El hondureño que metía miedo con sus riflazos en el Saprissa y el Morera Soto aún suspira por Cartaginés

El catracho jugó a inicios de los 2000 con los brumosos y en entrevista con ‘La Nación’ recordó su etapa en la Vieja Metropoli. Además, contó cómo intentaba meter miedo en duelos con Erick Lonis y Álvaro Mesén

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A inicios de los 2000 Cartaginés firmó un férreo defensa hondureño. Llegó con el cartel de seleccionado y legionario de renombre de su país, sin embargo su verdadero sello diferenciador eran los riflazos que sacaba con su pierna derecha.

Cuando había un tiro libre en el estadio Fello Meza, la gradería se levantaba y aplaudía, además de que coreaba el apellido Cruz varias veces. Arnold tomaba la pelota y daba cuatro pasos hacia atrás para disparar; al final desde su pierna derecha salía una raya que abombaba los cordeles contrarios.

Esos disparos llenos de fuerza y potencia amedrentaron a muchos arqueros, según recuerda el catracho, quien hoy entre risas recuerda cómo fueron esos enfrentamientos con grandes cuidapalos como Erick Lonis y Àlvaro Mesén.

“Recuerdo una vez contra la Liga hubo un tiro libre desde fuera del área. Lo hice yo y Álvaro Mesén estaba al frente. Yo le pegué una raya y pegó en el horizontal, rebotó como dos veces en el césped y el palo. Luego le preguntaron a Mesén y dijo: 'Le di gracias a Dios que no la vi, porque sino...”, recordó entre risas.

Pero también, en el otro equipo fuerte de Costa Rica, el Saprissa, hubo una anécdota en la que Erick Lonis sintió el poder del hondureño.

“En Saprissa, una vez Lonis decía: 'No quiero barrera, tranquilos”, pero cuando yo le di desde 35 metros a él no le quedó otra más que lanzarse y dar gracias a Dios por sacarla", añadió.

“Luego con Richard Mahoney, él empezó a retarme desde la barrera y me decía la quiero en el pecho y yo le di con todo, pero se corrió y lo salvó el portero (jaja)”, agregó entre risas.

Este exjugador brumoso revivió cuál fue la fórmula para desarrollar una bazuca en su pie.

“Una característica que tengo, desde muy joven cuando practicaba con botellas de plástico y descalzo, era la pegada. Gracias a Dios la pude desarrollar y en Costa Rica hice varios goles”, explicó.

Arnold suspira cuando se le habla del Cartaginés. Se le nota su amor sincero por el club de la Vieja Metrópoli.

“Para mi significó muchísimo, a Cartaginés lo llevo en el corazón porque recibí un trato excepcional, tanto de la afición como de la Junta Directiva y demás. Venía de jugar en México, Estados Unidos, Argentina y llegué al Cartaginés y la valoración que me dieron fue extraordinaria”, expresó.

Durante las tres temporadas, el hondureño también ganó fama de rudo, situación que no le molesta.

“Una vez contra Saprissa, Mambo Núñez tiró un balón al espacio, me mandé al suelo y lo levanté, sin intención, pero yo iba fuerte. Otra vez con el Pato López tuvimos un pequeño roce porque salió lesionado.Yo como defensa iba duro, pero a la pelota. Hubo muchos que decían que ese hondureño era rudo y un caballo, pero bueno, yo me sentía contento con lo que hacía porque con el balón siempre supe que hacer”, destacó.

Arnold Cruz amedrentó con su juego rudo, pero sobre todo sus riflazos en el fútbol costarricense. El catracho fue un extranjero que dejó marca en el balompié tico.