Entrevista con el ‘diablo’ del arbitraje

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Entrevisté al ‘diablo’ de los árbitros. A su verdugo. Entrevisté a un Ramón Luis Méndez frontal, directo, sin pelos en la lengua.

Tiene tanta espuela, que si uno se descuida, en una que va y otra que viene, intenta adueñarse de la entrevista y ser él quien hace los cuestionamientos. Si uno le recuerda sus yerros como árbitro, se sale por la tangente. ¿No será que a usted todavía le duele que yo haya pitado en contra de su equipo?, expresa medio en broma, con tanta habilidad como irreverencia para esquivar la crítica cuando no es él quien tiene las cámaras de su lado.

“El diablo repartiendo escapularios”, dirá más de uno al escuchar su análisis.

Es el crítico criticado, más aún si en el diálogo con este servidor se atreve a decir “nunca me equivoqué en la cancha”. Entonces, uno no puede más que pensar “qué engañado”, “qué orgulloso”, “qué prepotente”, hasta que el mismo Ramón Luis se encarga de apagar su frase incendiaria con una explicación: en la cancha, seguro de sí mismo, siempre pitó lo que creía correcto. Luego, en la casa, ante el delator vídeo, más de una vez descubrió sus fallos.

“Ese nunca me equivoqué” le costó una andanada de críticas en redes sociales y alguno que otro insulto de sus detractores. Muchos se quedaron en el título de la entrevista, sin darle oportunidad a sus razones en casi 40 minutos de entrevista.

Ramón Luis Méndez: 'Nunca me equivoqué en la cancha'

A veces también he pensado que arremete contra los árbitros actuales como si nunca hubiese fallado, como si el video, la repetición y la cámara lenta lo hubiesen acompañado siempre, en cada juego, en cada decisión difícil. Me niego a creerle que nunca dudó. Entendí, sin embargo, que Ramón Luis Méndez es de esos que no se dan por menos, no se achican, ni permiten que las equivocaciones propias lo inhabiliten para seguir en lo propio o analizar lo ajeno.

La valentía no es todo, pero sin ella no hay árbitro bueno. Ramón Luis Méndez es valiente, no se acomoda a favor de equipo alguno, no teme decir lo que piensa, así el criticado terminé siendo él. Quizás, el diablo no es tan diablo.