El creído Alejandro Alpízar da gusto

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Recibió la pregunta, se acomodó sin tardanza, giró velozmente y remató de inmediato: “yo soy el mejor jugador del país”. El remate de Alejandro Alpízar salió desviado, aunque no por mucho; pasó lamiendo el poste —habrían dicho los narradores de antaño—. No es el mejor, pero tampoco está muy lejos.

Quizás hasta se mete entre los cinco mejores de un campeonato nacional escaso de figuras que se escapen a los altibajos. Patrick Pemberton, Elías Aguilar y Jonathan McDonald le llevan ventaja a Alpízar, pero de inmediato, el exgoleador de la Liga y Saprissa podría pedir campo entre una serie de jugadores a los que puede mirar a los ojos. Diría, incluso, que le gana al ímpetu goleador de Ariel Rodríguez y al rejuvenecido fútbol de Erick Scott.

El artillero de los morados no me deleita —cuestión de gustos, nada más— pero quién puede ignorar su entrega, la virtud para estar siempre en el momento preciso y en el lugar indicado. Empujarla casi bajo al marco lo hace cualquiera, pero el mérito de Ariel Rodríguez es lo que hace antes para estar ahí; eso no cualquiera lo logra. Que celebre cada anotación como si fuese la final del Mundial, también es cosa de gustos.

Pero sigamos con Alpízar, que si Ariel Rodríguez es un toro en el área, Alpízar es matador.

Ya no corre como antes, pero de pensamiento es más rápido que Nery Brenes. Ya no se mueve constantemente, pero un pasito para allá y unos tres para acá le alcanzan para soltársele al defensa rival. Ya no puede apostar por el regate, pero necesita poco tiempo y espacio para soltar el remate: un par de segundos, un par de metros... ¡qué digo un par! Inteligente y técnico, con dos metros se toma un café y remata.

Remata una y otra vez y todas las que puede, animando el juego en el momento menos esperado. Solo McDonald tiene tantos disparos como él, aunque al manudo se le hace difícil darle vida a una Liga sólida, dueña de la pelota, merecidamente líder, pero muchas veces aburrida. El grito de ¡uy!, ese que se acompaña con las manos en la cabeza, se escucha poco en los juegos del equipo rojinegro. McDonald es, entonces, una constante esperanza de emociones para un equipo al que le bastan unos cuantos remates.

Alejandro Alpízar, en cambio, apuesta al disparo apenas puede. Eso no lo hace el mejor del campeonato, pero por mí que si se lo siga creyendo. Da gusto.