La deuda pendiente de Andrés Carevic

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Andrés Carevic, técnico de más aciertos que errores, capaz de darle forma a Alajuelense en corto tiempo, rotar jugadores sin padecimientos, detener la plaga de lesiones que habían hecho de la Liga un hospital, preparar físicamente a un equipo que, si pierde, no es por correr menos que su rival, tiene a mi entender un punto débil: la lectura de partidos.

Podría parecer el peor momento para señalarlo, justo después de una remontada que habría sido imposible sin algunas decisiones del timonel. Sacó a Jonathan McDonald —a costa del silbido de la afición— para incluir a Jonathan Moya, a la postre figura de un 3 a 2 a favor después de un 0 a 2 adverso en casa ante Gualalupe. Dos asistencias y un gol del "9″ sugieren que quizás el técnico Alajuelense tiene más lectura de juego de la que le reconozco.

El Carevic del primer torneo parecía tener los cambios decididos de antemano, sin importar el rival o la circunstancia de juego. “Ya casi entra Ureña”, dijo un día de tantos un pequeño en el palco del Morera Soto, acostumbrado al repetitivo cambio de Marco Ureña por Allen Guevara. Hasta un niño lo sabía.

Sus estrenos contra el Saprissa de Wálter Centeno y el Herediano de Jafet Soto tampoco lo presentaban como un maestro de los ajustes sobre la marcha. El hoy gerente de Herediano por poco le da vuelta en el Morera Soto al 2 a 0 de Alajuelense. Con tres cambios rápidos (todos entre el minuto 46 y el 62), Jafet se fue adueñando del mediocampo sin respuesta de Carevic, quien respondió con el típico “entra Ureña, sale Guevara” (en el 65′). No fue hasta el minuto 75 que pareció reaccionar a la zona perdida con el ingreso de Garrido.

Solo un penal, bastante dudoso en el minuto 94, le devolvió al técnico manudo un triunfo que para entonces parecía sepultado por el 2 a 2.

Algunos ejemplos por el estilo también se asomaron en los duelos finales ante el Herediano de Giacone. La Liga pasó 90 minutos lanzándole inofensivos centros a Esteban Alvarado y su defensa, hasta sumar 53, sin que el técnico lograra ajustarlo (en el segundo partido de la serie). Tampoco pudo pasar el candado cuando solo unos minutos lo separaban de la campeonización —en el cuarto juego—. En cambio, es justo reconocerle la sapiencia y disposición táctica para salir del Rosabal Cordero con el daño mínimo —en el tercer partido—, jugado casi por completo con un hombre menos.

Mis dudas regresaron, sin embargo, cuando el voluntarioso McDonald tuvo que convertirse en contención, volante mixto y delantero para ayudarle a Bernald Alfaro a subsanar un mediocampo diezmado en el reciente clásico por la expulsión tempranera de Alex López. Al rescate apareció José Miguel Cubero (en el minuto 85; 79 minutos después de la expulsión).

Puede parecer un momento inoportuno para decirlo, justo después de la remontada ante Guadalupe y de salvar con tres empates y tres triunfos los seis partidos de este torneo en los que el rival le abrió el marcador. Puede parecer que esta columna se acerca más a la crítica que al reconocimiento, pero debo admitir que, pese a todo lo anterior, Carevic quizás va añadiendo mejores cambios a sus otras virtudes.