Vaya triunfe, porque usted está donde quiere estar”, le dijo ella. Él respondió: “Mami, yo voy a darlo todo’. Y así ha sido. Me contó que Andrés Carevic lo vio y que se entrenaba con el primer equipo, pero no lo tomaba en cuenta”.

Doña Mirta le insistió en que todo era ganancia y que ya llegaría el momento de entrar en alguna convocatoria y que no se preocupara. Él solo le decía que estaba entrenando lo más duro que podía.

“A Dios gracias le llegó la oportunidad con Alexandre Guimaraes. El día que iba a jugar fue tan emocionante, en este cuerpo que yo me tengo no cabía la alegría. No lloré porque era demasiada la alegría que yo tenía”, destacó doña Mirta.

Jeyland Mitchell jugó los últimos tres partidos de Alajuelense y aunque Manjrekar James ya cumplió la sanción por la roja que vio en Liberia y que la Liga recupera a todas las piezas de su defensa, él hizo méritos para seguir bajo la lupa y en la lucha por minutos.

El gran sueño de aquel niño que decía que algún día jugaría con la Liga hoy es su realidad. Y ante eso, esa mamá saprissista no se cambia por nada ni por nadie.