Ese jugador que fastidia a la afición

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Fallará tres opciones de gol y meterá una. En un buen día, a lo mejor tan solo necesite un par. Andará en esos vaivenes, entre el festejo y el lamento, entre la ovación y el reproche. Andará.

Testarudo, encara sus lesiones y sus años, les hace un amague, no se los quita de encima y los vuelve a enfrentar. Se niega a retirarse, así se lo hayan recomendado.

¿Qué esperaban? Es Álvaro Saborío, con todo lo que implica. Ya lo conocemos. Es el mismo, con sus virtudes –que son bastantes– y sus falencias –representadas en el atorado grito de gol–.

Será de inicio a fin luchador, impredecible definidor, siempre merodeando el gol, a veces tanto que se nota mucho si no logra incrustrar la pelota en la portería. Será un majadero, fastidiando a la defensa rival, chocando, pivoteando, jalando marcas. No es poca cosa, si bien el pulgar de la afición suele bajar si falta el festejo.

Saborío suma cinco oportunidades de gol desde su regreso, incluyendo el penal que lo tiene con un tanto. Aunque se ha visto mal en un par de ocasiones, con pifia en una y balón por encima del marco en la otra, todos sabemos cuán repentino puede ser el momento en que la endereza hacia al marco.

Esperar el acontecimiento es un reto a la paciencia; la del propio Saborío y la del aficionado morado. Ambos deberían estar acostumbrados a lidiar con eso.

Parece que no. Nadie se acostumbra a los goles interruptus .

Publiqué alguna vez, calculadora y estadísticas en mano, que Saborío podía desplazar a Evaristo Coronado como el máximo goleador en la historia del Saprissa, si se mantenía en el campeonato nacional. No fue exceso de fe en el entonces muchacho. Era matemática pura, así me costara la crítica de más de uno. En diez años fuera del país, el artillero anotó 117 tantos y la diferencia con Coronado es de 52 goles. Está claro.

Hoy es un mero supuesto, sobre un goleador en el cierre de su carrera, al que daría la oportunidad de las últimas batallas con ese coraje envidiable, así se fastidie Jacques Sagot y media gradería morada. Siempre da gusto ver a un luchador.