Juego para enamorar

El Barcelona del Tata quiere afianzarse en la cima y mostrar que la verticalidad en el fútbol importa tanto como la obsesión por la pelota

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Ni el “Tiki-Tata”, ni lo que sea que esté intentando crear Ancelotti... Aunque ganan, ninguno gusta a las exigentes aficiones.

Este será un clásico donde la forma importará por encima del resultado. Sobretodo, en una Liga donde no cuenta aquella leyenda de que al archirrival se le vence a como sea. Se debe ganar, gustar y, especialmente, hoy, mejorar.

Es el clásico de clásicos, que hoy a las 10 a. m. (hora tica), tendrá encima las miradas del planeta fútbol.

Ambos banquillos enfrentan la primera verdadera medida para reconocer que tan cimentados están sus procesos y, con ellos, las ilusiones de la campaña, aún temprana.

Eficacia y arte. Si el Tata Martino quiere que algún día se llegue a olvidar ese vistoso pasado reciente de los culés y se acepte por verdad su estilo más directo y menos artístico, debe conseguir grandes triunfos para empezar a convencer.

Deberán ser gestas gigantescas, pues olvidar el Tiki-taka y aceptar un verbo más concreto se pinta como tarea casi imposible.

Hoy lo hace con un Lionel Messi a media máquina pero siempre anotador, un Neymar que empieza a ganarse los elogios y una cuestionada defensa. Piqué podría volver para ayudar al coladero de errores que ha sido la mancuerna de los revividos Mascherano y Puyol.

Tampoco, ha gustado la rotación y que el Tata se atreva a hacer algo antes impensable: sentar a los ídolos y buscarles descanso.

El Camp Nou aún no se cree eso de que la magia puede coexistir con la verticalidad en el fútbol. Fueron tantos y tan buenos los años de la obsesión enfermiza por el balón, que ahora suena a sacrilegio soltar la redonda. Aunque sea para atacar el marco contrario...

Pero esta noche española, si es que hay un triunfo convincente, puede que la parcialidad inicie a reconocer por cierto lo que prédica el entrenador argentino.

El avanzar de Ancelotti. Si en Barcelona el nuevo estilo de juego no acaba de convencer, en el Real Madrid la idea es aún inexistente.

El equipo blanco ya perdió el primer test , ante el Atlético de Madrid, y brega en un mar de dudas.

Incapaz de consolidar un estilo y dependiente de lo que haga Cristiano Ronaldo, las luces son escazas en el predecible ataque merengue.

Muy lejos del fútbol espectáculo con el que se ilusionaban los parciales a la llegada del entrenador Carlo Ancelotti, el mediocampo no encuentra las rutas ni los significados que le den sentido a los millones de euros invertidos.

El Madrid es víctima de un tumultuoso verano, con la pretemporada secuestrada por los culebrones en las llegadas del estratega y Gareth Bale, ese hombre de los 100 millones y otras tantas lesiones.

Mas hay una luz, una posibilidad de que todo se arregle pronto. Un triunfo o, al menos, una mejoría considerable, podrían ser la pomada que cure los males merengues.

De ganar, el Real estaría encadenando victorias contra dos gigantes europeos: Juve y Barça. También, acortaría a cero puntos la distancia con los culés.